XIII

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La noche llega tan rápido que no nos damos cuenta de ello. Sinceramente, yo estoy tan agotado y golpeado por la salida a la playa como para juntarme a la fiesta de la noche. Pero Minerva insiste y hasta convence a Ambuj de incluirse. Quedó encantada con la historia y quiere que los demás compañeros también la conozcan.

Si voy es porque él se entusiasma con la idea. Así que nos duchamos en la habitación y lo ayudo a escoger ropa adecuada para vestirse. Esta parte sí me gusta porque lo veo con la toalla cubriendo su cadera y piernas mientras espera que yo escoja lo mejor para vestir; aprovecho para admirar el buen bronceado que logró tras el día en el sol y el contraste con su cabello rubio.

Al final, selecciono para él una camisa celeste y un pantalón beige, cómodo y fresco para pasar la noche. Yo agarro una camisa blanca y un pantalón azul para acompañarlo tras amarrar en una moña mi cabello mojado.

Sentados en la mesa redonda de ocho puestos, Minerva ríe con nuestras compañeras mientras Thiago, Aris y yo bebemos cerveza. Ambuj se detiene a contar las historias en donde ella prestó mayor interés, como aquella del niño que robaba manzanas. La música suena a todo volumen y se ven a muchas parejas bailando en la pista de la taberna. Es un enorme bohío que debe cubrir unos cuantos metros, decorado con lámparas rústicas y mesas de madera maciza. Hay palmeras alrededor y cadenas de lamparillas redondas que aumentan la iluminación mientras las olas rugen en la orilla.

—¡Están encantadas! —me dice Thiago al oído con voz fuerte para poderlo escuchar. Asiento con una sonrisa y miro incrédulo como las chicas se ríen tras su nuevo relato.

—La verdad es que tiene mejor suerte con las chicas que nosotros —le bromeo con gesto cómplice y Thiago solo suelta una carcajada.

No tarda para que Tania lo busque por la espalda y le diga algo al oído. Yo enarco una ceja y lo miro sonreír para dejar la cerveza a un lado.

—Corrección, Alexander, más suerte que tú —dice Thiago tras despedirse de nuestra compañera. Le doy un empujón y me río.

Mi amigo me guiña el ojo y se levanta para abrazar por la cintura a Lio, una chica que está de vacaciones en el mismo lugar y se nos había presentado en la playa. Tiene la piel acanelada y un brillante cabello negro que roza hasta su cintura. Parece que quedó interesada en él.

Él no tarda en ceder al vaivén de Lio y sus caderas. No creo que Thiago duerma hoy solo y estas vacaciones son para eso: desinhibirse, liberarse, dejar los miedos atrás.

Vuelvo mi mirada hacia Ambuj y disfruto de ver su sonrisa mientras rechaza otra cerveza más. Está convencido de que, si sigue bebiendo, terminará emborrachándose. Me gusta que siempre tenga control de sus acciones.

Minerva, al cabo de unos minutos, se levanta de su asiento. El vestido de flores en tono azul le sienta muy bien y cubre las líneas de bronceado que quedaron de su traje de baño. Se acerca a mí y acaricia seductoramente mi brazo. Siento la presión que ejerce en él y como palpa con evidente entusiasmo. Me limito a sonreírle sin decir nada hasta que ella es quien lo hace.

—Tengo ganas de bailar, ¿me llevas a la pista?

—¿Yo?

—Claro, tu chico está bien cuidado con ellas. —Con un movimiento de su cabeza, me señala a Ambuj y yo solo río. Bueno, no he bailado desde hace tiempo, no veo cuál sea el problema.

Acepto y, antes de ir, me dirijo hacia él para avisarle que estaré bailando un rato con Minerva. Le acaricio el cabello antes de dejarme por ella, quien me toma del brazo para dirigirme a la pista. No tardamos en involucrarnos en el baile; coloco mis manos en sus caderas y ella envuelve mi cuello con sus brazos. Me sonríe y disfrutamos del momento.

Hijo de Payasos (BL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora