Todos los besos

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La feria de la Academia era un evento en el que lo que recaudado era destinado a una asociación con fines benéficos. Este año apoyarían a un refugió para animales y el presidente del consejo estudiantil, un amante de los animales y en especial de los perros, había puesto todo su esfuerzo, junto con su equipo, para que esta feria fuera LA feria.

Habían solicitado a cada grupo y club que participara con un puesto para la misma y habían hecho publicidad por toda la ciudad invitando a la población a asistir. Todo pintaba para ser un evento memorable en la historia de la academia. Una semana antes, los alumnos comenzaron a preparar todo. El comité estudiantil a cargo estaba realmente orgulloso de su trabajo y el de sus compañeros, ya que al parecer todos estaban muy dispuestos ese año.

Los jardines estaban repletos de estantes a medio hacer, carteles y alumnos que iban y venían. Habría puestos de comida y bebidas variadas (nada con alcohol, porque eran menores de edad), incluyendo algodones de azúcar, hot dogs y hamburguesas, malteadas y hasta un puesto tan atrevido como un maid café; también había juegos como lanzar dardos a globos, derribar botellas, y otros más modernos; habría también una casita del terror, una disco de los 70s y bodas falsas. Y por supuesto, los perritos y gatitos del refugio tendrían su espacio, con la esperanza de que fueran adoptados. Y había gran expectación por un puesto en particular, el del propio comité. Era quizás el más ambicioso de todos y el que también emocionaba a toda la población de la escuela: un puesto de besos. Serían ellos, los del comité, los que venderían sus besos. Sería un éxito garantizado, no había duda, en él estaban los alumnos más guapos, populares y codiciados de la Academia.

Pero mientras el 99.999% de los estudiantes estaban emocionados hasta el punto de dar brincos e imaginarse aquel momento en el que fueran besados por uno de ellos, un 0.0001% estaba a punto del colapso. Y con ese porcentaje, me refiero prácticamente a una persona: Tony Stark.

Stark era el presidente del club de ciencias. Su club se encargaría de los juegos de mesa, de cartas (tipo Yu gi Oh!, o pokémon, porque los juegos con naipes se los habían prohibido desde la dirección) y de los video juegos. Sin embargo, había dejado todo en manos del vicepresidente, Bruce Banner y se había dedicado a perseguir a la vicepresidenta del comité estudiantil por todo el campus, un día antes de la feria.

Natasha Romanoff parecía disfrutar de su desesperación y solía dejarlo a la mitad de una oración, o le decía que hablarían luego, así que ahí iba él corriendo detrás de ella.

―Ha sido tu idea, ¿verdad? ―le recriminó Tony en algún momento.

―¿Por qué piensas eso?―le había dicho ella con una media sonrisa que, ante ojos de Tony, era malvada.

―¿A quién más se le habría ocurrido? Bucky, Sam y Thor son unos tarados, habrían preferido poner algo como pollos estilo Kentuky. Y Steve... a Steve nunca se le ocurría algo así.

―Tony, tengo visión de negocios, será muy lucrativo y además estoy tratando de reclutar más personal. Casi tengo a Strange en la bolsa y Quill acaba de aceptar. Quiero ves si puedo convencer a Carol y a Pepper. ¿No te quieres unir?

―¡NO!

―Bueno si estás preocupado por nuestro éxito y que sin duda patearemos el trasero del club de ciencias...

―No es eso―refunfuñó Tony.

―Entonces, ¿qué es? ¡Ya sé! Estás celoso porque no se te ocurrió antes.

―¡Qué no! Es que... no entiendo. Tú... ¡Vas a vender los besos de tu novio! Y al Bucky menso ese, ¿acaso no le importa que vendas tus besos?

―Es por una buena causa. Y si nosotros no tenemos problemas, ¿a ti en qué te afecta? No es como si tú tuvieras un novio o novia participando. Y si no vas a participar tú, ni te preocupan las ganancias, ¿cuál es el problema?

Stony series Vol. 6Where stories live. Discover now