Capítulo noveno

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GUNS

Empezaron su viaje, Guns y ser Freder. Tomaron sus corceles, para que cabalgaran hasta el bosque de las hadas. Pero antes prepararon raciones para aguantar su viaje. Ser Freder miro a Guns y se daría cuenta que él no tenía una espada.

—¿Y tú espada? —pregunto ser Freder.

—Se me rompió —dijo Guns.

—Maldición —dijo ser Freder rascándose la cabeza —¿Tienes alcenis?

—Se perdieron cuando caí por el acantilado.

Ser Freder llevaría a Guns al herrero real. Y entre todas las creaciones escogió una espada de acero dragonico de color negro y líneas violeta. Era un arma muy larga de una medida de cien centímetros. Empuño la espada, la levanto con los puños a la altura del cachete. Y ser Freder le hizo prometer que so lo pagaría, cuando Guns recuperara su dinero.

Empezaron su viaje. La capital se perdía entre el paisaje de bosques y colinas, cabalgaron en sus caballos sin detenerse, hasta que la noche ya les impidiera ver en su oscuro panorama. Al cuarto día de viaje, ya se encontraban entre los cruces de los caminos, uno era para ir a los territorios de la región Pentasis, otro camino para la ciudad de Binos y el ultimo por la cual cruzaba el extenso río, la entrada al legendario bosque de las hadas.

Cabalgaron hasta adentrarse en el bosque, buscaron el lugar con la habilidad que ser Freder había desarrollado. Ser Freder era un caballero respetable entre todos ellos, un líder nato a la hora de comandar, que incluso el mismo rey le ofreció un puesto en el máximo rango de ordenes reales: la guardia real. Pero él lo rechazo, solo se concentró en enseñar y educar en la espada a Cerly. Cuando Cerly anuncio que dejaría su entrenamiento, sintió un remordimiento que lo carcomía en lo profundo de su alma, pero decidió en respetar la decisión de la princesa.

Quisieron darle un título de caballero, pero también lo rechazo. Su pensamiento era que, si recibía un título, llamaría la atención de los demás y a él le gustaba pasar de ser percibido.

Encontraron el lugar, y ser Freder con su habilidad observaba los rastros de magia oscura, provocadas por una invocación. Era una sensación detestable, dijo ser Freder cuando Guns pregunto el cómo se sentía percibir la magia. Entre todo ese miasma que incomodaba la mente de ser Freder, había otra energía muy peculiar. Algo que había leído en los libros de la historia del mundo conocido. Una magia particular, de fuego solar.

—¿Qué sientes? —pregunto de la nada Guns.

—Hay otro rastro, es una luz tenue, pero irradia un poder muy particular —dijo ser Freder —Guns ¿sabes utilizar magia?

—No que yo sepa —dijo Guns.

—Entonces ¿de quién es este otro rastro de magia? — se preguntó a si mismo ser Freder.

—Aquí hay algo.

Ser Freder sintió una presencia abrumadora, que provocaba pequeños desmayos, pero él era resistente. Guns, por su parte también sentiría esa presencia de poder absoluto que parecía ser dominante ante todos.

Desenvainaron sus espadas, sus cuerpos se habían estremecidos por aquel poder temible que sentían, buscaron y era un hombre corpulento, vestido con un con abrigo de pelo y piel de animal de un color negro y ónix, tenía el pelo oscuro y corto a diferencia de Guns que lo tenía castaño y un poco largo hasta la parte media de su cuello.

—¿Quién eres? —exclamo Guns.

—Es Bill Stron —dijo ser Freder. Se dio cuenta al verlo, era alguien muy bien conocido entre todos los reinos.

DANZA DE LAS ESPADASDär berättelser lever. Upptäck nu