Capítulo 12.

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Vanessa

Limpio mi sudor con un trapo rosado que Elizabeth me dio al llegar. Agarro mi botella de agua y le doy un sorbo de lo más agresivo, tanto que termino acabándome el litro entero de líquido. Tamborileo mis dedos sobre la mesa rectangular y respiro hondo. Una mano presionarse en mi hombro detiene mis movimientos para sobresaltarme.

—Tranquila, Ness, ellos no preguntarán nada, solo vinimos para aclarar las cosas —suelta Aquileo, y, aunque eso ya me lo ha dicho mi novio muchas veces, estoy de los nervios. ¿Y cómo no estarlo? Hay cuatro malditas cámaras frente a nosotros, al menos unos quince reporteros con micrófonos y cuadernos, están los productores encargados de grabar y otro tipo de personas que no conozco. Siento que en cualquier momento colapsaré. Para el colmo, Adrik desapareció con Elizabeth tras las puertas por donde entramos, algo sobre pedirle que guardara un poco la compostura.

Bajo mi mirada a mi blusa morada y veo el pequeño micrófono que le instalaron ahí.

—Cuenta hasta cuarenta de dos en dos, lindura, eso te ayudará a calmar los nervios —sugiere Aries, haciéndome ser consciente de que soy el foco de atención aquí—. Anda, cierra los ojos y cuenta.

Hago lo que me dice porque en serio estoy nerviosa, nunca me ha gustado ser el centro de atención de nadie ni mucho menos hablar frente a mucho público. No sé cómo todos ellos, es decir A7, lucen tan tranquilos.

Respiro hondo y tiro un poco mi cabeza hacia atrás. Una señora hablar capta nuestra atención. Adrik vuelve a entrar por la sala y no luce ni un poco mejor a como se fue, tiene la mandíbula apretada, todo su cuerpo tenso, ni siquiera voltea ver a las cámaras o a mí. Toma asiento a mi lado y bajo la mesa acaricia con suavidad mi muslo. Le doy una rápida mirada y él intenta sonreírme. Akiva es el primero en hablar.

—Muchas gracias por habernos concedido un momento en su espacio. Vinimos aquí con un propósito, una situación que causó revuelo en internet y que gracias al cielo pudimos controlar.

—Como ya saben, somos un grupo que hace poco inició su vida profesionalmente en el mundo artístico, solíamos solo tocar en un pequeño salón y grabar cortos vídeos para YouTube —dice Akira, su mellizo. Apolo se endereza y sé que es el que sigue para hablar.

—Tuvimos mucha suerte de que lo que hacíamos llegara a un gran número de espectadores, pronto estábamos recibiendo muchos comentarios sobre el contenido y eso nos llenó de ilusión —carraspea su garganta—. El recibimiento fue tan malditamente bueno que una noche mientras asábamos un poco de pollo y carne, Elizabeth, nuestra actual representante, nos contactó vía teléfono para decirnos que una disquera estaba interesada en nuestras habilidades.

Ariel ríe y los periodistas se enfocan en él. Parece haberlos cautivado.

—Obvio al principio no le creímos, porque vamos, ¿quién te va hablar a media noche, en medio de una cena, para decir que alguien está interesado en "tus habilidades"? Fue inevitable no pensar en doble sentido, pero decidimos seguirle el juego, total, ¿qué podíamos perder? Solo éramos unos adolescentes apunto de pisar la vida de adulto.

Todos ríen ante lo que dice Aries, pero se callan cuando mi novio toma la palabra.

—Fue así como decidimos ir a conocer a la misteriosa disquera junto con nuestra amiga de la infancia Elizabeth Olivo. Hicimos un casting, le cantamos una de nuestras canciones y ellos quedaron fascinados.

—Todo fue tan rápido que cuando menos lo esperamos ya estábamos dando nuestro primer concierto grande en la República Mexicana. ¡Fue grandioso! Nuestros seguidores fueron tan malditamente buenos con nosotros, no juzgaron, no nos aventaron veneno. Solo nos aceptaron con mucho orgullo —dice Aries, sonriendo ante el recuerdo—. Pocas veces tuvimos problemas con la prensa, pero entonces la bomba estalló justo cuando nuestra fama fue creciendo.

La nena del guitarristaOnde as histórias ganham vida. Descobre agora