Regalo de Afrodita

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Un rápido vistazo general permitió a Nico llegar a una conclusión. Afrodita había ocasionado un caos total.

Parejas besándose por doquier, gente declarándose de la nada a sus amores secretos. Gente peleando por apartar canoas en el lago para citas románticas.

Quirón estaba volviéndose loco intentando impedir el hotel 3 estrellas que intentaban anunciar los visionarios hijos de Hermes que eran muy pequeños para ser afectados por la magia de Afrodita.

Nico huyó caminando hacia las cabañas.

Will no estaba cerca, pero no quería arriesgarse a averiguar qué cosa bochornosa podría hacer si lo veía.

En el mejor de los casos Will sería más empalagoso que de costumbre, quizás hasta le cantaría, pero en el peor de los casos... el propio Nico podría hacer las incontables estupideces con las que siempre había fantaseado.

No, eso no iba a suceder.

El hijo de Hades zigzagueó evitando a los campistas enamorados, sintió que el alma le volvía al cuerpo cuando consiguió pisar el porche de su cabaña. Sin querer tentar a su suerte se apresuró a entrar.

Una vez colocado el seguro suspiró aliviado. Después su gestó se deformó en un puchero. Por culpa de Afrodita no vería a Will hasta el siguiente día. Eso era lo más prudente, pero le molestaba.

–¿Qué pasa? –cuestionó la voz de Will a sus espaldas. El hijo de Hades se congeló.

Nico se volvió lentamente con una expresión de horror en el rostro.

Había estado demasiado atento en asegurar su puerta que había pasado por alto que no estaba solo.

Will estaba sentado en una litera con un libro de medicina en sus pies. Parecía que había intentado leer, pero al final se había rendido, porque, aunque la luz en la cabaña estaba encendida no parecía ser suficiente para leer, ya que las paredes negras absorbían la poca luminosidad.

–¿Estás bien? –preguntó Will con su voz calmada y armoniosa.

El corazón de Nico dio un vuelco comenzando a golpear rápido en su pecho. ¿Por qué demonios Will se veía tan bien?

El cerebro de Nico parecía haberse tomado unas vacaciones, le era difícil concentrarse con Will sentado en su cama, con ese cabello rubio despeinado y ojos azules. El chico estaba allí, como si fuera una obra de arte viviente dispuesta para iluminar la cabaña triste.

Nico clavó su vista en el suelo no podía verlo, si lo hacía un abrumante anhelo de abrazar al rubio lo atacaba.

–¿Qué... qué... haces tú aquí? –consiguió decir.

Will se incorporó preocupado –¿Qué pasa? –cuestionó.

Nico apretó los labios, podía detectar el tono preocupado en su voz. Se quedó callado.

¿Qué se suponía que respondiera? No podía decir "Ay Solace serás estúpido me estaba escondiendo de ti y vienes y te metes a mi cabaña. ¡Te acabas de autosecuestrar!".

Reprimió el impulso de hablar porque no estaba seguro de tener la voluntad para echarlo dignamente, y corría el riesgo de que lo próximo que saliera de sus labios fuera un "¿Will nos besamos?".

Will se encogió. Pero aun así se aclaró la garganta y comenzó a parlotear –Ya sé que no debí venir si no estabas, pero es que... veras presencié algo vergonzoso y Kayla bueno, me corrió de la enfermería. –le contó –pensé que estaría bien si te esperaba aquí, ya que hoy tengo un extraño imán para interrumpir gente bes... gente ocupada.

One-Shot's Solangelo y otras parejasNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ