Capítulo quinto

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CERLY

El medio día estaba a punto de empezar y Cerly se encontraba en su carroza esperando a que todo estuviera listo para partir hacia la capital Retania. El día anterior Cerly se había despertado con frío que le hacía temblar los dientes. Quería visitar por curiosidad a Dorran. Se pondría un abrigo y saldría junto a su mayordomo y un grupo de tres guardias para su cuidado. Cerly miraría pasar a la alta figura de un hombre, vestido con una armadura con pequeños rastros de óxido. Le impresiono, por lo menos unos dos metros de altura tendría aquel hombre, pensaría Cerly.

Estaban a punto de partir, cuando una mujer se acercaría a la carroza. Los guardias la intentarían apartar, pero con gritos que llamaban a Cerly, captaría la atención de ella. Cerly dejaría a la mujer acercarse y ella le entregaría un canasto lleno de frutas león (una fruta extremadamente rara y difícil de cultivar), Cerly la recibiría de buena manera y agradecería con gusto a la señora, pero a cambio le daría seis monedas de alcenis.

El galope de los caballos hacían avanzar a la carroza, estaban en pleno camino hacia la capital. Se iban por camino de los bosques, junto al gran río que imponía sus rugientes ruidos en el lado izquierdo de la carretera, pero esa tarde estaba un poco calmado. Ya habían avanzado unos tres kilómetros. Se habían detenido en una orilla de piedras junto al río. Los caballos necesitaban descansar, así que se tomarían un breve descanso. Un caballero contemplaba el río, volaría la mirada hacia un extremo en la orilla en donde se encontraba el tronco de ramas gruesas.

—¡Aquí hay algo! —exclamo presuroso.

Los demás lo habían escuchado, así que se apresuraron hacia donde se encontraba el guardia. En medio del tronco, atrapado entre sus ramas estaba el cuerpo de un hombre y a lado suyo, otra criatura que parecía estar muerta. Sacaron al hombre del agua, aún respiraba, tenía la armadura destrozada en forma de una garra, su pecho estaba herido y ensangrentado. La criatura estaba inmóvil con los ojos abiertos y opacos, la tocaron con sus espadas y no reaccionaba, luego sacarían su cuerpo del río que intentaba llevar  la corriente. Revisarían al hombre y lo llevarían hacia la carrosa para que lo tratara el medico que viajaba con ellos.

—¿Qué es eso? —pregunto una caballera con una mirada desagrado.

—Es un ser invocado —afirmaría el capitán ser Freder.

—Que, un ser invocado —se exaltaría la guardia.

—Posiblemente hayan peleado —dijo el capitán ser Freder.

—¿Cómo? —pregunto sorprendida —Pero para poder derrotar a un ser invocado, se necesitan al menos una docena de caballeros bien entrenados, y eso que tendrían dificultades para poder pararlo.

—No lo sé —dijo ser Freder estresado, mientras se raspaba la cabeza intentando descifrar qué había ocurrido.

El hombre abría los ojos de apoco, su visión era borrosa y no podía distinguir quienes eran que lo miraban. Sentía movimiento, mientras estaba recostado en un banco con almohadones dentro de la carroza que avanzaba. Se levantaría de golpe y la herida en su pecho le ardería de dolor. Se tocaría y estaba vendado, lo habían ayudado. La herida no era tan profunda, solo lo había cortado la parte externa de su piel. La caballera y el capitán ser Freder se acercarían más a él. Él estaba confundido, giraría la cabeza, y ahí en una de las esquinas del otro asiento estaban Cerly y su mayordomo Thomas, que lo miraban desconfiados.

—¿Cómo te llamas? —pregunto la caballera con una voz desafiante. Guns miraría un momento su cabello oscuro y sus ojos celestes que le parecían interesantes.

—¿Quién eres? —recalco ser Freder.

—Guns... —dijo el hombre.

—Fuiste tú quien mato a ese ser invocado —dijo ser Freder —si es así, dínoslo.

DANZA DE LAS ESPADASWhere stories live. Discover now