Capitulo 7 - Saith Rossi

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El tintineo de las llaves al abrir la puerta es lo único que me acompaña en el silencio del departamento. Me recibe un comedor en penumbras y solitario. Los ventanales enormes frente a mi, dan hacia las luces de la ciudad y una lluvia que antes no había, se asoma con gotas que colisionan contra el vidrio.

Cierro la puerta a mis espaldas y desactivo la alarma que indica mi intrusión en la morada. Toco el interruptor y me dan la bienvenida las luces cálidas sobre mi cabeza. Camino con familiaridad hacia las escaleras a mi lado. Subo peldaño por peldaño, hasta dar con la puerta de madera en medio del pasillo. De mi llavero, tomo otra llave y con un click, abro la habitación. Prendo de nuevo las luces y una pared de corcho con fotografías pegadas en ella me reciben.

    Dejo caer mi mochila a lado del escritorio y mi celular sobre la mesa. Tomo un paquete de chicles que había dejado abierto y lo mazco, ensimismado en las pistas que logré recolectar hasta el momento gracias al oficial Rogers. El investigador a cargo del caso de Aradia y mío.

    Luego de la explosión, Rogers me interrogó acerca de todo lo que sabía, asi que aproveché la oportunidad.

Entre visitas a su oficina y charlas sobre el acontecimiento, logré ganarme su confianza de a poco. A hurtadillas, he tomado algunos de sus folios con los archivos confidenciales y he sacado fotografías con el celular para luego imprimirlos aquí.

    Miro fijo hacia un coche de último modelo sin patente. Un encapuchado y una silueta conocida se encontraban allí, captadas por las cámaras de la ruta. Las últimas huellas que dejó Muerte antes de escabullirse como una rata.

    Parecía ser que las huellas de Steve en la tierra indicaban un camino hacia la calle, donde gracias a una cámara, se observó que un auto lo esperaba. Fue el último avistamiento que se obtuvo de él.

    El hijo de perra tenía cómplices.

    ¿Con cuantas otras familias ha estado haciendo pactos y promesas de sangre?

    ¿Acaso Aradia y yo no éramos los únicos atrapados en sus garras?

    A mi costado una pequeña ventana cuadrada muestra una lluvia cada vez más violenta y me pregunto en qué parte del planeta podrá esconderse.

    El pitido de mi celular me saca de mis pensamientos y desbloqueo la pantalla.

        Rogers: St. George 341. Ven a esta ubicación.

    Luego de alegar con mi necesidad de justicia, Rogers me ayudó a inmiscuirme un poco en sus asuntos. Él cree que sólo soy un niño que intenta cerrar un episodio traumático de su vida.

    Y es mejor que siga creyendo eso.

    Tomo mis cosas con decisión y bajo por el ascensor hasta el subsuelo.

    Las puertas metálicas se abren en el estacionamiento del edificio. Saco del bolsillo de la mochila las llaves y abro la puerta del conductor.

    Con velocidad, salgo hacia la fría noche envuelta en agua y activo el parabrisas. Según Google Maps, estoy a tan solo unas manzanas de la ubicación.

    Las luces azules y rojas de los autos de los policías son lo primero que veo junto a una cinta amarilla que rodea a todo un edificio.

    Estaciono cerca y salgo con premura. Algunos transeúntes curiosos obstaculizan mi camino pero entre empujones y disculpas abro el paso y lo que veo me deja de piedra por unos segundos.

    Un cuerpo se hallaba clavado en la pared. La sangre chorreaba a borbotones, mezlcandose entre los ladrillos del edificio. Brazos y piernas estaban extendidos en cada extremo, como una cruz.

Los sueños de Aradia BlumWhere stories live. Discover now