Día 93:sábado,09 de febrero del 2013

58 4 0
                                    

He cometido otro delito contra las leyes imaginarias que me impongo. Caminaba por la calle soñando que por allí estaría alguien para mí, ya sabes, así como tú, que me sustituiste tan fácil. Veía tantos rostros preguntándome si existe alguien que haya sido creado para mí. De pronto, vi un chico que llevaba una sudadera gris, mi color favorito, lucía un cabello oscuro y una piel blanca, por un momento pensé que eras tú. Me dije a mí misma, <si voltea a la derecha, es él». Para mi sorpresa volteó a la derecha. Creyendo yo que era casualidad del destino, volví a decir entre susurros, «si cruza la calle, es él». Y cruzó la calle, ¿no es divertido? Estaba retando a la vida, al destino o a lo que fuese. Me acerqué más a él y me envolvieron unas notas de menta, vainilla y almendras, muy parecido a ti. Me convencí, la vida me estaba dando a alguien más. Quise hablarle, pero no se me ocurrió nada que decir y no podía quedar como una loca que busca al amor de su vida tirando suertes.

Entonces decidí olvidarlo. Aceleré mi paso, tratando de pensar otra cosa hasta que sentí que alguien tocó mi hombro.

-Hola... perdona que te interrumpa. -Era él. El chico que venía espiando dos calles atrás. Quedé asom- brada. Sonreí, mis mejillas seguro se llenaron de color.
-¿Sí?

-Te había visto unas calles atrás y solo quería saber tu nombre.

-Danny.

Me siento culpable por sentirme feliz, le he dado mi nombre y mi número, seguro que no tarda en mandar algún mensaje. Tiene ojos bonitos, aunque no son los tuyos, pero su voz es grave y dulce. Creo que sí podría verme a su lado. ¿Qué estoy diciendo? Apenas lo conozco y ya me estoy imaginando toda una vida, el mismo error que cometí contigo.

No quiero ocupar la recámara de mi corazón que solo asigné para ti. No puedo dársela a nadie más. Todas las cosas están en su sitio por si decides volver. Odio que sigas atándome al grado de ahorcarme, odio que en cada decisión tengo que tomarte de referencia.

Déjame libre, ¿puedes? Suéltame.

Cartas que nunca llegaron Where stories live. Discover now