Hermanos pt. 2

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Papá terminó separándonos antes de que se cumpliera la condición que nos dio. Todas las paredes de la casa terminaron hecho pedazos y con huecos, muchos platos acabaron hecho trizas.

La TV de la sala quedó con un florero incrustado por la mitad. Mientras que el lavabo del baño principal acabó en el pasillo de la casa mientras el baño comenzaba a inundarse.

Papá nos regañó a ambos y entre lágrimas —de mi parte porque Izana solo tenía los ojos aguados— limpiamos todo pero cada quien por su lado evitando cruzarnos y causar más destrozos.

—¿Por qué pelean tanto? —preguntó papá mientras comíamos en la mesa.

El moreno no quiso responder y yo atiné a sollozar más mientras volvía a llorar mirando mis manos que descansaban en mi regazo. Me sentía culpable y muy en el fondo de mi ser sentía que papá podría volverse violento conmigo. 

—Eres una llorona… —murmuró Izana logrando que lo escuchara. Más lágrimas cayeron por mi rostro y salí corriendo a encerrarme en mi habitación.

No sé que le dijo papá esa noche pero desde entonces no volvió a molestarme como en ese primer día. Solo nos ignorábamos mutuamente y de pronto la casa comenzaba a sentirse fría.

A pesar de que siempre estábamos los dos ahí luego de clases el hecho de no hablarnos volvía pesado el ambiente.

Un día la maestra nos dio de tarea hacer una exposición sobre nuestro árbol genealógico desde nuestros abuelos. Sabía de los padres de papá, pero no sabía nada del padre de mi madre, mi abuela nunca me habló de él.

Mientras Izana estaba en la sala mirando noticias me acerqué al teléfono que estaba en la mesita a lado del sofá marcando de memoria un número esperando que esta vez me conteste mientras este sobria.

Luego de cinco pitidos y una mueca de parte de Izana el teléfono fue contestado. Música de fiesta de fondo seguido de un “Aló” entre molesto y curioso fue lo primero que logré escuchar.

Me tensé al escuchar su voz, mi garganta se secó y a duras penas reaccionar empezando a hablar en español— ¿Ma-mamá? —mi voz salió en un agudo chillido, sentía que en mi garganta se cerraba de la ansiedad— ¿Po-podrías… ha-hablarme de mi a-abu-abuelo? Es pa-para un deber-

¿Tu abuelo? —escuché su risa irónica cortando instantáneamente mi voz y llenando de miedo mi cuerpo, mamá siempre usaba esa risa antes de decir algo horrible— Fue un viejo bastardo. Mi madre lo botó de la casa porque quiso abusar de mi. ¿Contenta? No me vuelvas a llamar. Estoy ocupada.

Y cortó la llamada, las lágrimas empezaron a caer de mis ojos por montones mientras el recuerdo del viejo que intentó abusar de mí envolvió mi mente, mi estomago se revolvió y corrí al baño dejando descolgado el teléfono. Mis jugos gástricos salieron por mi boca cayendo al inodoro junto con mis lágrimas, las arcadas no paraban al igual que la sensación de aquellas manos asquerosas tocando mi cuerpo.

No me di cuenta que gritaba hasta que Izana llegó tratando de calmarme. Me alteré cuando intentó tocarme logrando que gritara y llorara más. Mi garganta ardía horrores y solo pude reaccionar cuando el peliblanco me tiró a la bañera con agua tibia.

El llanto cesó y nos miramos fijamente, noté sus ojos llorosos de miedo, me senté en el agua notando que estaba con el uniforme— Muchas gracias…

—¿Qué demonios fue eso? —escuché su voz confundida y lo miré— Eso que hablaste.

—¿Español? —abracé mis piernas aun dentro de la tina— Hablo español y japonés.

—Yo hablo filipino —me miró como queriendo presumir—. Umiiyak na babae.

—¿Por qué siento que me insultaste? —empecé a temblar porque el agua comenzaba a enfriarse— ¿Me traes mi pijama? Por favor…

Me dijo que no pero aun así salió del baño y volvió con mi pijama dejándola a un lado del lavabo. Se quedó a un lado de la puerta dentro del baño mirando hacia la pared. Empecé a desabotonar mi camisa del uniforme cuando de pronto Izana murmuró un simple: “¿Por qué llorabas?”

Y sentí que tal vez podía confiar en él empezando a contarle todo lo que viví mientras me cambiaba, terminamos hablando más y compartiendo historias.

Me contó sobre su amigo Kakucho del orfanato donde estaba antes y yo le hablé sobre Seishu y Koko. Me contó sobre un tal Shinichiro que al parecer era su hermano, lo reconocí como el ídolo de ‘Nupi, el miembro fundador de los Black Dragons.

Hablamos mucho y a la final nos dimos cuenta de que no éramos tan distintos, terminamos de hacer nuestras tareas y papá llamó para decirnos que no podría volver a casa al tener una emergencia en su empresa.

A ambos nos dio miedo al ser la primera vez que no vendría a dormir así que optamos por quedarnos juntos en el cuarto de papá con la excusa de que su televisor y su cama eran los más grande de la casa. Acomodamos varios peluches antes de dormir y luego de un par de horas viendo una serie terminamos dormidos.

Durante la madrugada me dio sed, salí del cuarto en silencio hacia la cocina y vi a un tipo entrando por la puerta hacia el pasillo, tenía el cabello rojo y un sombreo de paja en su cabeza. Fue demasiado random que no pude gritar en un principio y mi razonamiento fue intentar correr pero al dar la vuelta choqué contra un pecho, otra persona enorme que enseguida me atrapó.

Grité lo más fuerte que pude pero me tapó la boca, el pánico recorría cada parte de mi cuerpo y golpeé las partes bajas del tipo que me apresaba varias veces con todas mis fuerzas. Me soltó y le tiré un florero al pelirojo subiendo rápidamente las gradas. Me seguían dos tipos más aparte de los que ya había visto.

Al no querer poner en peligro a Izana corrí hasta mi cuarto tomando un bate de madera que tenía colgado en la pared. Golpeé a uno de los tipos con el bate lo más fuerte que pude tirándolo hacia atrás, pero el otro por poco me atrapa de no ser porque el moreno lo pateó.

—Ya llamé a la policía, hay que resistir media hora. —murmuró adoptando una pose de pelea.

Lo imité afianzando el agarre de mi bate e imitándolo. Los otros dos tipos subieron y ambos nos lanzamos al ataque. Entre algunos golpes terminé intentando ahorcar al tipo más grande por la espalda, este se defendió golpeándome contra la pared y en su desesperación me golpeó contra un espejo, algunos cristales se clavaron en mi espalda y grite de dolor.

Me solté e Izana aprovechó para empujarlo con todas sus fuerzas, el tipo terminó cayendo por la ventana y el moreno por el impulso cayó a mi lado. Sollozaba de dolor sosteniendo mi mano, uno de los cristales del espejo se clavó en esta. Rápidamente noté que a Izana le ocurría lo mismo, solo que es la mano opuesta a la que yo me había lastimado.

El tipo pelirrojo se rio a carcajadas— ¡Qué audaces! Serían mucho mejor adición que esos inútiles que derrotaron —nos dio la espalda y empezó a bajar las gradas de la casa con total tranquilidad—. Recuerden el lirio del infierno mocosos. Y desapareció en el primer piso.

—Hey Izana —murmuré con la voz levemente temblorosa aun presa del pánico. Él me miró curioso así que agarré su mano ensangrentada con la mía también envuelta en sangre—… Ahora somos hermanos, ¿no?

Sonrió y me ayudó a pararme, me dolía la espalda demasiado, con dificultad bajamos al primer piso donde el tipo que golpeé ya no estaba. Al llegar la policía tomo fotos de todo, sin embargo no fuimos capaces de contarle lo que nos dijo el tipo sobre los lirios del infierno. En su reporte quedó como un intento de robo fallido pero nuestro padre se dio cuenta de que realmente fue un intento de secuestro.

Lo único bueno fue que desde ese día finalmente nos volvimos hermanos…

•••

Finalmente volví con la segunda parte, espero que les haya gustado 🫶🏼

¡Banda, nos doxearon! [Tokyo Revengers]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora