Destino

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May estaba al borde de las lágrimas, no entendía como pudo haber sido tan tonta.

Obvio que alguien como Brendan Birch nunca le haría caso, él era tan perfecto y ella bueno, sólo era una ocupante más de oxígeno en el mundo. Había estado enamorada de Brendan desde el kínder y cuando empezó a recibir regalitos en su casillero firmados con su nombre creyó que al fin sus locos sueños se estaban concretando.

No obstante, las tres horas de retraso del chico tras la carta donde le pidió verse en la Playa de Slateport la habían devuelto a la realidad. ¡Todo era una broma! Una diversión para los que se sentían superiores. Típicos niños populares hijos de papi.

La chica sólo suspiró molesta mirando al picnic que había organizado con tanto esfuerzo, horas preparando deliciosos pastelillos y sandwiches decorados a la perfección para nada.

-Supongo que me lo merezco por crédula...

-Mas?

El sonido alertó a la castaña, sólo para encontrar a un hermoso Masquerain que la miraba fijamente, sus alas brillaban y se veía muy bien alimentado, era obvio que pertenecía a algún entrenador. Su esperanza se renovó ¿Acaso este Pokémon era de Brendan y lo mandó a disculparse? Pero, hasta donde sabía el chico del gorro blanco no poseía un Masquerain.

Es más, no parecía de su estilo.

-¿Estás perdido amiguito?

El pokémon bicho esbozó un gesto amigable y comenzó a revolotear sobre su cabeza, como si diera la señal para algo.

-Pareces muy feliz ¿Que te puso de esa manera?- dijo acariciando la cabeza del Pokémon, aunque sin entender su acción.

-¡Masquerain!

Una grave aunque melodiosa voz  llamó a sus espaldas, el entrenador del insecto decidió hacer acto de presencia, al girar pudo notar a un chico de cabellos y ojos verdes muy bien vestido, tenía un ramo de rosas rojas en la mano.

-No Masquerain, ella no es..

El aludido bajó sus antenas decepcionado.

-Tranquilo, no pasa nada, errores cometemos todos.

Cómo por arte de magia el pequeño volador recobró su ánimo dando vueltas nuevamente, ahora sobre la cabeza de su entrenador.

-¿Siempre es tan alegre?

-La mayoría del tiempo.

-Enriendo muy bien, mi Beautifly también es así, incluso a veces juega con su hilo de seda cuando está contenta.

-Si Masquerain produjera hilo seguro haría lo mismo...pero sabe Arceus como se enredaría con todo. Mi mamá me estaría gritando: ¡Tu muchachitooooo! ¡Ya te dije que no quiero ese insecto sobre mi mesa! ¡Mira como dejó mis flores!

La buena imitación de voz chillona les arrancó a ambos una risita, que pronto se transformó en fuertes carcajadas, Masquerain por su cuenta se posicionó sobre los mechones color chartreuse de su dueño tratando de ocultarse.

-Por lo visto que le tiene miedo a tu mamá...

-Y no es el único créeme.-se encogió de hombros con un leve sonrojó de vergüenza.  Ella sólo negó con la cabeza, le pareció bastante dulce.

-Entonces...¿Una cita a ciegas?-habló  señalando el enorme ramo de flores.

-Más o menos ...pero si quedó de verse conmigo por este lugar, aunque ya lleva retrasada un buen rato.

-¿Que tanto?

-Casi tres horas.

Esto disparó las alarmas de May recordando su propia situación.

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