Capítulo 5. La Reina de la noche

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Es la hora...—terminó de decir el dragón en un lenguaje antiguo que solo Hancock pudo entender.

Ella observó sin moverse como acercaba una de sus garras hacia ella, así como la punta afilada de esta brillaba con destellos que molestaba en los ojos de ella, incluso sintió que la cegaba. Sin embargo, en ese instante un fuerte impacto la hizo caer al suelo a pocos metros alejándola del dragón, el cual había recibido el impacto, aunque no parecía haberle hecho nada de daño, solo había conseguido enfurecerlo.

Hancock desvió su mirada hacia el lugar de donde había llegado el ataque. Sorprendiendose  al reconocer al atacante. Se trataba del mismo hombre que según sus hermanas la había salvado anteriormente. ¿Cómo era su nombre? Recordó en ese instante habérselo preguntado.

—Atrás, a un lugar seguro—se apresuró a decir. Colocándose delante de ella como señal de protección.

Ella aun sentada en el suelo, se irritó por la irrupción de aquel sujeto. ¿Quien se creía que era?

—No necesito la ayuda de ningún miserable hombre—expresó ella con voz dura. A pesar de la adrenalina por una inminente batalla que posiblemente le conduciría a su muerte, el hombre volteo su mirada hacia ella, al sorprenderse del desprecio que percibía en sus palabras. Sin embargo ignoró aquello centrando su vista en la bestia que se encontraba revoloteando en el cielo. Hancock se incorporó. Plántandole cara al hombre, recién había recordado su nombre.—¿¡Me estas escuchando!?—exclamó irritada.

Dracule quiso responder, pero en ese momento el gran rugido del dragón hizo que todo su cuerpo se paralizara. Jamás creyó presenciar la temible majestuosidad de aquellas criaturas que se consideraban leyendas.

Inicialmente tenía intenciones se ahuyentar a la bestia, y llevar a un lugar a salvo a Hancock, sin embargo, en ese momento no veía como podría salir de aquella situación sin antes intentar luchar.

Ante la incredulidad de Hancock, corrió alejándose de ella y acercándose al reptil gigante. Ella intentó detenerlo pero fue imposible, aquel hombre parecía tener mucha experiencia en batalla, tenía una gran velocidad. Pero aún así se ponía en duda si podía hacerle frente a la criatura él solo.

La bestia no pensaba perdonar aquella impertinencia, de esa manera empezó una batalla que terminó com un desenlace trágico.

Hancock corrió hacia el cuerpo mortalmente herido del hombre. Comprobando que no había nada que hacer.
La bestia descendió una vez más a tierra. Parecía intentando examinar el proceder de la mujer ante aquel acontecimiento.

—Un mortal debe entender su lugar entre todos los seres—hablo este a nadie en específico,  como si estuviera recitando palabras que había escuchado anteriormente.

—Son seres inferiores ante los dioses—completo ella, las palabras salieron de sus labios sin siquiera detenerse a meditarlas. En ese momento comprendió que tenía una conexión, un vínculo que hasta ese momento no entendía, ni conocía, pero del cual era imposible escapar.

Con paso lento pero decidido empezó a acortar las distancias. Esta vez no sentía miedo, a pesar de que conocía lo letal que podía ser el animal legendario. Ahora era invadida por el deseo del conocimiento, de la comprensión de su lugar en ese plano terrenal, de su posición. En ese momento solo importaba una cosa: conocer su identidad, su verdadera identidad, y algo le decía que las respuestas se encontraban ahí al alcance de su mano... o de las garras del dragón.

Este a su vez ya no se encontraba en estado de alerta y defensa. Le hacía entender a Hancock que no tenía que temerle.

Cuanto estuvieron suficientemente cerca, Hancock tuvo el impulso de tocarlo con la mano, acercó su mano derecha hacia el costado superior de la mandíbula. A su tacto la piel del animal era tan dura y áspera que Hancock sintió como el simple contacto a su mano le hacía daño, estaba increíblemente caliente y por ese segundo creyó que se quemaría por lo que rápidamente se apartó.

—¿Quién soy?—preguntó ella,  fue casi un susurro pero el dragón la escuchó perfectamente.

—Es hora del regreso de la oscuridad—habló quedadamente mientras se erguia  y volvía a levantar su garra, como lo había hecho antes de que lo interrumpiera Dracule.

Cuando aquella bola brillante que se extendía desde la punta de la garra, tocó la cabeza de Hancock sus ojos se abrieron de par en par, y aquella luz brillante la envolvió alzándola del suelo, su cabello negro bailaba en ondas como si una fuerte brisa se enfrentara en contra de ella. Aquello duró solo unos minutos. Y cuando su ser absorbió todo.  Sus ojos se abrieron, reflejaban un brillo especial, que para el dragón no pasó desapercibido.

Sus ropas se transformaron en un hermoso vestido ojo con un gran escote adelante y atrás, la tela tapaba a duras penas sus grandes pechos bien formados y plenos. La tela del vestido caía hasta sus pies, sin embargo poseía aberturas en las cuales sus largas piernas podían ser perfectamente visibles. Su piel tersa parecía brillar a la luz de la luna, sus labios carnosos tomaron un color vivo que invitaba a la seducción. Sus argollas de un material mas puro y brillante que el oro tomaron forma de serpientes. Una mujer superior, todo en ella era perfección. La personificación de la belleza, la astucia, la feminidad y la lujuria. La "Reina de la noche" había despertado.

Su ascenso desencadenó terremotos, volcanes erupcionaron, los mares hundieron de barcos. Restos enterrados en sus tumbas despertaron. El mundo se estremeció... la larga noche había llegado.

Una media sonrisa se dibujo en su rostro. Los ojos reptiles del dragón tomaron forma de corazón.

Hancock se acercó a él. —Bien hecho, Salomé— o mejor dicho, a ella, porque es una dragona. Salomé parecía dichosa ante las felicitaciones de su ama.

La diosa se alejo de la dragona para posteriormente caminar cerca del cuerpo sin vida de Dracule.

Observó sin expresión en su rostro el cuerpo.

La muerte de aquel hombre a los ojos de ella fue totalmente innecesaria. Pero más allá de eso, tenía que reconocerle su valentía y deseo de protegerla, en agradecimiento le concederia continuar su vida.

Con una de sus largas uñas hizo un corte en la parte interna de su muñeca derecha. Las gotas de sangre empezaron a derramarse. Hancock acercó su brazo a la altura de su boca permitiendo que la sangre cayera directamente sobre su boca.

—Hoy te levantarás como mi adalid, el liquido de vida será tu alimento y no volverás a conocer la muerte. A partir de hoy, hijo de la luna serás...

La enorme herida en su pecho empezó a cerrarse rápidamente, de repente sus párpados se abrieron bruscamente, el color de su iris se transformó en dorado brillante y sus pupilas antes redondas ahora se habían separado en orbes circulares que se extendían en toda su cavidad ocular.

Su pecho no se movía, pero su cuerpo rápidamente recobro la compostura y su intelecto emergió comprendiendo rápidamente que se encontraba delante de su creadora.

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Hola! Espero que les haya gustado el capítulo.

¿Cuales son sus teorías?: ¿que pasó con Luffy? ¿Hancock es la villana de la historia desde el principio? Se que hay muchas dudas pero poco a poco todo se ira esclareciendo.

¡La diosa Hancock me encanta! Ya veremos que más sucederá, estoy emocionada aaaaa!!

Si les gustó, déjenme su comentario y voto, gracias por el apoyo, (tanto a los que comentan y votan como a los que prefieren pasar en incógnito) ♥️

Hasta la próxima!

Mil Años Sin Ti | Luffy & HancockDonde viven las historias. Descúbrelo ahora