Capítulo 13

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Había cuatro personas situadas en la azotea del hospital: dos chicos y dos chicas. Yuji había convencido a Hiromi para que se uniera a su lado en aquella guerra y el abogado les cedió sus 100 puntos para poder cambiar unas de las reglas del Juego de Sacrificio. Por otro lado Megumi había localizado a Ángel dentro del cuerpo de Hana Kurusu, quien había decidido no tomar el control del cuerpo y borrar la consciencia de la adolescente, prefiriendo trabajar con ella, algo que quedaba remarcado por la actitud de los distintos hechiceros de tiempos antiguos. El más amable, sin duda estaba siendo Ángel para ambos adolescentes de la escuela de Tokio, quienes estaban un poco sorprendidos porque el hechicero no hubiera tomado el cuerpo de la muchacha.

Los hechiceros que habían vuelto a la vida desde una época en la que Kenjaku realizó los pactos (1000 años antes del punto actual de la historia), habían tomado el control de los cuerpos donde habían reencarnado, aunque esto era un término que ninguno de los hechiceros estaba seguro de usar, pues no eran precisamente los hechiceros de antaño, si no que eran solamente su consciencia en cuerpos de personas actuales.

Y eran peligrosos.

Los hechiceros despertados en la actualidad como Hiromi Higuruma, estaban dentro de un número demasiado elevado de personas que fueron despertadas con un ritual para convertirse en hechiceros modernos. Pero no por ser el número más elevado, eran los más fuertes. Tras las dos peleas que Yuji tuvo en la colonia, descubrió que Higuruma tenía un talento real para aquello, un poder que podía equipararse al de un hechicero de primera categoría y todo sin conocer nada sobre el mundo sobrenatural.

Yuji, Megumi, Hana y Tsumiki estaban en la azotea del hospital donde había estado residiendo la hermanastra del estudiante de primer año. Ya contaban con los puntos necesarios para poder hacer el cambio en las reglas que les permitiera sacar a la chica de aquel juego. Ese había sido uno de los objetivos.

―Voy a transferirte los puntos―el murmullo salió de la boca de Yuji Itadori. El chico había dejado a Hiromi en el teatro donde lo había conocido tras su pelea. El hombre había asegurado estar de su lado cuando la guerra contra Kenjaku empezara y el adolescente no tenía nada que le indicara que Hiromi iba a hacer lo contrario a lo que había prometido―. Con esto...

Tsumiki Fushiguro miró hacia su hermanastro. Yuji le había transferido los puntos y podía añadir una regla a las que fueron coladas por el maestro del Juego de Sacrificio. Podía poner cualquier regla que no vulnerara las demás y que el mismo juego encontrara prudente poder poner dentro de la lista.

―Quiero cambiar una regla―su voz salió como un murmullo apenas audible―. Quiero añadir una regla, más bien―señaló, elevando su mirada―. ¡Quiero que los hechiceros puedan moverse entre las colonias!

Fue en aquel instante que los otros tres chicos lo sintieron. Una sensación desagradable llenó el cuerpo de Yuji y lo dejó estático por los siguientes segundos. Los oscuros ojos de Megumi tomaron forma de dos enormes platos ante la imagen que estaban viendo. Frente a ellos, frente a los tres, Tsumiki rio como si estuviera desquiciada, como si estuviera completamente loca, como si hubiera perdido completamente la cordura. Cuando "Tsumiki" miró a los adolescentes, los ojos que fueron de la hermana de Megumi habían desaparecido completamente y ahora el brillo oscurecido era el de una hechicera milenaria.

―Tú...

―¡Oh, es tan bueno haber vuelto!―ella gritó, deshaciéndose de la manta que había ocupado su cuerpo mientras estaba sentada en la silla de ruedas. "Tsumiki" reaccionó al movimiento de Yuji y lo derribó contra el suelo, superando la reacción de Megumi por varios segundos―. Tener nuevamente un cuerpo, es una de las cosas que mejor pueden haber ocurrido. Tener nuevamente una...vida, me darán la forma de unirme con el único hombre que he amado.

Útero MalditoWhere stories live. Discover now