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𝐓𝐡𝐞 𝐍𝐮𝐭𝐜𝐫𝐚𝐜𝐤𝐞𝐫, 𝐎𝐩

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𝐓𝐡𝐞 𝐍𝐮𝐭𝐜𝐫𝐚𝐜𝐤𝐞𝐫, 𝐎𝐩. 𝟕𝟏, 𝐀𝐜𝐭 𝐈𝐈: 𝐍𝐨. 𝟏𝟒𝐚, 𝐏𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐝𝐞𝐮𝐱. 𝐀𝐧𝐝𝐚𝐧𝐭𝐞 𝐦𝐚𝐞𝐬𝐭𝐨𝐬𝐨 - 𝐓𝐜𝐡𝐚𝐢𝐤𝐨𝐯𝐬𝐤𝐲

Sombras.

ㅤDespués de la explosión nacieron constelaciones que contenían la materia de ambos: astros de cuerpos oscuros que reflejaban luz en el exterior. Luceros que resaltaban por sí mismos y confines ennegrecidos que destacaban entre el paisaje, observaron nuevas nebulosas con tonalidades distintas producto de la refracción de ambos, del toque prohibido que habían efectuado. 

ㅤAún cuando el entorno parecía haber cambiado, y la idea podía ser emocionante, el sentimiento fue opacado como las nebulosas siendo tragadas por agujeros negros, como el brillo de las estrellas implosionando en un sólo destello que, para ambos, duraba apenas un segundo... efímero: dejaron de verse, de sentirse.

ㅤParecían estar en planos totalmente distintos aunque sus realidades —que desconocían— eran exactamente iguales, paralelismos en los que podían modificar el entorno y el otro lo percibía, pero siendo invisibles entre sí. Como fastasmas habitando el mismo entorno, la misma sala o recámara en distintas épocas. 

«¡¿Oscuridad?!»

Gritaba en ecos no recibiendo nada a cambio más que la vibración de su vocalización entintada en miedo y tristeza, viajaba por todos los confines con desesperación, su cuerpo tornándose caótico, chocando contra cualquier objeto que estuviera en su camino, empujándolo todo, creando colisiones y mucho, mucho más caos.

«¡¿Luz?!»

Nadie respondía, ambos volvían a estar solos, sabían que el contrario estaba ahí, lo sentían, podían percibir su frío y su calor respectivo, pero no podían contemplarse, no podían siquiera oírse. La soledad eterna en el presente los torturaba.

ㅤEn la desesperación de su ser comenzaron a trasladarse hacia otros sitios con anhelo, susurraban sus nombres con cada giro que brindaban; con el paso de los siglos comenzaron a danzar por sí solos esperando una señal del contrario, quizás sólo así podrían reencontrarse, tal vez si exploraban cada agujero negro, cada extensión, si desoblaban cada tramo de la materia, encontrarían una manera de acceder al mundo del contrario. El tiempo era eterno, casi tanto como el dolor desconocido.

ㅤAbrieron caminos que rebosaban de creaciones nuevas que poco les parecían interesantes, en esos densos andares encontraron vestigios que el otro les mandaba; estelas de luz, explosiones, cinturones de constelaciones, estrellas explotando al otro lado del sinfín de su existencia, más nunca se volvieron a ver, jamás volvieron a tener el deleite de la compañía, y aún cuando el tiempo en ellos no existía no podían regresar al momento de la explosión, no podían hacer nada para evitarlo.

ㅤPasaron siglos así; tocando entre piedras, nadando entre nebulosas, respirando el aire del polvo de estrellas, exhalando suspiros de anhelo por un reencuentro, por hablar de nuevo del vacío y los colores, por reír con coreografías no planeadas pero simétricas. Mientras más estiraban el manto del tiempo, más difícil era encontrar algún vestigio de lo que fueron, cada vez sus existencias se mezclaban más entre sí haciéndoles casi imposible distinguir qué venía de quién. Gracias a que nadaban entre lo desconocido, poco sabían que estaban viajando a extremos opuestos siempre, como dos imanes cuya polaridad los obliga a estar siempre lejos. Como peces persiguiendo siempre la aleta trasera del contrario. 

ㅤEl toque de la Luz comenzó a impregnar su esencia en las cosas que acariciaba con anhelo, el toque de la Oscuridad arrebataba parte de esa esencia, haciéndola parte de sí. De esa forma mantenían un equilibrio desde distintos planos, ninguno de los dos inundaba con su presencia.

ㅤSiglos después, la Luz estaba tan triste que en una rabieta comenzó a agitar su cuerpo, en un reproche contra quien fuere que le diera la existencia, contra cualquiera que le hubiera visto, oído y sentido. Al hacerlo ocasionó colisiones que la oscuridad escuchó, acudió y trató de contenerlo, como el amante que busca consolar a su amado, pero el destello era demasiado, intuía que algo le ocurría a luz y no podía hacer mucho para ayudarle, la tristeza le entró por el cuerpo como hilos iluminados que tocaron lo más profundo de su ser. Sólo pudo abrazar su rabia queriendo tocarle nuevamente, buscando tranquilizarle deseando evitar algo catastrófico... pero no pudo. 

¿Quién puede parar el dolor de lo eterno?

ㅤAsí, gracias a sus brazos de materia oscura que se contrapusieron a la naturaleza de quien sufría, ocurrieron pequeñas explosiones disparadas por el manto del cosmos que escaparon a su contención.

«¡Luz!»

Trató de gritar pero su voz se hundió en el vacío del infinito.

«¡Luz!»

ㅤLa Luz no escuchó, sólo continuó en su ataque de sentimientos contradictorios, era tan injusto que le hubiesen dado un compañero para nunca poder tocarle o verle de nuevo, era tan injusto haber percibido el amor en el infinito, si ahora se lo iban a arrebatar. 

ㅤEn lo ubicuo y perpetuo que contenía su mera existencia percibía el sufrimiento de esa misma manera: infinito. Sólo tenía el presente en conciencia y éste sólo era dolor. 

«¡Oscuridad!»

ㅤGritó una última vez la Luz, encogiéndose en sí misma para contener en sí la agonía de tener sombras preciosas y no poder compartirlas, de conocer el polvo estelar y no poder reír en emoción.

ㅤLa Luz soltó lágrimas pesadas en forma de lluvia de estrellas que atravesaron el cosmos en una ráfaga lenta, preciosa y agonizante. La Oscuridad pudo verlas y le anheló tanto, le quiso tanto, le extrañaba tanto. Trató de palparlas, al hacerlo apagó una sin querer, encogió su toque y comenzó a bailar alrededor de ellas para hacerlas brillar más entre las nebulosas. La Luz no pudo verle, más notó los astros brillantes resaltando en el manto. 

ㅤEntendieron, en ese mismo instante, que podían percibir mutuamente las creaciones ajenas. 

Y así pasarían siglos, bailando con los regalos cósmicos que el otro brindaba. 

 

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génesis | ymWhere stories live. Discover now