Capítulo 7

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Vanessa

Lo primero que escucho en la madrugada que regreso de mi jornada laboral, son las risas de mis padres venir desde el jardín.

Dejo mi pequeño bolso sobre el sofá y camino rumbo a ese lugar escuchando de fondo como las llantas de la camioneta de mi hermano rechinan pues dijo que pasaría la noche con sus amigos.

El comedor está impoluto, lo único encima del mantel blanco es un enorme ramo de rosas rojas por lo que deduzco que papá se las compró a mamá. Una enorme sonrisa se forma en mi boca pues creí que jamás llegaría el día en que volvería a tener a mi familia completa.

Haber pasado tantos años sin ver o escuchar a mi padre fue un golpe bajo que me mantenía con el corazón apretado. De no ser por el préstamo que Adrik me hizo, ahorita papá seguiría en la cárcel y yo probablemente llorando de frustración por no saber de dónde sacar tanto dinero.

Sé que noventa millones de dólares no los pagaré en un año, ni en dos, mucho menos en cinco, pero trabajaré duro para regresarle cada billete al hombre que amo porque es suyo.

Me recargo en el umbral de la puerta que da al jardín viendo como papá está recostado en la silla playera mientras mamá está a horcajadas de sus muslos. Ella reparte muchos besos por el rostro de él para entonces ser atacada por un beso pasional tan intenso que me acalora y hace sonreír con felicidad. De ellos brota la chispa de la pasión, lujuria y amor, es evidente incluso cuando estuvieron años separados.

Sé que debo darles privacidad cuando mamá comienza a mover sus caderas para estimular a papá y cuando él, sin pudor alguno, le dice que la va a follar tan duro que todos los vecinos escucharán sus gritos porque el ex convicto está hambriento y su mujer lo complacerá.

Siempre ha habido un tabú respecto a lo que los padres hacen. Muchas veces escuché en los pasillos del colegio que a ciertos alumnos les daba asco saber que sus padres tenían intimidad, más aún cuando los escuchaban por las noches accidentalmente, pero en verdad no entiendo cuál es el problema si, antes de ser padres, son hombre y mujer con deseos carnales. Tienen derecho de disfrutarse, de hacer el amor con desenfreno y de vivir su intimidad como más les plazca. Si te molesta escucharlos, solo ponte audífonos y ya está. Al final de cuentas, en algún punto tú también harás eso con tu pareja.

Con discreción robo una manzana del refrigerador, galletas de crema de cacahuete y una cajita de leche para irme a mi habitación. Estoy por salir de la cocina cuando me estampo contra Alí a quién rápidamente le hago una señal para que no haga ruido.

—¿Qué pasa? —pregunta, confundido y, antes de poder responder, el gemido de mamá estalla y hace eco por la cocina. Mi hermano menor abre sus ojos en horror al tiempo que un rubor le cubre el rostro entero—. Ellos...

—Sí, así que vámonos y dejémoslos gozar.

—Pero tengo hambre...

Entonces le doy lo que traigo en manos y con rapidez voy por otra porción al refrigerador para entonces irnos de puntitas a su habitación.

Mi hermano, aún perplejo, se queda de pie frente a su cama mientras yo comienzo a morder mi manzana.

—Creo que voy a traumarme —musita Alí, haciéndome reír.

—¿Por qué? No están haciendo nada malo, brócoli.

—Lo sé, pero... ¿es que no tienen habitación?

—La tienen, pero la calentura llega cuando menos lo esperas y tampoco somos quiénes para decirles que paren. Son nuestros papás, sí, pero también una pareja que llevaban años sin estar juntos. Mejor ven, comamos esto y veamos uno de tus animes para pescar sueño.

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