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Sacudí la cabeza mientras me ponía de cuclillas frente a la sección de galletas y otros tipos de bocadillos. Era tarde, alrededor de las once, así que solo eramos yo y el cajero. Decidí tomar dos tipos de galletas diferentes, a Jadel le gustarían ambas. Escuché el tintineo de la puerta detrás mio y escuché una voz.

-Joder... no puedo encontrar nada aquí- me di la vuelta y vi a un tipo con toda ropa negra; pantalones de cuero, botas de tacón, varios cinturones, cadenas adicionales que no necesitaban estar allí, y el maquillaje oscuro rodeaba sus ojos. Me miró expectante -¿Sabes dónde están los condones?-

-No trabajo aquí, pero creo que están allí en el pasillo-

-Gracias, guapo- me sonrió, y pasó por delante de mí.

Volví a la sección de bocadillos como si no hubiese pasado nada. Inspeccioné una caja de galletas cubiertas de chocolate, y solo me moví una vez que escuché que las botas del chico salían de la tienda. Llevé mis artículos al cajero, cogí mi bolsa y salí al aire fresco de la primavera. Miré a mi izquierda y vi que el pelinegro estaba afuera, con su mano luchando por hacer que su encendedor funcionara.

-Maldito infierno- murmuró, lo suficientemente fuerte como para que yo lo escuchara. Caminé hacia él hurgando en mi bolsillo, y saqué mi encendedor.

-¿Necesitas una luz?- pregunté, moviendo el encendedor. Me sonrió de nuevo con un cigarrillo entre sus labios, estable entre dos dedos fuertemente anillados. Se inclinó hacia la llama y tomó una inhalación profunda, pude recibir el olor a su colonia y me sentí mareado, como si estuviera jugando a un juego peligroso.

-Ya me has salvado el culo dos veces, ¿quieres unirte a mí?- otro cigarrillo apareció en su otra mano, cubierto con un medio guante.

Antes de que pudiera aceptar o decir algo, el chico había presionado el cigarrillo en mis labios, con sus ojos buscando algo en mi cara. Nos miramos fijamente durante unos momentos antes de que volviera a hablar -¿Cual es tu nombre?- preguntó y le respondí

-Tom, ¿eh?- tomó una calada de su cigarrillo -Bueno, tu puedes llamarme Bill. Puedes llamarme como quieras- tosí un poco y su boca se transformó en una sonrisa -¿Vives por aquí?- asentí con la cabeza, tratando de recuperarme de lo que había dicho anteriormente. Bill levantó una ceja, y me di cuenta de que no había estado hablando mucho.

-Vivo a la vuelta. Tuve que parar aquí de camino a casa desde el trabajo- dije. Asintió, como si quisiera que yo siguiera hablando, pero no sabía qué más decir. Se asomó a mi bolso y vio las galletas.

-¿Galletas?-

-A mi hijo le gustan- respondí, y empecé a arrepentirme de mencionar al niño de casi dos años que con suerte, estaba dormido y esperando en casa.

-¿Casado?- negué

-¿Con novia?- volví a negar de nuevo

-Hm... Papá soltero...- dijo con cuidado. Una sonrisa había vuelto a sus labios -Sexy-

Sentí que mis labios se contraían en una sonrisa involuntariamente. Nos fijamos fijamente en cada uno durante unos momentos más, y por alguna razón, comenzé a entrar un poco de pánico cuando noté que su cigarrillo y el mío se acercaban cada vez más.

-Tengo que irme-

-Que lástima. Pero si tienes un hijo en casa, estoy seguro de que quiere que su papá vuelva..- me tomó por sorpresa escucharlo refiriéndose a mí como 'papá'. Ni siquiera mi hijo me había llamado así aún. Metió la mano en su bolsillo y sacó una tarjeta
-Mándame un mensaje de texto si alguna vez quieres... ya sabes- y rápidamente desapareció de mi vista.

INCUBUSWhere stories live. Discover now