Capítulo veintidós

636 63 6
                                    

Mini maratón 2/2

Leah

Mierda.

—Alex... —mi voz sale en un susurro.

—No me lo dijiste.

—Es... no... —intento explicarme pero las palabras no salen de mi boca. No lo va a entender. ¿Cómo se ha enterado?

—No me hables —dicho esto, cuelga la llamada sin dejar que diga nada más.

Me aparto el móvil de la oreja y levanto la mirada. Me doy cuenta de que han dejado de hablar y los tres me miran confusos.

—¿Qué ha pasado? —habla Ayden, mirándome con preocupación.

—Tengo que irme —no respondo a su pregunta y me levanto de la mesa.

—Leah —Ayden también se levanta, sin entender nada —. ¿Estás bien?

Niego con la cabeza. No estoy bien. Le he ocultado a mi hermano que conozco a nuestro padre y se ha enterado. ¿Cómo voy a estar bien? Mierda.

—Tengo que ir a casa —repito, ahora fijando mi mirada en Willow y Declan —. Lo siento.

—No te preocupes —se apresura a decir Willow —, nos vemos otro día.

Ni siquiera soy capaz de sonreír antes de dar media vuelta para irme. Pero no logro dar ni un paso cuando noto la mano de Ayden agarrándome de la muñeca.

—¿Quieres que te lleve?

Estamos bastante lejos de mi casa y necesito llegar allí lo antes posible por lo que asiento. Declan le da las llaves del coche rápidamente y empezamos a caminar sin decir nada.

El camino hacia casa se me hace eterno. Parece que las calles son kilométricas y no avanzamos.

Mi pierna se mueve de manera nerviosa. ¿Qué voy a decirle? ¿Cómo se lo digo? No va a entenderlo. ¿Por qué me pareció buena idea ocultárselo?

Ayden me devuelve a la realidad cuando su mano se posa en mi muslo.

—Cariño, ¿qué ha pasado?

Levanto la mirada de mis manos y la fijo en él. Entonces empiezo a llorar. Las lágrimas se deslizan por mi mejilla sin poder evitarlo, y oculto mi rostro entre mis manos, sollozando.

—Mierda, Leah... —Ayden me mira con preocupación.

—Alex se ha enfadado conmigo —respondo a su pregunta.

—¿Por qué?

Intento respirar hondo, tranquilizándome, pero no puedo parar de llorar.

—Se ha enterado de... lo de nuestro padre.

—Joder.

—No me va a perdonar esto... —cierro los ojos con fuerza.

—Te va a perdonar, Leah.

Niego con la cabeza. No me va a perdonar.

Después de unos minutos, por fin llegamos a mi casa. Salgo del coche sin decir nada y corro hasta la puerta. Nada más entrar me encuentro con mi hermano, a punto de salir.

—Alex... —es lo único que puedo decir. Sus ojos rojos me indican que ha estado llorando.

—Vete a la mierda, Leah —intenta pasar por mi lado pero se lo impido.

—Déjame explicártelo.

—No.

—Por favor, Alex.

Entre nosotros dos | SEGUNDO LIBRO Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz