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Si llevará un puntador, lo usaría para restregarlo en la cara de Gojo y Megumi, pero realmente no hace falta. Yuuji Itadori, el profesor de preescolar que patea traseros como un puto profesional se está encargando de todo, no solo porque le ha felicitado enfrente de otros dos sumisos, sino porque se ha ofrecido a llevarle a su casa. Ellos dos solos. No aquel par de idiotas que alardean de dinero, él y su humilde fachada.

Quiere reírse en la cara de aquel par, sin embargo, se contiene porque sabe que eso desagrada a Yuuji. Ojo, no lo lleva conociendo mucho tiempo, pero es algo que podría saberse fácilmente si se estudia bien lo poco que se tiene a la mano; es un profesor de preescolar, es claro que las agresiones físicas o verbales le van a resultar desaprobatorias, incluso las malas palabras dichas al azar parecen ser algo sumamente incomodo, pero eso no lo piensa dejar de lado.

Le gusta como lo ve cuando dice groserías.

Voltea a verlo por el rabillo del ojo, lleva conduciendo en silencio desde que salieron de aquel bar y por lo blanco que lucen los nudillos, es claro que está apretando muy fuerte el volante.

— Oye —Toca con suavidad el antebrazo, llamando la atención por completo del conductor—, ¿todo bien dentro de esa cabeza?

— No, no del todo —suspira—. Estoy nervioso.

— Vamos, no luciste así cuando le mandaste a Megumi que se sentara —ríe bajo ante el recuerdo—. Estaba enojado, pero incluso así acató tu orden.

— Sí, lo hizo —Al verlo tragar grueso, baja la mirada a la entrepierna y sonríe de lado, extendiendo la mano para colocarla sobre aquel bulto— ¡Sukuna!

— No he hecho nada.

— Y será mejor que no lo hagas.

— Te puedo ayudar, lo sabes —Delinea con la punta de los dedos el zipper, sintiendo como la boca se le hace agua y la piel comienza a quemarle—. Me porté bien hoy,

— ¿Y?

— ¿No me vas a compensar? —Con la mano libre se libra del cinturón de seguridad, ladeando el cuerpo ligeramente para luego inclinarse contra el oído de Yuuji, sonriendo al notar como se enrojece— ¿Por favor?

Al verlo colocar las intermitentes, sabe que ha ganado.

Entrar a la escuela preescolar por la información fue sencillo, dar con ella fue todavía más fácil, pero cuando empezó a leer todos los reconocimientos del profesor fue lo que le tomó más tiempo. Se estuvo tranquilamente en la silla del director mientras repasaba cada hoja, viendo incluso las fotografías de los alumnos que han estado bajo el cuidado del ardiente profesor.

Luego de media hora, apuntó la dirección en un pedazo de hoja y acomodó nuevamente todo como anteriormente estaba. Ahora, fuera de aquella casa, mira el carro Nissan Altima que vio conducir al profesor; mira por la ventana delantera y sonríe de lado al ver el gafete colgado en el retrovisor, ¿por qué la gente se empeñaba en hacer las cosas tan fáciles?

Se encamina a la entrada, golpea tres veces la puerta usando los nudillos y espera paciente, solo es cuestión de un par de segundos para que sea recibido. Itadori lo ve con obvia sorpresa, ve a ambos lados de la calle y vuelve su atención a él, luce como un gato receloso.

Vine solo —Aclara, alzándose de hombros— y no te seguí.

¿Cómo...?

No pienso decirlo.

Te ordeno que me lo digas —Sonríe ante la sensación que hormiguea por su piel, calentándole.

Domador de BestiasWhere stories live. Discover now