Capítulo Ocho.

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—Espumaaa~ —El joven ángel jugueteaba con el agua de la bañera, que se encontraba llena de jabón, moviéndola con sus manos de un lado a otro, mientras cantaba animadamente.

—Ya estoy aquí otra vez. —Resopló sonoramente el arcángel sentándose en el borde de la bañera, metiendo sus pies descalzos en el agua.

—¡Arcángel coqueto! ¡Yo no te llamé! ¡Lo juro por el conejito! —Aclaró asustado el ángel al verlo, pensando que le quitaría el teléfono celestial por llamarle con tanta frecuencia, como le había amenazado en otras ocasiones.

—Tranquilo, pequeño, vine porque tenía un mal presentimiento, pero veo que estás bien. —Sonrió para tranquilizarle, acariciándole el cabello que se encontraba completamente mojado y lleno de jabón.

—¡Sí! Me estoy poniendo limpito, hoy voy a dormir con el humano Jaekyung. —Anunció con una amplia sonrisa.

—¿Dormir? —Cuestionó arqueando una ceja con una expresión de desagrado. Odiaba a todos los humanos por igual, pero a ese más en concreto.

—El humano Jaekyung ya es bueno, me dio ropa nueva, me dejó ducharme y me dijo que dormiré con él siempre. —Explicó con el mismo entusiasmo de antes.

El arcángel seguía con el ceño fruncido, observando en silencio como el ángel seguía jugando con la espuma que se formó en el agua.

Su instinto y sus años de experiencia en el cuidado de ángeles y humanos le advertía que algo malo iba a suceder.

Tiempo atrás hubo una época en la que los humanos y sus respectivos ángeles vivían en armonía, pero eso cambió cuando empezaron a tratarlos como esclavos.

Comenzaron los maltratos, las denigraciones e incluso los asesinatos por parte de los humanos hacia sus ángeles. Algunos de estos últimos se revelaron contra sus "dueños" matándolos también.

Dio paso a una masacre en la que tuvo que intervenir el mismísimo Dios todo poderoso para ponerle fin. Impuso la orden de que jamás volvería a ocurrir eso, interponiendo muchas leyes que las criaturas celestiales tendrían que respetar estrictamente.

—¿Qué es eso? —Preguntó curioso el ángel al ver una especie de manuscrito viejo flotando en el aire delante de ellos.

—Una citación a la corte celestial. —Respondió el arcángel perplejo observando lo que señalaba su amigo, con los ojos abiertos de par en par.

Ese no era un simple papel, era una sentencia de muerte, sus superiores ya sabían que estaban rompiendo las leyes.

Serían juzgados y castigados por ello.

El arcángel no lo podía creer, pensaba que todo estaba bien, que nadie se enteraría de lo que estaban haciendo, pero algo salió mal. Ya no podrían seguir intentando ayudar a esos dos humanos.

Ya todo había acabado para ellos.

Ya todo había acabado para ellos

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Ángel De La Guarda | JinxWhere stories live. Discover now