En el cielo

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Como todos los viernes, Tony se reunió con sus amigos en el café que quedaba a unas cuadras de su universidad. Les gustaba ir ahí por el buen café que servían y por el espacio acogedor con el que contaba. A Tony le encantaba sentarse en las mesas de las esquinas, junto a la ventana, sus amigos solían bromear con él, diciéndole que era parte de su naturaleza gatuna y quizás era así. Si por él fuera se haría un ovillo en el asiento acojinado y se echaría una buena siesta. Pero había otra razón por la que le gustaba ese lugar, desde ahí podía ver cuando él llegaba.

Él era un ex soldado, al menos eso decían los rumores, que tenía un estudio de pintura a unas cuadras de ahí. A veces, Tony se pasaba enfrente de su local y miraba de reojo al interior como quien no quiere la cosa. No miraba los cuadros, aunque sabía que eran buenos y se decía que sus clientes eran gente adinerada; él miraba al pintor, aunque no siempre estaba en el local. Pero, todas las tardes, éste hacia una pausa e iba al café, pedía una bebida diferente cada vez y regresaba a su estudio. Se llamaba Steve y para bien o para mal, pertenecía al grupo de los caninos.

―Dicen que el sexo es genial ―pronunció Loki. Él, como Tony, era un felino, sus orejas eran negras con la punta blanca, al igual que su ondulante cola ―. Los perros forman un nudo en la base del pene cuando se corren, y dicen que eso se siente genial. Además, eyaculan durante mucho tiempo, así que te estás muriendo de placer como por veinte minutos.

―Iugh, odio cuando te pones tan especifico ― pronunció Pepper, moviendo sus orejas pelirrojas casi naranjas con desdén.

―¿Te gustaría probarlo, Loki? ―Rhodey se rascó su oreja chocolate oscuro con los dedos, un poco incómodo.

Loki sonrió de medio lado, todos sabían la respuesta a eso. En la esquina de su casa había un gimnasio al que este solía ir, odiaba el ejercicio, pero le encantaba ser guiado por las manotas de su entrenador de orejas rubias y músculos de pitbull.

―¡Qué pregunta, Rhodey! Loki es un promiscuo ― apuntó Tony.

―Pero bien que te gustaría hacerlo con el pintor―le reviró Loki.

Justo entonces, como si lo hubieran invocado, Steve hizo sonar la campana del café al abrir la puerta. Las orejas castañas de Tony se irguieron atentas en su dirección, mientras su cola se movía en ondas bajo la mesa. Nadie dijo nada más y tornaron los ojos hacia el recién llegado.

Steve tenía la apariencia de ser descendiente de los golden retriever, sus orejas tenían ese color rubio dorado y su cola ese pelo abundante y desparpajado, además, era amable y educado siempre a la hora de hacer su orden. Poseía un encanto natural que pocos podían ignorar.

―Un frappe chai, por favor ―lo escuchó decir Tony desde su asiento, agudizando sus oídos felinos.

―¿A qué nombre? ―preguntó la dependienta con un ligero temblor en su voz. "Seguro que también le gusta", pensó Tony.

―Steve ―dijo este y Tony suspiró, le gustaba escucharlo decir su propio nombre, y había sido así que se había enterado de éste.

Loki rodó los ojos.

―No vayas a entrar en celo aquí, eh.

Tony frunció el ceño y tuvo que desviar la vista de Steve para mirar a su amigo con ojos amenazantes.

―Cierra la boca.

―Al paso que vamos ―dijo Pepper para defender a Tony ―, es más probable que tú entres en celo durante uno de tus entrenamientos.

―Hazme la buena ―dijo Loki con una sonrisa pícara.

En cuanto a su naturaleza, se tuviera herencia felina o canina, no había mucha diferencia. Ambos podían sentirse atraídos, pero el celo en los gatos como Tony o Loki debido a su carácter receptivo podía ponerlos en un aprieto como, por ejemplo, un embarazo no deseado. Pero Tony no se preocupaba por eso, su primer celo no había llegado, y según su médico eso podía indicar una gran posibilidad de esterilidad. Sus padres estaban preocupados por ello, pero él, en realidad, no tanto, no en ese momento de su vida.

Stony series Vol. 6Where stories live. Discover now