Capitulo 3: La primera impresión

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A las 7 de la mañana estaba yo vestida y con las últimas cosas que me faltaban por guardar, ya empaquetadas. Cuando sonó el timbre y abrí la puerta, me encontré a Marga y Lucía con tres cafés y una bolsa con lo que parecían ser dulces. Las dos tenían caras sonrientes, pero miradas tristes.

-¿Que hacéis aquí, locas?

-¿No creerías de verdad que te ibas a ir sin despedirte de nosotras, no?

-Pero si ayer me montasteis una despedida como si me fuera a la luna

-Pero eso era para todos, esto es solo para nosotras.

-Y Belén te manda esto.

Me dice Marga tendiéndome una bolsa de papel

.-Quería venir con nosotras, pero ya sabes, tan temprano no tiene con quien dejar a los niños.

En la bolsa encuentro una nota que dice: "Para que tengas un dulce comienzo en tu nueva casa" y una caja que reconozco nada más verla. Son unos donuts artesanos con forma de muñeco o de estrella, la verdad es que nunca nos ponemos de acuerdo con su forma. Pero en lo que estamos todos de acuerdo es que están buenísimos, los hay con muchos rellenos diferentes y Belén me ha comprado un surtido de ellos. Madre mía, que ricos!

-Anda guarda eso para cuando estés en tu pueblo, que hemos traído cruasanes.

Dice Lucía buscando alrededor suyo algún sitio donde ponerlos.

-Tendremos que desayunar en la cocina, acabo de desinflar el colchón inflable que era lo único que quedaba.

-Pues en la cocina será.

Y nos tomamos uno cafés en unos vasos de cartón con unos cruasanes, de pie y apoyadas en las encimeras de mi vacía cocina y sin apenas hablar. Pero ni el capuchino más pijo del mundo, ni el pastel más elaborado, me abrían sabido mejor. Y tampoco necesitaba ninguna conversación profunda, además de que no hubiera sido capaz de hablar mucho sin echarme a llorar. Pero tampoco hacía falta decir nada.

Sonó otra vez el timbre y eran Francisco, el transportista que me recomendó Samuel. Y venía con su hijo, un chico de unos veinte años, que le ayudaría en la mudanza.

Tras las presentaciones y los saludos, el hombre me dijo que Samuel le había informado que no debo coger peso, así que me pidió por favor que les dejase hacer a ellos, que yo solo les indicase si había algo frágil con lo que tener más cuidado y que ellos se encargarían de todo.

Y así fue, cargaron todas las cajas, mis maletas y algún cuadro, cojines y un espejo de pie que tengo desde pequeña, que me lo traje de Madrid, de casa de mi padre y me lo llevo conmigo a Sotillo. Francisco y su hijo se fueron con el camión y Lucía y yo íbamos con el coche de Samuel. Magda se quedó en la puerta de la que había sido mi casa los últimos años, sonriéndome e intentando ponérmelo fácil.


Llegamos a Sotillo casi al mismo tiempo, y nuevamente no me dejaron descargar más que los cojines y alguna maleta de las de ruedas. Y como había marcado las cajas, las fueron dejando cada una en la habitación correcta, así no tendría que moverlas y las podría ir vaciando a mi ritmo. Cuando nos quedamos solas en la casa, estaba súper nerviosa. Contenta pero nerviosa, y Luci me lo noto, y sin darme tiempo de pensar mucho cogió su bolso y el mío y dijo:

-¡Vamos de compras!

Y eso hicimos, nos subimos al coche y nos fuimos a ElCuervo. Primero buscamos el supermercado que yo había visto por internet, quehacen entregas a domicilio en Sotillo. La verdad es que estaba muy bien, erabastante grande, y también tenía la opción de realizar la compra  online. Lo que me resultaría muy útil. Compramos un poco de todo: comida, bebida, bastantes congelados como pescado y verduras, productos de limpieza, algunas conservas... decidí que los helados, las pizzas y todo lo que podría provocarle un infarto a Luci, lo pediría online cuando ella se fuera. No quería que empezara con sus miradas desaprobadoras y sus discursitos de vida sana. Que reconozco que tiene razón, pero... es que todo lo que me gusta es malo. Pero está tan bueno...

REINICIARSE A LOS 40Where stories live. Discover now