Deuda del destino

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―Me iré en el otoño ―fue lo primero que dijo Víctor von Doom a Tony cuando fue a verlo aquella tarde a su casa en Malibú ―. Me gustaría que vinieras conmigo.

Tony había estado saliendo con él hacía ya alrededor de un año. Si era honesto consigo mismo no tenía queja alguna. Compartía muchas cosas en común con él, tenían temas de conversación y el tiempo que pasaban juntos era agradable. Sus hijos, además, aprobaban la relación y tenían un trato cordial con él. Se podía decir que, en general, eran una buena pareja. El problema era que Víctor no era estadounidense, de hecho, vivía en Latveria, en Europa. Pertenecía a la casa real y según los rumores, su padre estaba a punto de morir, lo que lo convertía en el próximo rey y, por lo tanto, tenía que volver a su país, acompañar a su padre en el lecho de muerte y quedarse para asumir el cargo.

―Cásate conmigo ―le dijo tomando sus manos ―, será una buena vida.

Tony le miró y sonrió

―Ya he tenido una buena vida ―le dijo ―. Víctor te lo agradezco, pero no creo que sea buena idea.

―Claro que lo es. Puedo darte todo lo que necesites, serás como una reina.

―Ya tengo todo lo que necesito. No creo que pueda adaptarme a las reglas de la realeza y, además, mis hijos están aquí.

―Son adultos, Tony. Hablé con ellos antes y ellos están de acuerdo. Tómalo como una aventura.

―Estoy muy viejo, Víctor. No puedo darte herederos ya.

―Eso lo podemos resolver de alguna manera.

Tony suspiró, sacudió la cabeza y negó.

―De verdad creo que...

―¿Me quieres? ―preguntó Víctor interrumpiéndolo.

―S...sí―respondió Tony titubeante.

―Nos llevamos bien y nos divertimos. Ven conmigo.

Esta conversación se repitió una y otra vez. Cada vez que ocurría, Tony se sentía en apuros. Claro que quería a Víctor, pero no tanto como para dejar su país y todo lo demás. Las cosas no mejoraban cuando hablaba con sus hijos, ambos, jóvenes universitarios, le aconsejaban con todo el entusiasmo de su edad y, también, con cariño, que se casara. "Tienes todo el derecho a rehacer tu vida, pá", "Sería como vivir un cuento de hadas, no lo desaproveches", eran algunas de las frases que le decían a menudo. La insistencia de uno y de otros, terminó por convencerlo de que aquella no era tan mala idea, pero aún mantenía sus reservas.

Por aquellos días, recibió un mensaje desde Nueva York, pedían que asistiera para solventar algunos asuntos de su empresa. Ese viaje lo entusiasmo más que aquel otro que le planteaban. Decidió que este le serviría para tomar distancia y pensar las cosas. Además, extrañaba su ciudad natal. Hacía tiempo, años, que no iba más que para pequeños asuntos como ese, pero siempre llegaba directamente a las oficinas de su empresa y de ahí de vuelta al aeropuerto. Para esta ocasión decidió quedarse un poco más, pasar unos días por ahí y pasear por la gran manzana como un turista. Cuando informó de esto a Víctor este torció el gesto.

―Tony, no puedes irte sin darme una respuesta. Necesito saberla para arreglar la logística de mi viaje.

―¿No puedes esperar a que vuelva?

Víctor negó y sujetó sus manos con apremió.

―Cariño, por favor, ¿acaso no te hago feliz? Te prometo que Latveria te gustará, nada te hará falta, incluso podrías poner una filial de tu empresa ahí. Ven conmigo, cásate conmigo, yo te quiero.

La suplica y la vehemencia con la que era dicha y repetida, finalmente dejo sin excusas a Tony. Pensándolo seriamente, no tenía excusas realmente. Respiró profundamente y miró a Víctor.

Stony series Vol. 6Where stories live. Discover now