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El canto de las aves al ser de día con clima agradable logra escucharse con facilidad desde donde se encuentra, el cielo con esponjosas nubes permite que los transeúntes disfruten de una caminata sin necesidad de sombrilla y es por eso mismo que sus adorables estudiantes están más que felices trabajando en el pequeño huerto que la escuela posee junto al director y el profesor Junpei. También están contentos con la idea de poder usar la alberca una vez él termine de limpiarla.

Sujeta con firmeza el palo de la escoba, sumerge el cepillo dentro del balde con jabón y lo usa para tallar la pared frente de él, está haciendo un buen trabajo, pero su mente no se encuentra ahí.

Él no puede dejar de pensar en ellos.

Fushiguro se muerde el labio inferior con fuerza, está luchando por no correrse y él se enciende al ver esa bella expresión; el niño bueno solo quiere cumplir su petición, empujarlo más seria cometer un error y es por eso por lo que decide darle alivio. Alza las caderas, se desliza suavemente sobre las piernas para sentarse sobre los muslos y tomar la verga del pelinegro junto la suya.

El suave contacto entre ambos miembros hace al pelinegro aspirar entre dientes, él deja caer saliva sobre ellos y los masturba a ambos, viendo con una suave sonrisa como el placer hace a Fushiguro echar la cabeza hacia atrás antes de correrse. La flacidez del miembro ajeno lo hace sonreír de lado, suelta con suavidad y se pone de pie, viendo complacido como ha logrado terminar con uno.

Eres un buen chico —dice, inclinándose hacia el frente para acariciar el cabello negro—. Lo has hecho bien.

Oye.

Sí, sí —al enderezarse, su espalda es pegada contra un amplio pecho y al echar la cabeza hacia atrás, la mirada rojiza de Sukuna le da la bienvenida—. ¿No puedes esperar más?

He esperado suficiente —Gruñe Sukuna, colocando los labios contra su oído. Puede sentir como se presiona contra su trasero, frotándose entre sus nalgas con descaro.

Mocoso malcriado.

Tiembla ante el recuerdo de aquella mirada, Sukuna era un sumiso realmente inquietante. Sacude la cabeza para sacar de ella aquellos pensamientos, no es propio que piense en ellos cuando está trabajando. Al terminar de tallar la pared de azulejos y que ni una mancha sea visible, hunde nuevamente el cepillo en la cubeta y pasa a otra, tallando con la misma energía que el pasado.

Mientras Fushiguro se coloca los pantalones, él se encuentra de rodillas en el sillón con Sukuna atrás estimulándolo. No habían hecho eso antes, ni en el carro ni cuando el cabrón fue a verlo a su casa, y se arrepiente mucho de no haberlo permitido porque se siente increíble como lo expande desde adentro y como curva los dedos... Un momento. Lo siente muy experto.

Se impulsa con los brazos hasta enderezarse un poco, ve sobre el hombro y mira con atención la expresión de Sukuna, se ve tan concentrado y no hay duda ni titubeo en lo que hace; una mamada es una mamada, las reglas están escritas y cualquiera puede saber que, si los dientes tocan algo tan sensible, es obvio que dolerá, sin embargo, la estimulación anal es más compleja que solo meter y sacar un dedo.

Lleva la mano derecha hacia atrás, sujetando con fuerza la muñeca del chico para detenerlo y eso claramente llama la atención de Sukuna, quien alza la mirada para encontrarse con la suya.

¿Qué...?

De rodillas. Ahora —El pelirrosado que posee tatuajes en el rostro aprieta con fuerza la mandíbula y siente como clava los dedos de la mano izquierda contra la carne de su cadera. Se resiste a obedecerlo—. Sukuna, he dicho que te pongas de rodilla.

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⏰ Last updated: Jan 22 ⏰

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Domador de BestiasWhere stories live. Discover now