Capítulo 6: Danza macabra

16 1 0
                                    

La melodía suave llena el salón, envolviéndonos en un ritmo lento. Mauro, con su timidez característica, me sigue en el baile, sus manos agarrando las mías con una mezcla de nervios.

A pesar de todo, se mueve con gracia, adaptándose a mi ritmo con facilidad. Sus ojos, tímidos y llenos de admiración, se fijan en mí por un instante, y una sonrisa tímida se dibuja en sus labios. Sin embargo, mi atención no se limita a él. Mis ojos, como si fueran radares, escanean el salón, buscando cualquier ingenio para hacer mi cometido.

Caden Sarti, escoltado por su hermano, observa la pista de baile desde una esquina, su mirada fija en mí con una intensidad que me hace estremecer.

Killian, por su parte, mantiene una postura desafiante, sus ojos verdes se mantienen con una mezcla de arrogancia y recelo. A su alrededor, los demás vampiros conversan y ríen, sus colmillos brillando bajo la luz del salón.

Siento el peso de sus miradas sobre mí, una carga invisible que me recuerda mi posición y la responsabilidad que tengo sobre mis hombros.

Me niego a dejarme intimidar. Mis manos arden con un deseo irrefrenable de asesinar a cada ser vampírico que me rodea. Un fuego inextinguible arde en mi interior, avivado por el odio y el rencor que han marcado mi vida desde los ocho años.

Regresando a Mauro, me percato de su incomodidad. Su postura rígida y su silencio prolongado me confirman lo que ya sospechaba. La tensión que emana de mí lo ha puesto peor.

—¿Quieres ir a tomar ponche? — pregunto, buscando una excusa para escapar del sofocante ambiente del salón de baile.

Mauro asiente de inmediato. Nos separamos de la multitud, dejando atrás las miradas inquisitivas.

En un acto reflejo, seco mis manos, empapadas de sudor que emanaba de sus manos.

El ponche, con su sabor dulce y ácido, me brinda un breve respiro. El frío del líquido en mi garganta me ayuda a calmar los nervios que me carcomen, aunque solo por un momento.

—La siento muy tensa, más de lo normal— habla Mauro, sacándome de mis ensoñaciones sombrías.

—¿Todo marcha bien?— indaga, con una mirada llena de genuina inquietud.

Si pudiera decirte la verdad, Mauro. Si pudiera confesar el torbellino de emociones que me consume, el odio y la sed de venganza que arden en mi interior, pero no puedo. No puedo revelar el oscuro secreto que me define.

—Los vampiros— musito, optando por una verdad a medias.

—A mí me da más desconfianza todas las personas— confiesa Mauro con una inesperada franqueza. Sus palabras me toman por sorpresa, desafiando mis expectativas.

—Los vampiros que están aquí, en este evento, son mucho más gente que los que asesinan a sangre fría, violan o hacen algo contra los de su misma especie— explica, con una convicción que me desconcierta.

—No es que admire a los vampiros y diga 'oh wow, estamos a salvo'— aclara con una risa nerviosa, anticipándose a mi posible malinterpretación.

—Pero tanto vampiros como humanos, somos capaces de hacer atrocidades— concluye, con una convicción que resuena en mis oídos.

La máscara de inocencia que he visto en él se desvanece, revelando una comprensión profunda de la naturaleza humana, con todas sus luces y sombras. Su mirada, antes ingenua, ahora refleja una madurez inesperada.

—Y los vampiros que están aquí, al menos quieren un cambio para bien, algo que incluso a las personas les cuesta hacer para proclamar una justicia divina— añade, con una crítica velada a la hipocresía que a menudo mancha la búsqueda de justicia por parte de los humanos.

Cazadora NocturnaWhere stories live. Discover now