Capítulo 13 | Eres un encanto

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―Mamá, ¿de verdad tienes Twitter?

―Arroba laprofefiona, todo junto.

―Por Dios. ―Lancé una carcajada.

―Le di retuit al hilo que especulaba sobre una posible relación secreta.

―Si, hombre.

―Es verdad. ¿Sabes que os han puesto nombre de shippeo y todo?

―Esto de que incluso sepas lo que es un shippeo, me tiene alucinado.

―Sé muchas cosas, chaval. ―Me codeó y sonrió ampliamente.

―Con Aurora no hay nada ―aclaré―. La gente se está montando películas que no son. Hemos hablado en dos ocasiones y en un entorno público. Nada más.

―Si estuvieras con ella, me lo contarías, ¿verdad?

―¿Cuando te he mentido yo, mamá?

―Espero que nunca.

―Así sigue siendo.

🎙️🎙️🎙️

Llegué a Londres de nuevo sobre las cuatro de la tarde, después de hacerle ver a mi madre el reality que yo había visto entero la semana anterior. Le gustó, incluyendo mis análisis de todos y cada uno de los concursantes.

Solía gustarme mucho ver ese tipo de realities, sobre todo porque el tipo de personas que iban allí me parecían fascinantes. No precisamente en el buen sentido de la palabra. Me encantaba analizarlos y descubrir quién estaba haciendo un papel para agradar a la gente, quién lo hacía para parecer más seguro de sí mismo, quién estaba siendo él mismo (de esos había pocos)... Me resultaba más divertido eso que la finalidad del programa.

Como no tenía ningún paciente esa tarde, nada más aparcar el coche en la calle vecina a mi casa, decidí ir un par de calles más abajo para pedir un café y un muffin de chocolate, e ir comiéndoselo de camino a casa. Nada más llegar, me coloqué en la fila, pues tenía a tres personas más delante de mí. No tardarían mucho en atenderme.

Nunca había tenido una percepción sensorial demasiado aguda, sobre todo olfativamente hablando. Sin embargo, ese día descubrí que mi memoria asociativa, la cuál nunca había destacado en el sentido del olfato, era más intensa de lo que pensaba. Dos segundos después de escuchar la campanilla de la puerta, llegó a mí ese olor a fresas que, mezclado con el aroma a café de la cafetería, ya conocía de tres ocasiones anteriores. Giré parcialmente mi cuerpo y allí la vi, detrás de mí, con la mirada distraída en los anillos de su mano.

―Buenas tardes.

Levantó la barbilla rápidamente y me miró.

―Vaya, hola, Alaric. Es la primera vez que te veo por aquí.

―Vengo casi cada día. ¿Tú vienes mucho?

―Y tanto. ―Señaló a su espalda―. Vivo en el edificio de enfrente.

―Ya es casualidad que no nos hayamos cruzado antes, ¿no crees?

―Quizá lo hicimos y no nos prestamos la suficiente atención.

«Me hubiese fijado si la hubiera visto», me dije.

―Puede ser.

Avancé en la fila cuando fue el turno de la persona que tenía delante. Escuché que Aurora carraspear flojito; no sé si para llamar mi atención o porque realmente lo necesitaba, pero me giré de nuevo.

―¿Quieres tomarte el café en la mesa conmigo? ―preguntó entonces.

No fingí mi sorpresa. Porque era evidente que me sorprendía que ella me invitara a la mesa a tomarme un café.

En las nubes ©Where stories live. Discover now