Capítulo séptimo

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GUNS

Guns seguiría a ser Freder a un local no tan recurrido. Las sospechas que ser Freder tenía sobre Guns, se notaba en su forma de hablarle, y mirarle. Pero Guns no pasaría de ser percibido, ya que su altura lo hacía destacar. Cuando ser Freder y él, caminaban a la par, ser Freder apenas daba hasta un poco más por debajo de sus hombros. Estaban en el local y ser Freder le invitaría a tomar asiento en unas de las mesas vacías, aunque todas estaban vacías. Ser Freder con una seña de manos, indicaría al cantinero que le trajera unas bebidas. El cantinero haría caso, y le traería un trago. Parecía que el hombre ya era un cliente recurrente por ese sitio.

—¿Qué quieres? —pregunto Guns de una forma directa y seca.

—Vas de frente al grano ¿eh? —dijo ser Freder de forma sarcástica.

Un silencio incomodo se hizo presente, el ruido de afuera se avivaba más de lo común. Para Guns era normal un interrogatorio, pero eso no era nada, comparado con lo que había vivido en su época de más juventud. Recordó la ves que lo habían encerrado, en un lugar oscuro, sentía miedo, desesperación, y su cuerpo se ponía en una agitación que le acortaba la respiración. Cada cierto tiempo, miraba como las puertas se habrían, y sacaban de uno a uno a los que estaban adentro. La luz que presenciaba con cada vez que abrían esas puertas, cambiaba de un color claro a uno más amarillo con rojizo, era la luz de mañana y el del atardecer. Había visto un total cinco colores amarillos, lo que le indicaba que más o menos estaba unos cinco días cautivo en ese sitio. Les daban comida, pero no era nada agradable, parecía la sobra que se les daba a los cerdos.

Pero llegaría ese día, donde los guardias descubrirían sus delitos y comenzaron atacar a los esclavistas. Guns y los que estaban con él, escuchaban el disturbio que se generaba afuera. Las puertas se abrirían, y una luz brillante empañaba los ojos de los cautivos, que les hacía taparse el rostro con la mano. Una euforia se levantaría en ellos, que algunos saldrían corriendo afuera, no les importaba su condición, solo la felicidad de sentir la libertad, una vez más. Una lluvia cálida caería de repente, limpiaría sus cuerpos mugrientos, levantarían la mirada y abrirían la boca, recibiendo el roció del cielo con gusto.

Lagrimas brotarían de sus ojos, lágrimas de felicidad, de tristeza, no importaba de cual era, solo eran lágrimas de niños, que buscaban el momento de hacerlo con ganas y sin sentirse abrumados por la situación. Guns también estaba en ese apogeo de emociones, no recordaba nada más, solo esa pequeña fracción de vida que había experimentado, aunque no recordaba de donde era, en ese momento y en ese lugar, con una valentía y un frenesí de vibraciones que provenían de los latidos de su corazón, tomaría la decisión de empezar y buscar nuevos caminos por los cual, Guns tendría que recorrer con espíritu vencedor.

—Está bien —dijo ser Freder —Quiero que me ayudes a encontrar al responsable de la invocación de ese ser invocado.

—¿Qué recibo a cambio? —pregunto Guns —Al ayudarte.

—Sí que eres directo —dijo ser Freder con una carcajada —Te ofrezco convertirte en caballero del reino o es quieres algo más.

—Quiero recordar —dijo Guns con una duda —¿Quién soy?

—Está bien — dijo ser Freder —Te convertirás en caballero del reino y te ayudare en tu búsqueda de tu pasado.

Ser Freder levanto su mano para estrecharla con la de Guns. Era el inicio de un trato de dos hombres. Guns también haría lo mismo, se estrecharían la mano con un apretón.

—Trato hecho —dijo ser Freder con una mirada determinante.

—Trato hecho —respondió Guns con firmeza en sus palabras.

DANZA DE LAS ESPADASWhere stories live. Discover now