05; are u ok, Vicky?

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La carrera de Australia ya había terminado así que estoy de vuelta en el hotel preparándome para ir a un bar con Ale y celebrar su cumpleaños

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La carrera de Australia ya había terminado así que estoy de vuelta en el hotel preparándome para ir a un bar con Ale y celebrar su cumpleaños. No creí que iríamos porque Sebastian tuvo una pésima carrera y supuse que querría quedarse con él pero quedamos en que cenaríamos, tomaríamos unas copas y luego su amigo se nos uniría para tratar de despejarse un poco. 

Mi teléfono está saturado de mensajes de mis padres y de mi hermano avisándome para que la semana del Gran Premio de España debía ir antes para una fiesta sobre no sé qué vino nuevo. En serio, no puede importarme menos pero agradezco que al menos me hayan avisado con antelación.

La noche se deslizaba entre luces parpadeantes y risas distantes cuando entré al acogedor restaurante donde Alessia y yo nos encontraríamos. El ambiente íntimo y las mesas bien iluminadas creaban una atmósfera más tranquila que el bullicio habitual del paddock. Busqué a Alessia entre las mesas y finalmente la encontré en un rincón decorado con luces tenues. Una sonrisa radiante iluminaba su rostro.

—¡Victoria! —exclamó, levantándose para recibirme con un abrazo efusivo—. ¡Qué alegría verte! No puedo creer que hayamos estado tan cerca el fin de semana y no nos hayamos visto.

—Lo sé, eso fue culpa de tu hombre —me burlo—. Feliz cumpleaños, Ale —digo con sinceridad, devolviéndole la sonrisa mientras le extiendo la gran bolsa que tenía entre mis manos con el violín.

—¡Oh, Victoria! No tenías que hacerlo —exclamó Alessia, pero sus ojos brillaban con una emoción genuina.

—Lo vi y pensé que era perfecto para ti. Ábrelo —le animé, deseando ver su reacción al descubrir el contenido. 

Con manos hábiles, Alessia desató el lazo y abrió el paquete, revelando un violín perfectamente tallado. Sus ojos se abrieron con asombro, y luego, al notar el detalle del grabado con su nombre sobre la tabla armónica, una expresión de pura alegría iluminó su rostro. El brillo que pretendía que tuvieran sus ojos al abrir su regalo se hizo realidad cuando notó su nombre tallado sobre la madera.

—¡No puedo creerlo! ¡Es hermoso! —exclamó, tomando el violín con cuidado como si sostuviera un tesoro—. ¿Cómo lo has conseguido?

—Es un secreto que morirá conmigo —mi amiga me sonríe como una niña pequeña y me hace sentir como si hubiera cumplido mi cometido. Siempre sentí una conexión especial con la tradición de dar regalos de cumpleaños, no solo por la alegría de recibir, sino también por la satisfacción de dar algo significativo.

Recuerdo mis cumpleaños cuando era pequeña, donde los regalos que recibía no reflejaban realmente mis gustos o intereses. La sensación de abrir paquetes que no llevaban consigo el esfuerzo de conocerme me dejaba con una extraña mezcla de desilusión y resignación. Mis cumpleaños eran una celebración, sí, pero a menudo me sentía desconectada de las elecciones que hacían para mí.

Fue entonces cuando decidí cambiar mi enfoque. En lugar de esperar que otros adivinaran mis preferencias, empecé a buscar regalos que tuvieran un significado especial para la otra persona, algo que realmente representara la conexión entre la persona y yo. Me convertí en una buscadora de tesoros, dedicando tiempo a entender las pasiones y los deseos de mis amigos, asegurándome de que cada regalo transmitiera un mensaje más profundo.

𝐍𝐎𝐓 𝐈𝐍 𝐋𝐎𝐕𝐄 | Fernando AlonsoWo Geschichten leben. Entdecke jetzt