CAPÍTULO VEINTICUATRO

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Enero 2023


El recuerdo de los besos de Alex, a pesar de que ya pasaron varios días, todavía perdura en mis labios.

En mi lengua.

En mi piel.

Todavía puedo sentir la suavidad de su piel en mis dedos, la manera en la que se retorcía debajo mío.

El recuerdo de mis manos temblando mientras me ponía un preservativo a la velocidad de la luz y sus ojos, medio entrecerrados por el placer de su orgasmo anterior. Recuerdo ponerme encima de su cuerpo e incluso sin siquiera todavía penetrarla, me tuve que tomar un momento y deleitarme con el estremecimiento que me recorrió al sentir su piel con la mía, sus tetas presionando mi pecho, el perfume de su piel cuando escondí mi rostro entre el hueco de su hombro y cuello.

Me obligue a mi mismo a tomar aire lentamente y acomodar mi erección en su centro caliente y respirando hondo, apoyé mi peso sobre mis antebrazos para poder mirarla cuando por fin me hundiera en ella.

No deje de mirarla en ningún momento y me deleite cuando su respiración de repente se trabo en su pecho, sintiéndome por fin y yo mientras la sentía a ella, toda ella.

Me di cuenta en ese momento que quería conservar ese momento para siempre, en lo más profundo de mi corazón, de mi alma, quería grabarme la expresión de sus bonitos labios en la retina, la forma redondeada de sus mejillas, las pupilas dilatadas de sus ojos grises, el sonrojo que llegó hasta su pecho.

Fue un trabajo inhumano no venirme ante aquella imagen, pero me obligue a aguantar, me obligue porque quería hacer que se corriera de nuevo y quería sentirlo todo, todo con ella.

—¿Estas bien? —Pregunte, después de mover las caderas un par de veces, sin despegar ni un milímetro nuestros cuerpos.

—Más que bien —me respondió con una sonrisa que me encogió el corazón.

Mierda.

Mierda.

La quería.

Quería a Alex.

—Eres tan condenadamente bonita —se me salió.

Y ella me sonrió de nuevo, enorme.

—¿Tienes idea de cuánto tiempo llevo fantaseando con esto, Alex? —Pregunte, mientras levantaba un poco el cuerpo y veía allí donde nuestros cuerpos se conectaban. —Por Dios... —se me salió con un jadeo entrecortado.

La bese mientras aumentaba el vaivén de mis caderas. Su lengua acarició la mía, sus manos se envolvieron en mi cuello y me tomó del cabello para acercarme más a ella, aunque aquello era prácticamente imposible, porque no había una sola parte de nosotros que no estuviera enredada entre sí.

Sus gemidos fueron como la canción más bonita que había escuchado nunca y me dije a mi mismo que daría lo que sea, cualquier cosa, por poder escucharla siempre.

—Necesito acabar, Alex —le dije y ella presionó más sus piernas en mi cintura, sus talones clavándose en mi culo. —¿Puedes venirte? Por favor... —suplique.

Pero entonces ladee un poco el cuerpo hacia atrás y con mi pulgar comencé a acariciar su centro, toques suaves y circulares, hasta que sus gemidos se hicieron más fuertes y volvió a presionar sus piernas a mi alrededor, como si quisiera que volvamos a ser uno de vuelta.

—Tay... —gimió, cerrando los ojos. —Taylor, por favor, por favor...

La mire a la cara todo el tiempo, aunque ella no lo hiciera, la mire y la folle hasta que sentí que su interior comenzó a palpitar y entonces me deje llevar, penetrándola con más fuerza, metiéndome dentro de ella todo lo que el cuerpo me permitía.

El día que dijimos adiósWhere stories live. Discover now