2

459 52 8
                                    

Bill hizo un pequeño ruido de sorpresa, pero luego su brazo se colocó detrás de mi cuello y me acercó más, un suave gemido cayó de sus labios entre nuestros besos hambrientos. Pronto, él estaba contra la pared, y mi cuerpo estaba contra el suyo. Una mano en mi pecho me detuvo y me separé un poco de él, respirando un poco. Bill estaba tranquilo, sus labios un poco rosados y mojados por nuestros besos.

-Podemos ir a un lugar mucho más privado-

Le dejé tomar mi mano y llevarme a donde quería ir. Supongo que vivía cerca porque pronto estábamos entrando en un apartamento -El dormitorio está arriba, estaré en un momento-

Abrí la puerta de su habitación; en el interior había una cama grande, un estante de ropa negra, un escritorio con un ordenador portátil y joyas, así como una pequeña colección de colonia y bolsas en una mesa auxiliar más pequeña. Sin saber qué más hacer conmigo mismo, me senté en la cama bien hecha. La puerta se abrió y Bill entró, vestido de manera muy diferente.

Estaba usando un short ajustado y engomado, medias hasta el muslo, y no poseía nada arriba. Sus manos estaban enguantadas y además llevaba una fusta. Dejé salir un gemido mientras me montaba a horcajadas, cerrando sus brazos alrededor de mi cuello, mis manos automáticamente en sus finas caderas.

-Nos vamos a divertir esta noche, papi- gemí de nuevo mientras me mordía la oreja ligeramente. No estaba exactamente seguro de en qué me había metido, todo lo que sabía era que quería follar, y duro. Se movió en mi agarre, con las manos sobre mis hombros para empujarme hacia abajo. Quería resistirme, pero tenía la sensación de que ya no tenía el control de la situación.

Bill usó la fusta para levantar un poco mi remera, moliendo su culo en mi polla dura, creando una deliciosa fricción entre nosotros. Me levanté un poco y le besé el cuello, mordiendo, y chupando su piel cremosa.

-Sabía que me enviaste un mensaje de texto porque tenías curiosidad. No sabía que querías follarme- pausó para besarme -Mucha gente está intrigada por mí, aunque no mucha quiere follarme-

-Me parece que lo segundo es muy difícil de imaginar- jadeé cuando su mano finalmente bajó mis pantalones y encontró su camino hacia mi polla -No puedo imaginar a nadie que no te quiera-

Él gimió.

-Dios, dilo otra vez... di que me quieres- su mano apretó la cabeza de mi longitud y empezó a moverla más rápido.

-¡Oh, joder, te quiero!- gruñí, poniendo mi polla en su bonita boca. Abrió los labios y chupó con avidez, tragándosela entera. Mi cabeza cayó hacia atrás, y supe que parecía un idiota con la boca abierta y los ojos cerrados, ¡pero maldita sea, se sintió tan bien!

Me alejó justo cuando empecé a correrme, así que, accidentalmente, una buena parte de mi carga se esparció en su pecho. Bill tosió por un segundo y luego se dio cuenta de que mi semen estaba en él.

-Lo siento...- me disculpé lentamente. Me miró a mí, y luego se quitó un guante de cuero -Ha pasado un tiempo y yo...- me detuve cuando agarró mi mano y arrastró mis dedos a través del semen restante, que comenzó a chupar. Lentamente, su lengua y su boca envolvieron cada uno de mis dedos.

Cuando era más joven y tenía sexo casi todas las noches, independientemente de quién fuera mi pareja, siempre estaba tratando de llegar a ese momento, el momento en que veía, probaba, escuchaba y sentía el cielo. Siempre estaba esperando a que la pasión me consumiera por completo de pies a cabeza, ahogándome en las profundidades del deseo. Nunca logré lo que había estado deseando, hasta que Bill me llevó dentro de él y comenzó a montarme.

Se necesitó toda mi fuerza de voluntad para no volver a correrme. Sus caderas rodaban perfectamente, sus gemidos eran deliciosos, y la forma en que lloriqueaba cuando chupé uno de esos pezones rosados, celestial. Me llevó hasta el final, rebotando arriba y abajo y probando un montón de otras posiciones.

Lo follé rápido y duro, luego lento y profundo. Todo el tiempo me arañó la espalda, me tiró de las trenzas y me gritó en el oído. Dios, quería más. Lo agarré por las caderas y me estrellé contra él, gimiendo mientras me apretaba. Una repentina explosión de fuerza vino de Bill mientras me empujaba y se posicionaba con un aspecto tan tentador en cuatro. Mi lengua lamió su entrada, Bill emitió un lloriqueo pero siguió empujando su culo hacia atrás. Me detuve después de unos momentos, y él soltó un suspiro, temblando. Me incliné sobre él, mi polla lista para entrar otra vez en él. Quería que lo follaran duro, así que me lo follé duro y nos corrimos mutuamente.

Nunca había tenido el placer de complacer a un ser así. Yo era un hombre que se enorgullecía de su capacidad para hacer que otros se sintieran bien, y esto fue increíble.

-Te acompañaré a tu casa-

Me limpié el resto del camino, y me puse mi ropa. Bill salió de la habitación, vestido de negro una vez más. Cerró la puerta de esa habitación de forma segura cuando me vio, con una ligera mirada alarmante en su cara. Se puso sus botas altas y nos fuimos. Mientras caminábamos, se apoyó en mí. Noté una marcha incómoda, estaba cojeando un poco.

-Bebé...- me detuve, dándome cuenta de que ya le había dado un apodo, en nuestra segunda reunión
-¿estas bien?-

-Sí... sucede que ha pasado un poco de tiempo desde que me han follado así- rió

-No tienes que acompañarme todo el camino a casa. Si te duele, vete a casa ahora, ¿de acuerdo?- lo detuve y lo besé suavemente.

-Eres tan gentil...- susurró

-He aprendido a ser amable con las cosas que atesoro-

-¿Ya? ¿Ya me atesoras?-

-Sí... Si lo hago-

Llegué a casa un poco más tarde, descubrí que Georg todavía estaba despierto, aunque eran las tres de la mañana. Parecía que había ido a su casa por un breve momento para conseguir sus libros y estudiar un poco.

-¿Te lo has pasado bien?- me preguntó, destacando algo en uno de sus libros.

-Sí... lo hice. Por primera vez en mucho tiempo, me lo pasé bien-

Georg levantó la vista, con una pequeña sonrisa en su cara -Bueno..- se estiró y bostezó -Creo que me voy a ir a casa ahora-

Le di las gracias, deslizando unos billetes en su libro mientras se ponía los zapatos. Se despidió y luego cerré la puerta suavemente.

INCUBUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora