—¿No quieres que vaya contigo? —no me extrañó escuchar esa pregunta de Nikolai a mis espaldas poco después. Sé que él estaría dispuesto a acompañarme si se lo pedía, pero su presencia solo sería un estorbo, ya que me preocuparía más por su seguridad que por la mía.

—Quizás la próxima vez —respondí sin voltearme, dirigiéndome hacia Leo y Abraham, quienes me esperaban junto a un jeep negro. A pesar de que teníamos la misma edad y nos graduamos de la academia al mismo tiempo, no dudé en escogerlos cuando mi padre me ordenó seleccionar dos guardaespaldas personales. De los más jóvenes, ellos eran los mejores, aunque solo los llevaba conmigo si mi padre entendía que algo podría complicarse. Por lo general, él me obligaba a ir solo.

Miré hacia uno de los ventanales al sentir una mirada que parecía taladrarme la cabeza. Era Yakov. Mi hermano mayor me observaba con una mezcla de envidia y desprecio tan palpable que no pude resistir la tentación de esbozarle una sonrisa burlona, solo para aumentar su irritación. Él se apartó de mi vista de manera dramática.

Ocupé el asiento del copiloto y dirigí mi mirada al frente mientras Abraham se situaba tras el volante y Leo iba al asiento trasero. No confiaba en absoluto en Yakov; sabía que su resentimiento sería un gran problema en el futuro si realmente yo llegaba a ser el líder de la familia. Siempre tendría que estar alerta, anticipando una puñalada en la espalda de su parte. En cambio...

Nikolai seguía plantado en la entrada de la casa, con los brazos cruzados y una mirada fulminante. Detrás de él llegaron Ilya y Viktor con rapidez, adoptando la misma expresión de desaprobación. Me reí de ellos y me despedí con un gesto de mano antes de que el auto se pusiera en marcha y los dejara atrás. A pesar de que cada uno estaba siempre inmerso en sus propios asuntos, tenía una confianza inquebrantable en su lealtad.

Mientas Abraham manejaba por el sendero cubierto de nieve y hielo, bajé el cristal de la ventana para que el viento gélido nos envolviera. El frío siempre me hacía sentir revitalizado y me relajaba.

—¿Con cuál de todos deberíamos comenzar? —inquirió Abraham mientras mantenía la vista fija en el camino.

—Se nota que ni siquiera investigaste... mañana todos estarán en una cena privada en una casa cerca de Londres, podemos acabar con ellos de un solo golpe —la respuesta de Leo me desconcertó, provocando un fruncimiento en mi ceño mientras ellos comenzaban a discutir. Los pensamientos iban a toda velocidad en mi mente mientras revisaba una vez más los mensajes de mi padre. Fue entonces cuando me di cuenta de un detalle crucial que no había notado antes, todas las direcciones mencionadas estaban ubicadas en Inglaterra...

—¿Qué pasa, Vladimir? —la voz de Abraham me sacó de mi ensimismamiento, su tono estaba cargado de curiosidad. Levanté la vista hacia él.

—Lo haremos como dice Leo. Si vamos uno por uno, es muy probable que los demás se escondan —respondí casi automáticamente. Ellos asintieron mientras mi mente se desviaba a un lugar oscuro cargado de recuerdos.

No había vuelto a pisar Inglaterra desde mi infancia, y evitar ese país se había convertido en una especie de instinto inconsciente para mí. A pesar de las numerosas invitaciones de Dominik y Dimitri, siempre encontraba una excusa para eludir el viaje.

No se debía a Hadriel; él no era más que un recuerdo que apenas me afectaba. Era más bien por lo que Inglaterra representaba para mí, un recordatorio de los últimos días de mi madre. La imagen de ella, enferma y vulnerable, atormentada por la idea de que mi padre tenía un romance con una mujer inglesa, se aferraba a mi mente como una sombra persistente.

Me llevaba bien con Celine, aunque solía llamarla "tía" solo para fastidiar a mi padre. Era mi forma de recordarle que ella nunca podría ocupar el lugar de mi madre, y de subrayar que, aunque él la amara en secreto, ella seguía siendo una mujer casada fuera de su alcance. Él ha estado enamorado de ella todo este tiempo, pero no podía tenerla, y eso me reconfortaba. Mi padre no merecía ser feliz después de todo el daño que nos hizo a mi madre y a mí. No hay noche en la que no me despierte a causa de las pesadillas que me acosaban, recordándome todas las vidas que había destrozado, y cuya lista cada día era más larga. Me sentía al borde de la locura, y a este ritmo, dudaba que pudiera escapar de ello.

Russian || MD 2Where stories live. Discover now