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¿Acaba este chico decir omega así sin más? ¿Frente a una mujer mayor que seguramente no conoce el concepto?

No. Quizá el concepto sea diferente, quizá en este lugar -país, ciudad, lo que sea- la palabra signifique otra cosa. Sí, eso es.

La mujer tomó mi barbilla, analizando mis expresiones. Yo me quedé de piedra, esperando su veredicto final. Ella niega con suavidad y comenta que no hay indicios de que yo consuma o inhale drogas. El enfermero vuelve a mirarme, frunciendo el ceño, así que decido hablar:

— ¿Cuánto tiempo estuve inconsciente?

Lo más seguro, un par de meses. Quiero decir, me estampé contra un muro. Recuerdo a la perfección la sensación de mi rostro impactar contra el volante y la bolsa de aire activándose. Mi frente dolía, como demasiado. Mi nariz también. Ni siquiera podía moverme, dudo mucho que haya pasado tan poco tiempo. Sin embargo, eso sigue sin explicar cómo salí de Corea del Sur. Y por qué.

— Toda la noche —la doctora responde.

¿Qué?

— ¿La noche? ¿Solo una? —cuestiono.

— Sí —ella dice—. Hyonu te encontró cerca del arroyo, fuera del poblado.

— Estaba buscando hierbas medicinales —Hyonu asegura—. Estabas en medio del campo. Por poco no te veo; la grama estaba muy alta, pero fue tu aroma lo que te salvó. Llevo muchos años viviendo aquí y conozco a la perfección todos los olores allá afuera, así que supe que tenía que checar el lugar.

A lo mejor sí que consumí drogas. A lo mejor esto sea un sueño producto de ello. O quizá ya estoy muerto y este sea el cielo.

— Estabas inconsciente e hirviendo en la fiebre —él añade, y sus siguientes palabras tardan un momento en salir, pero lo hacen—. No pude dejarte ahí: ibas a morir.

— Esto... —miro alrededor—. No es que no les crea, pero yo tuve un accidente de carro.

— Oh —la doctora dice—. Entonces vives en una granja; quizá los animales se volvieron locos y te accidentaron. No tenías ninguna herida, por suerte.

— No, no... Me refiero a un carro, de esos que usan gasolina.

— ¿Carros que usan gasolina? —ella mira a Hyonu, que la mira extrañado también y entonces, me siento estúpido sin razón alguna—. ¿Es ese el medio de transporte que usan en esa tal Corea del Sur?

— Es común en todo el mundo —argumento—. Incluso en las zonas rurales...

— Señora P'i, este omega es extranjero, pero habla nuestro mismo idioma y con nuestro mismo acento. ¿Estará hablando de alguna isla?

— Corea del Sur está en Asia —respondo en lugar de la señora P'i—. Cerca está Corea del Norte, China, Japón...

— Esos países no existen aquí, jovencito —ella me dice.

— Entonces, ¿en qué país me encuentro?

— Yathor.

Yathor.

¿Como Yathor en Not Cherry Blossoms? No, no podría ser...

Pero... Omega. Me ha llamado omega; él huele a chocolate, ella a naranja. Yo realmente no puedo estar en el cómic. Es ridículo, sin sentido, un mal chiste.

— ¡Espera! —la señora P'i dice.

No la escucho; estoy de pie, caminando hacia un espejo que he logrado divisar. Quizá morí y reencarné en el cómic, ¿eso es siquiera posible? Corro al espejo y, entonces, me quedo sin aire:

It starts with love and it ends with you ❤ KookTaeWhere stories live. Discover now