Capítulo 4

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Empiezo a buscar por toda la casa: cajones, armarios, debajo de las camas. Hasta intento buscar falsos fondos en los armarios, tal y como había visto en algún que otro vídeo en internet.

El móvil lo apagué nada más salir del instituto, ya que no quería que nadie me molestase y, sobre todo, me rastreasen.

Aunque esto último suena un poco tonto porque, si en realidad son magos, podrían encontrarme en un santiamén.

Prefiero no pensar en eso y seguir buscando.

Realmente no sé qué estoy buscando, voy a ciegas. Miro los papeles que mis padres tenían, esperando encontrar algo que me sirva. Pero no hay nada de nada. Tampoco encuentro nada en sus objetos personales. Todo en esta casa es de lo más normal.

He estado suponiendo que todo lo que ocurrió en el hospital pasó de verdad. Pero, a lo mejor, todo eso nunca pasó y fue simplemente una alucinación del tiempo que estuve inconsciente.

A lo mejor, lo que me dijo Elliot en el hospital era verdad, y yo imaginé todo lo demás.

Voy a la que era mi habitación y me tumbo en la cama. Ya empieza a anochecer, por lo deben de haber pasado muchas horas desde que he llegado. Decido encender el móvil para hablar con Sara, porque estoy segura que estará como loca al no saber dónde estoy.

Nada más poner el PIN del móvil me saltan 27 llamadas perdidas, de las cuales 15 son de mi mejor amiga y las restantes de los chicos; a los que, por cierto, ni voy a llamar.

Pongo el móvil en manos libres y espero que Sara conteste.

- ¿SE PUEDE SABER DÓNDE TE HAS METIDO? - Menos mal que no lo llevaba en la oreja, porque me hubiese dejado sorda.

- Ya te lo he dicho, necesitaba estar un momento a solas.

- Un momento a solas es un momento, no desde las doce de la mañana. ¡SON LAS SIETE DE LA TARDE!

- Lo sé, lo siento. No me he dado cuenta de la hora que es. ¿Los chicos están contigo?

- No, llevan toda la tarde buscándote por la ciudad. Estaban muy estresados al no saber dónde estabas.

- Oye, Sara. ¿Me puedes hacer un favor?

- Por supuesto. ¿Qué ocurre?

- Necesito que vengas a la cámara oscura. Pero escúchame, ten mucho cuidado de que nadie te siga. Ya sabes la contraseña para entrar. No avises a absolutamente nadie. Sólo quiero que vengas tú.

- En seguida voy para allá. Si has decidido ir ahí es que algo malo tiene que haber pasado.

Cuelgo el móvil sin contestar a eso. La cámara oscura es el nombre que decidimos ponerle a mi casa. Habíamos dicho que en cuanto estuviera lista para volver aquí lo haríamos las dos juntas.

Tras pensar mucho he llegado a la conclusión de que la única en la que puedo confiar es en ella.

Por lo menos hasta estar segura de si lo ocurrido en el hospital es real o no.

Vuelvo a apagar el móvil y cierro los ojos, intentando despejar mi mente.

Me despierto sobresaltada cuando oigo un par de toques en la puerta, repitiéndose cada cinco segundos. Esa es nuestra clave. Voy corriendo a abrirle la puerta, no quiero que esté mucho tiempo en la calle.

- Entra antes que alguien te vea.

Una vez dentro, cierro la puerta y nos dirigimos al salón. La veo observar la casa y un par de lágrimas se le escapan.

Sara conocía a mis padres desde muy pequeña, ha crecido con ellos. Su muerte la afectó mucho más de lo que quiere reconocer. Y el hecho de entrar en esta casa después de tanto tiempo le ha abierto las heridas.

Inevitablemente MortalWhere stories live. Discover now