Siete

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Mario pasó las manos por el escritorio y sonrió plácidamente.

—¿Y qué opina? —Armando cerró la puerta detrás de ellos.

—¿Que qué opino? —Mario le dió la vuelta al escritorio para acercarse a él y lo tomó del nudo de su corbata— que es increíble... usted y esta oficina pues, no creí que hablara en serio.

Armando frunció el ceño —¿cuándo te he mentido, cariño?.

Mario sonrió de lado —nunca, nunca... pero esto es muy grande, Armando, gracias por la oportunidad, sabes que no voy a defraudarlos, ni a tu padre, ni a ti —lo jaló hacia él de la corbata y le plantó un gran beso, Armando sonrió en medio de este.

[...]

—Mhm, ¿qué piensas entonces? —Daniel aclaró su voz.

—No, no puedo tomar esa oficina.

Daniel lo miró, confundido.

—Lo siento.

Armando se paró de la silla y dió medía vuelta con la intención de salir, Daniel lo vió con atención y luego fue trás él.

—No, está bien, entiendo... pero eso no significa que no puedas cuidar el puesto, puedes trabajar desde la oficina de Marcela, sé que no le molestaría compartirla.

Armando lo miró y negó —no quiero molestarla, yo soy el del problema, ella no tiene que pagar por mi.

—Armando, de todas las personas a las que creo podría molestar tu presencia dudo mucho que Marcela sea una de ellas.

—Lo pensaré...

—Bien, esperaré tu respuesta —caminó a su lado fuera de la sala de juntas.

—Bueno... pero Daniel, ¿puedes no ser tan compasivo?, aunque digas que no lo eres, se siente así.

Daniel frunció el ceño —¿compasivo? —sonrió divertido— ¿Armando, a qué te refieres con eso?, lo dijiste el otro día y te lo aclaré, ¿qué es lo que quieres?... ¿que te trate mal? —lo miró a los ojos detenidamente, con seriedad.

En otra ocasión, Armando hubiera pensado que Daniel estaba molestándolo, jugueteando con él, sin embargo, esta vez en su voz encontró una pregunta genuina, bajo la mirada al encontrarse con la de él, tan imponente.

—No... no digo eso, pero lo conozco bien, no creo que soporte demasiado siendo tan decente frente a la situación, y yo realmente no lo necesito.

Daniel arqueó una ceja y estando por responder, la presencia del diseñador los interrumpió.

—Armando, ya están las chicas, ven que te muestro estas joyitas.

Armando asintió y estando a punto de ir hacia Hugo, Daniel puso la mano en su muñeca, deteniéndolo.

—Ya hablaremos después, ¿no?.

Soltó a Armando dejándolo doblemente confundido y se fue.

[...]

—¿Un cóctel el sábado?, uhh, ¿qué te pondrás, mi vida? —Mario sonrió sentado en la cama del moreno, que se encontraba parado frente a él platicandole su día.

—En realidad aún no sé si iré... —se acercó a sentarse a su lado— ¿podrías acompañarme?.

Mario lo miró y recargó la cabeza en su hombro —Armando...

—Sé que debo acostumbrarme a estar sin ti, pero esto es mucho más grande que ir a la oficina. Asistiré solo si me acompañas, simplemente vemos el desfile y nos vamos, no pienso quedarme más, no tengo mucho que hacer ahí.

—Mmm —Mario se acercó lentamente a colocar un beso en su frente— ¿hasta que se acabe el desfile?.

Armando asintió y Mario apretó con  cuidado su mano.

—Bien, pero te pondrás el traje blanco con la camisa y corbata lavanda a juego.

Armando sonrió al escucharlo y se abalanzó a abrazarlo con fuerza —hecho.

Toc, toc— sonó la puerta y luego su madre entró a la habitación.

Por suerte Armando tuvo tiempo de volver a una posición neutra antes de que Margarita pudiera verlo.

—Hijo, ¿cómo te fue en la oficina?, me contó Marcela que comiste bien y te tomaste tus pastillas —la mujer sonrió feliz— muchas gracias, hijo, significa mucho que te cuides.

Mario vió con ternura a Armando y se limitó a escucharla.

Armando la miró apenado —sí, mamá... te dije que lo haría; me fue bien, Hugo me mostró los diseños del próximo desfile.

—¿Y qué opinas?, ¿nos acompañarás?.

—La verdad están muy bien, Hugo hizo un gran trabajo nuevamente, y sí, iré un rato, solo a ver el desfile —miró de reojo a Mario.

—¡Muy bien!, me alegro muchísimo... —Margarita puso la mano en la perilla— muy bien, te dejo que te pongas cómodo, iré a ver cómo va la cena.

Armando asintió amablemente y miró expectante de la salida de su madre, Mario volvió a acercarse a él, cuando ella dió la vuelta de regreso.

—Oye... también me contó que Daniel te ofreció volver en la vicepresidencia.

—Eh...

Mario lo miró con sorpresa, Armando no había mencionado eso, y después de ver la reacción que tuvo ante su madre, no le quedaba duda de que había algún motivo de peso para ocultar aquello.

—No voy a insistir, pero por favor considéralo, hijo... creo que te haría bien —Margarita le sonrió cálidamente y finalmente salió.

—¿Por qué no le ofreció la presidencia?, ese puesto es suyo —Mario se paró frente a él.

—Lo hizo... solo que no me creo capaz de asumir esa responsabilidad todavía, sabes que es un puesto exigente, además parece que él está haciéndolo bien.

—¿Y por qué no aceptó la vicepresidencia?.

—...Todavía estoy pensándolo, no lo he rechazado, quería contarte primero, saber tu opinión.

Mario se puso de cuclillas para estar a la altura de Armando sentado en la cama, y tomó su cara entre sus manos con delicadeza.

—Si te sientes listo para volver, hazlo... sé que no hay nadie tan capacitado para ese trabajo como tú, y si estás preguntando por algún tipo de permiso, no lo necesitas, hace meses que ese puesto ya no es mío.

Armando cerró los ojos con fuerza al escucharlo y a la vez sentir una caricia en su mejilla.

—Trato de evitar pensar en eso.

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