CAPÍTULO VEINTIUNO

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Diciembre del 2022


Pinche nuevamente la carne de la parrilla, removiéndola y luego con la pala acomodando nuevamente las brasas debajo. El calor era un poco insoportable, pero no me molestaba, tenía al lado una botella de cerveza helada y buena compañía.

El edificio contaba con una terraza bien armada, a decir verdad, al principio había sido una novedad, pero con el paso del tiempo, simplemente había dejado de darle importancia, hasta que una tarde había obligado a Alex a subir aquí y mostrarle las vistas para hacer algo diferente. La sonrisa en su rostro era lo que me había prácticamente obligado a arrastrarla aquí cada que podía. En la administración podía reservarse la parrilla los fines de semana y sin pensarlo mucho, lo había hecho el fin de semana, aprovechando que Alex no tenía que trabajar el domingo y yo tampoco.

Las cosas habían vuelto a la normalidad con Alex y no podía negar que cada vez la veía más y más como lo que supongo que era ella misma, aunque en realidad no la conocía lo suficiente como para saber cómo era ella realmente, de todas maneras no pude evitar la sonrisa que se me formo en el rostro cuando escuche su voz animada, para perderla rápidamente por la otra voz de la cual vino acompañada.

—Weist —murmuró Dylan nada más entrar en la terraza—, dame una cerveza, ¿quieres? —agregó y rápidamente volvió a prestarle toda su atención a Alex, mientras la escuchaba hablar de algo de su trabajo.

A decir verdad, nunca jamás en la vida se me habría ocurrido invitarlo, pero entonces Alex me había abordado mientras preparaba la cena después de contarle de mi idea de parrillada.

—¿Que dices si invitamos a Dylan a nuestra parrillada? —Pregunto, robando una papa de la fuente hirviendo, siseando cuando su lengua se quemó al contacto.

Había sido pura fuerza de voluntad apartar los ojos de sus labios ante el mohín por la quemadura.

—Ni en mis peores pesadillas —respondí, sin pensar.

Ella frunció el ceño, un tanto confundida ante mi respuesta un tanto mordaz, pero a decir verdad, fue el nosotros que había dicho con tanta liviandad lo que me había descolocado completamente.

—Pero me dijiste que eran amigos —murmuró, ajena a todo lo que me pasaba por la cabeza en ese momento.

Aparte la mirada, dándome una patada mental y pensando que mierda responder.

—¿No lo son? —Insistió, insegura.

—Si, claro —respondí rápidamente. —Es solo que Dylan es un adicto al trabajo, será en vano, pero si quieres le pregunto.

Ella no respondió, simplemente me dio una pequeña sonrisa y asintió y yo me encontraba sacando el teléfono de mis pantalones y abriendo el chat con Dylan.

El mensaje fue corto y en verdad esperaba que el muy idiota se negara, pero cuando el mensaje llegó, no más de cinco minutos después, decía:

Seguro, llevo helado.


En verdad odiaba a ese tipo e incluso lo odie un poco más cuando escuche la carcajada que largó Alex, pensando lo que me costaba a mi ganarme una de esas y aquí estaba Dylan, lográndolo con apenas dos sonrisas.

Me di cuenta en ese instante que el ardor que sentía en el estómago eran celos y entonces me tomé la mitad de la cerveza de un tirón, por que no podía empezar a sentir cosas por Alex.

El día que dijimos adiósWhere stories live. Discover now