Capítulo séptimo

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Ser Freder escribiría una carta, donde notificaría su ausencia por un tiempo indefinido. La entregaría a uno de sus vasallos, para que fuera a darle dicha carta a la princesa Cerly, que estaba bajo tutela de él. El guardia iría, y ser Freder esperaba que Cerly entendiera. Para que evitaran complicaciones en su investigación.

BARTHA

Bartha había llegado a la capital, pasarían el control y los caballeros le comenzaban a reconocer por su nombre. Es la leona de espadas, decían los que comentaban. Ingresarían y se dirigirían hacia la casa de su padre. Que se ubicaba en el castillo de los Arventa. Bartha era alguien emocional, se enojaba con facilidad y cuando algo le hacían, no descansaba hasta devolverle lo que le habían hecho. Pero esos hábitos que tenia se irían perdiendo cuando comenzó su entrenamiento para convertirse en una caballera diferente. Las calumnias que le contaban sobre épocas antiguas, de seres gigantes que dominaban la tierra antes de la aparición del hombre. Ella no creía en nada de eso, y su devoción le obligaba a estudiar sobre la historia del mundo conocido, y practicar su espada, a la cual le pondría de nombre Ruge león, porque el león era el emblema de su casa, y portaba su estandarte con orgullo. Un león rugiente de color dorado, era el símbolo que distinguía a los Lionés.

La carroza de Bartha llegaría a las afueras del castillo, y el viento ondeaba el blasón que llevaba pegado en ella. Bajarían del carruaje y el padre de Bartha estaba afuera esperándola con brazos gustosos y un rostro contento. Bartha brincaría a abrazar a su padre. Su armadura le presionaba la carne, y Bartha al darse cuenta de esto se apartaría de él. Su emoción era muy grande. Era la primera vez que sus compañeros la veían de esa forma. Siempre se mostraba como una mejer ruda y sin pisca de emoción. Pero la cosa era diferente, pues claro era una joven noble que abrazaba a su padre después de tanto tiempo, pensaban los caballeros que le habían acompañado.

—Hija mía —dijo Will —Cuanto tiempo.

Bartha estaba feliz, que no le cabían las palabras, no sabía por dónde empezar, quería contarle todo de golpe. Su padre le llevaría para que se presentaran ante el rey y su familia. Bartha le daría la orden a sus compañeros de viaje, que visitaran el lugar hasta que ella se presentara con el rey. Bartha y su padre caminarían por los grandes pasillos del castillo, y llegarían a la habitación donde se encontraba el rey.

Bartha entraría al lugar, se sentía un poco nerviosa, porque eran más de cinco años que no veía al rey, pero también sabía que él y su padre eran buenos amigos. Entrarían y en presencia de la familia real se arrodillarían en una sola rodilla. El rey se levantaría. Bartha sentía que imponía una presencia muy fuerte y digna de un rey que había luchado en una de las batallas más feroces de la historia del mundo.

—Ponte de pie Will —gruño Luka —Sabes que no me gusta que mis amigos se arrodillen ante mí, cuando no es una ocasión formal.

—Sí, majestad —dijo Will. Se paró y con unos pequeños topes en el hombro de Bartha, le indicaría que se pusieran de pie.

—¿Qué deseas? —pregunto Luka —¿Quién es esta señorita?

—Mi lady, príncipes —dirigiéndose también al resto —Es mi hija, Bartha.

Bartha había cambiado desde la última vez que el rey y su familia le habían visto. Su cabello se había vuelto más claro, y había crecido un poco más. Al rey le parecía familiar, pero no recordaba quien era. Eso le tomo de sorpresa, cuando el mismo Will le confirmaría de sus dudas.

—Mi rey, me presento, soy Bartha de la casa Lionés —dijo Bartha con orgullo.

—Sí que portas bien tu apellido —dijo Luka —verdaderamente eres hija de Will.

—Mi hija ha venido, para visitarme y decidir si se quedara —interrumpió Will con respeto.

—Así que quiere quedarse —dijo Luka con sorpresa.

—Eso lo va a decidir ella, majestad —dijo Will.

—Por su puesto... bien, bien —dijo Luka, mientras soltaba una carcajada.

—Sí, majestad —dijo Bartha, inclinando el torso hacia adelante.

Bartha miro a los príncipes por un lapso de tiempo tan corto, pero el rey se daría cuenta de ello. Voltearía la mirada en dirección a su familia.

—Te presento a mi esposa —dijo Luka —A mi hijo Reinen, y a mis hijas Cerly y Dercy.

Bartha los miraría, y se daría cuenta que los príncipes habían heredado en la mayoría los rasgos de su padre. Bartha se presentaría ante ellos. A ella, Reinen le parecía apuesto, su cabello lacio y casi rubio, mas esa firmeza con la que se paraba. Bartha había escuchado historias, sobre un genio con la espada, en la familia Arventa, y desde hace mucho tiempo quería conocerlo, pero también escuchado que otra miembro era un genio.

Pero esa parte se iría apagando y no aparecerían más noticias sobre aquella mujer. Quería preguntar, pero se había guardado sus comentarios para otra ocasión. El rey le daría la bienvenida, y ella y su padre le darían las gracias por su recibimiento. Saldrían del castillo y afuera sus compañeros se encontraban esperándola. El atardecer llegaba su fin y ellos buscarían un hospedaje para que pasaran la noche, y Bartha se quedaría en la casa de su padre. 

 

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DANZA DE LAS ESPADASWhere stories live. Discover now