Lo que nadie me dijo de dormir juntos es que cuando regresara a la cama sola, me costaría conciliar el sueño y daría vueltas por todo el colchón para descubrir que mi cama matrimonial es el mismísimo Sahara, con noches heladas y días que queman.
Sigue tu silueta en el lado derecho y lo sigo respetando como si fueras a volver. Me quedo mirándola largas horas pensando que este escenario llevaría por título "Quinientas noches", como la canción de Sabina, aunque apenas llevara sesenta y siete, qué importa, se sienten como quinientas.
Me advirtieron de tantas cosas, que el amor es un in- vento del gobierno, que la unión es esclavitud, que la monogamia es un mito, pero se les olvidó lo más importante: que cuando volviera a la cama, los sueños serían a ojos abiertos, te vería a mi lado como la pesadilla más bonita, porque no estás.
El poema no viene porque cierres la puerta, viene porque la almohada de mi derecha sigue como la dejaste y te llora, como te lloran mis manos con letras, como te lloran las sandalias que dejaste en el balcón y el cepillo dental que se ha bebido el enjuague porque se enteró de su veintiséis porciento de alcohol.
Nadie sabe qué tan grande es su cama hasta que vuelve a dormir solo.
Nadie sabe que la odisea es salir ileso de las sábanas. Nadie sabe que un laberinto, puede ser una cama.
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Cartas que nunca llegaron
Любовные романыlibro de gilraen eärfalas el libro no es mío todos los derechos reservados a la autora