27. Un salto al pasado

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Nícolas mostró una brillante sonrisa desde su sitio. A simple vista no se veía como un mal tipo, pero había algo en su mirada que no le gustaba.

—Sí, ¿por qué no? —Beth se encogió de hombros de cualquier forma—. Me llevaré el desayuno, lo comeré en la escuela.

—Hasta luego señor Lancaster —se despidió—. Madre, volveré tarde, saldré con mis amigos.

—Está bien hija, cuídate.

Escuchó a ese rubio despedirse de la misma manera y luego un comentario de su madre:

—Es un chico tan educado...

Nícolas, por su parte, cerró la puerta tras él y se topó con Elizabeth esperándolo en la entrada de brazos cruzados. Ella lo escaneó con curiosidad y él hizo lo mismo.

Lucía muy alta, más alta que las chicas de su edad. Su largo cabello rubio y el maquillaje que usaba le sentaban bien. Pero había algo que no cuadraba en ella. No eran su atuendo, accesorios llamativos, el ligero maquillaje ni su forma de hablar. Parecía que así era ella, pero definitivamente no aparentaba su edad. Le habría puesto unos dieciséis.

Subieron al auto.

—¿De verdad tienes catorce? —preguntó.

—Sí, ¿quieres ir a la cárcel?

—Tengo diecisiete, aun no iría a la cárcel —contestó él con una risa—. Me caes bien.

—Tú a mí no, pero mi madre parece muy ilusionada con tu padre —admitió Beth—. No recuerdo muy bien, pero no parece ser la primera ni la segunda vez que lo veo.

—Claro que no, he visto a tu madre muchas veces. Más de las que puedo contar con los dedos, te lo aseguro. Mi padre la adora —pararon por el semáforo que se puso en rojo, arregló su espejo—. Está enamorado.

Beth solo escuchó "bla, bla, bla, padre enamorado".

Normalmente, intentaría actuar super agradable y linda con él, pero había algo en él que no le generaba confianza, que la hacía sentir insegura, juzgada. Decidió ladear la cabeza en su dirección y se encontró con sus ojos clavados en ella. Sintió una alerta en cabeza. Era un chico apuesto, pero le veía cara de todo menos de inocente. La miraba como si la conociera, como si supiera sus secretos. Eso le disgustó.

Abrió el jugo que había guardado en su mochila y se lo llevó a los labios.

—Mi madre se aburrirá en un mes, así que no te preocupes por caerme bien.

—No lo creo —soltó Nícolas, avanzando —. Se ven desde hace medio año.

Beth escupió el jugo.

Nícolas se detuvo en seco.

—Ey, ¡cuidado con las lunas! —recriminó— ¿Quieres que nos matemos?

—¿Medio año? —preguntó la rubia, en shock.

Nícolas asintió, volviendo a retomar el camino.

—Toma —le extendió un pañuelo—.Estoy seguro de que se van a casar.

—¿Casar? —soltó ella, aún más desconcertada—. ¿Una boda?

—Ajá.

Beth estaba cada vez más impactada.

—Es absurdo, ellos acaban de...

—Medio año —le recordó Nícolas.

—Aun así, es muy pronto. No pueden.

El rubio se encogió de hombros.

—Puedes apostar conmigo y perder tu dinero.

Beth sacudió la cabeza y observó por la ventana. Se dio cuenta de que entre todo su aturdimiento, estaban a punto de llegar a su escuela.

El tormento del Asesino © [Trastornos 2]Where stories live. Discover now