01. Benvenuto

46 2 22
                                    

Amor Lombardo.

Decir que el vuelo fue tranquilo era decir mentira y mi mamá me enseñó que mentir era malo —A veces— hubieron muchas escalas como siempre pero al final logramos llegar a Roma.

Fue complicado, pero, no imposible.

No es raro estar aquí, ya me conocía el camino a la perfección al igual que el aeropuerto por lo que junto a mis hermanos caminamos hacia la salida dónde probablemente Donato nos estaría esperando.

Donato es mi hermano mayor, él que hizo que mi padre se quedará en Venezuela y no se fuera a Italia como se tenía previsto y terminara estudiando medicina en Venezuela.

No lo culpamos en realidad, solo que por él empezó todo.

Por lo mismo Donato era la viva imagen de mi padre, tez blanca, cabello color castaño claro y ojos color café, el futuro abogado de la familia y el que se llevó todos los coñazos de la mamá adolescente primeriza con una abuela con cuatro hijos con demasiada experiencia.

Lo admiramos.

Cuando salimos vimos a Donato estacionado enfrente del aeropuerto apoyando del auto de mi padre con el teléfono en la mano, tenía un pantalón color beige algo suelto, una camisa de botones color blanco con los dos primeros botones sueltos, su cabello castaño algo largo estaba desordenado.

— ¿Y ese niño rico? — Fue lo primero que le dije al verlo.

Subió la mirada de su teléfono para verme y me regaló una sonrisa, guardo el teléfono en su bolsillo trasero y se acercó.

— No puedo creer que voy a tener que ver tu horrible cara todos los días otra vez. — Se rió para luego darme un abrazo. — Te extrañé carajita.

— Yo también, feo.

Me alejé de él para que saludara a mis otros hermanos, después de los saludos, Donato abrió la cajuela del carro para subir nuestras maletas, después de jugar tetris un rato para que las maletas entrarán en el auto, nos subimos nosotros y empezó el camino hacia nuestro nuevo hogar.

Antes cuando veníamos a Roma nos quedábamos en casa de los abuelos, pero, ahora papá se había independizado lo suficiente para comprarse su propia casa, como el viaje había sido tan fastidioso y pesado, Donato nos comentó que a papá prefería que fuéramos a la casa para descansar y mañana iríamos a casa de los abuelos para saludarlos.

Venir a Roma era una tradición cada navidad o vacaciones del colegio, la conocía perfectamente tanto como conocía Margarita, sin embargo aún quedaba impresionada de la hermosura que nos podía brindar el mundo, sonreí feliz por saber que ahora estaria con papá pero con un sabor amargo al saber que ahora estaré lejos de mamá.

— ¿Le avisaste a mamá que ya habíamos llegado? — Le pregunté a Donato interrumpiendo la conversación que tenía con Emilio.

— Le envié un mensaje cuando llegue al aeropuerto.

Asentí conforme con su respuesta y seguí viendo por la ventana mientras él seguía su conversación con mis hermanos.

Donato entro a una urbanización privada, saludo al vigilante y nos presento con él diciéndole que ahora viviríamos aquí por lo que nos vería más seguido, el señor nos dió la bienvenida y se puso a la orden para lo que necesitamos, entramos al lugar, estaba llena de casas de dos pisos con jardines perfectos, eran preciosas.

Donato manejo un poco más antes de aparcar enfrente de una casa de dos pisos color blanco pastel, un jardín delantero con el césped perfectamente cuidado y podado, tenía un pequeño camino de piedras que no llevaba hasta la enorme puerta de madera, dos escalones nos recibían para llegar a ella y una alfombra que decía Benvenuto de color marrón con letras negras en cursiva.

AmoreWhere stories live. Discover now