Capítulo 5 - Saith Rossi

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            La insistencia de la vibración en mi bolsillo es lo primero que percibo al despertar. Hago un esfuerzo por abrir los ojos e inconscientemente llevo mi mano hacia el celular. Entrecierro los ojos para leer el número de llamada y lanzo el aire exasperado. Sin pensarlo, apago el celular y vuelvo a guardarlo. Apartando los vestigios del sueño, centro mi mirada en el rostro que permanece impasible. En algún momento del día me quedé dormido en el asiento a lado de su camilla. Mi mano sigue enlazada a la suya, como si ni siquiera de forma inconciente pudiese apartarme de ella.

—Permiso.

La voz de Rosalinde me saca de la línea de mis pensamientos y me volteo. Pasa por mi lado, haciendo ruido con sus tacos. Revisa la vía que conecta con la piel de Aradia por donde pasan los nutrientes necesarios, y me dirige una media sonrisa.

—¿Qué hora es? —pregunto aún un poco adormilado.

—Son las cuatro de la tarde. El padre de Aradia vendrá en cualquier momento junto a los amigos de ella.

Cuando me dijeron que Aradia estaba en coma, fue como si me arrancaran el corazón. El padre de ella, Oliver, estaba que caminaba de punta en punta en los pasillos del hospital, así que me acerqué.

"—Señor, Blum. —dirigí la palma de mi mano hacia su hombro para transmitirle seguridad. —Ella es fuerte, saldrá de esta.

No sabía si trataba de convencerlo más a mí que a él.

Él se volteó con los ojos inyectados en sangre. Recuerdo haber apretado la mandíbula para no echarme a llorar ahí mismo como un bebé, pero cada latido que sentía, era como cuchillas clavándose sin piedad.

—Gracia, muchacho.

Esforzó una media sonrisa y me devolvió el gesto con un apretón en el hombro de forma afectuosa. El gesto me recordó por un momento a mi papá pero aparté ese pensamiento de inmediato.

—Puedo quedarme a cuidar a su hija.

Me ofrecí en un tono amable, aunque por dentro estaba a la defensiva en caso de que Oliver no confiase en mí y no me permitiera verla. Y aunque no me lo permitiera, no me importaría, vendría de todos modos. Ni él, ni nadie, evitaría que yo estuviese a lado de Aradia.

—¿Está seguro? No...

—Si —sentencié con seguridad. —Quiero quedarme a lado de Aradia."

Me estiro en mi asiento pero el tirón de la cicatriz me impide que me extienda más. Por suerte, Oliver no se negó y nos organizamos para cuidarla. Mientras él trabaja durante el día, yo me quedo con Aradia hasta que él vuelve y yo voy al apartamento que estoy alquilando a unas manzanas del hospital. A veces viene solo, otras acompañado de su novia, Karol. Por lo que descubrí al husmear un poco, ella era la psicóloga de Aradia y cuando la internaron, comenzaron a acercarse hasta tal punto que se enamoraron.

Ambos son buenas personas. Oliver es un hombre compasivo. Si bien al principio me miraba con un dejo de desconfianza, no resultó esos típicos padres celosos que no quieren que un chico se acerque a su hija y eso fue bastante extraño para mí, estaba preparado para pelear si era necesario con tal de estar cerca de Aradia, pero me sorprendió lo rápido que gané su confianza. Lo mismo con Karol, es una mujer empática que siempre está preguntando si me encuentro bien. A veces me resulta fastidioso, pero lo manejo.

Un escalofrío me recorre al pensar si La Muerte me hubiese enviado a matarlos.

Todavía recuerdo los quejidos de mi primera víctima, que luego descubrí, era la amiga de Aradia. Cuando tengo pesadillas con los asesinatos, a veces me planteo si siquiera merezco vivir. Merezco el mismo destino o peor por aquellos a quienes les arrebaté la vida.

Los sueños de Aradia BlumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora