Contraproducente

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La luz del sol iluminó la habitación, llegando hasta el rostro del albino, quien luego de pestañear brevemente, abrió sus hermosos ojos azul cielo, tan brillantes y llenos de satisfacción.

La noche anterior había sido única e inolvidable.

Había deseado tanto tener de esa manera a su dulce kohai pelirrosa. Saborear sus labios, sentir su cálido interior, escucharlo gemir su nombre y pedir por más, oír la melodía de sus jadeos y deleitarse con la imagen de su rostro ruborizado y sudoroso, pues en el momento que abrió la puerta, el menor lo tomó de la chaqueta y lo arrastró hasta lanzarlo a su cama para luego montarse sobre él.

Sus movimientos eran magníficos, dejando en evidencia que el muchacho tenía experiencia, pero eso poco le importó al senpai, quien disfrutó cada movimiento y gozó cada saltito que el pelirrosa daba sobre él. Parecía un tierno conejito, y el uniforme de colegiala lo hacía aún más adorable.

Era la primera vez que terminaba exhausto, al punto de quedarse dormido después de semejante faena. Al despertar, esperaba encontrarse con el dulce rostro de Yuuji, profundamente dormido.

Pero no fue así.

Despertó solo, y no solo en la cama, sino en la habitación entera. Miró a todos lados, y no había rastro de Yuuji, lo cual le pareció extraño, pues era domingo y no había necesidad de despertar tan temprano.

"Tal vez fue por un café", pensó.

Se levantó de la cama y vió como su ropa se encontraba doblada en la mesita de noche, así como el disfraz de colegiala que estaba de vuelta en la caja donde llegó. Un risita escapó de sus labios, tomó su ropa interior y pantalón, luego comenzó a vestirse, esperando que Yuuji regresara.

Y como si lo hubiera llamado con la mente, la puerta del dormitorio se abrió e ingresó Yuuji, que traía consigo dos cafés.

- ¡Yuuji! - le recibió el senpai con una reluciente sonrisa.

- Ah, hola Satoru - contestó el pelirrosa con desánimo - Pensé que ya te habías ido.

Vaya saludo tan frío.

- Yo, este... Acabo de despertar... - dijo Satoru con una ligera incomodidad.

- Está bien ¿Quieres un café? Usualmente tomo dos para estar bien despierto, pero si gustas...

"Entonces no lo compró para mí", pensó Satoru, sintiendo una pequeña punzada en el pecho.

- ¡No, no! No te preocupes, la cafeína y yo no nos llevamos bien - dijo manteniendo el entusiasmo, quizá Yuuji seguía agotado y por eso tenía ese ánimo en la mañana - ¿Qué tal amaneciste?

- Bien.

Silencio incómodo.

Esperó que dijera algo más, pero al parecer eso era todo. Yuuji dejó a un lado uno de los vasos de café, y caminó hacia su armario mientras bebía el otro. A Satoru no le quedó más que continuar vistiéndose, mientras una rara sensación comenzó a invadir su cuerpo.

"Tranquilo, Satoru, seguramente amaneció de mal humor. Aunque la pasamos muy bien ayer como para que sea así de frío. O bueno, al menos yo la pasé bien... Pero él también parecía disfrutarlo, ¿no?... Digo, me montó toda la noche, se corr1ó varias veces, sus org4sm0s... No pudo haber fingido eso ¿O sí?"

- Satoru... ¡Satoru! - exclamó Yuuji intentando llamar la atención del senpai.

- ¡Ah! Sí, dime - dijo el albino saliendo de sus pensamientos.

- Voy de salida y, bueno... - dijo desviando la mirada - No quiero parecer grosero, pero tienes que irte.

Los ojos del albino, que hasta hace unos minutos brillaban de alegría, ahora se encontraban ensombrecidos y tristes por el evidente rechazo del pelirrosa.

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