Capítulo dos

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Ayden

Me despierta la vibración del jodido móvil y nada más abrir los ojos, toda la cabeza empieza a darme vueltas. La fuerte luz de la ventana me ciega durante unos segundos, y cuando me acostumbro, me incorporo un poco. El teléfono sigue vibrando, mi intención es no responder a la llamada y simplemente ponerlo en silencio, pero la curiosidad me gana cuando veo el nombre del contacto.

Es Alex.

—Hola tío —saludo con la voz ronca.

Joder, qué dolor de cabeza.

—¿Qué tal?

—Bien —asiento, con una mano en la frente.

—¿Te he despertado?

—Sí.

—Perdón.

—Te perdono —murmuro, esperando que me diga el motivo de la llamada.

—Oye... Leah ha vuelto.

Esa información me deja en completo silencio durante unos segundos. No sé qué me esperaba, pero eso no. Incluso parece que todo el dolor de cabeza y de cuerpo que sentía desaparecen de la nada, ni siquiera sé qué decir.

—Solo te lo decía por si querías... —añade.

—No —lo corto, negando con la cabeza aunque no pueda verme —, no quiero hablar con ella.

—¿Estás seguro?

—Sí.

Claro que quiero hablar con ella. Probablemente sea una de las cosas que más quiera ahora mismo. Por dios, con tan solo verla me bastaría. Llevo sin escuchar su voz, sin ver su cara y sin poder abrazarla más de un año y medio, joder.
Pero ya me ha dejado claro que no quiere volver a verme.

—Yo creo que quiere verte, Blake.

Me quedo callado, ¿puede que...? no, imposible.

—No quiere, si quisiera ya lo habría hecho.

Escucho como al otro lado de la línea, Alex suelta un suspiro.

—Leah no sabía que querías hablar con ella —admite después de unos segundos en silencio.

—¿Qué? —mi voz sale en un susurro.

—Nunca se lo dijimos.

—Más te vale estar bromeando Alex porque te juro que...

—Estaba muy dolida, ¿vale? —me corta —Saber eso solo le habría hecho más daño. Cuando volvió se lo dijimos, pero...

—Joder —bramo de mala gana.

Lo primero que hacía cuando iba a preguntar por Leah, era pedirles a Alex o a Jane que por favor le dijesen que teníamos que hablar y que la esperaría hasta que estuviera lista.

¿Enserio ahora me entero de que no sabía nada de esto?

—¿Está en casa?

—Ni idea tío, yo estoy yendo al entrenamiento.

—Vale, gracias por haberme avisado, tengo que irme.

—De nada, y lo siento.

—Adiós.

Cuelgo el teléfono de mala gana y suelto un suspiro cerrando los ojos.

Desde que se fue, no ha habido un solo día en el que no piense en Leah. Todo, absolutamente todo, me recuerda a ella. Es casi ridículo.

Entre nosotros dos | SEGUNDO LIBRO Where stories live. Discover now