Seis

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2 días después.

—¿Seguro que estarás bien? —volvió a preguntar Armando, algo inseguro.

Mario sonrió —ya le dije que sí, hombre... mire, irá y volverá a trabajar en esa que es su empresa tan querida, mientras tanto yo estaré aquí esperando a que vuelva y me cuente todo con lujo de detalles.

—¿Pero no se va a aburrir?, no tengo que ir hoy mismo, podría ir mejor mañana.

—No se preocupe por mi, yo estaré muy feliz de estar aquí, es más, creo que es la oportunidad perfecta para probar mis habilidades fantasmagóricas —dijo bromeando— tal vez hasta pueda espantar a Lucía.

Armando le dió un golpe suave en el brazo —Mario, no vas a asustar a la señora, le va a renunciar a mi mamá, ¿y luego qué?.

Mario rió —Le quita lo divertido a esta situación, ¿sabe?.

—Bobo —Armando rodó los ojos— ya en serio: ¿por qué no me acompaña a Ecomoda?.

Mario sonrió y se acercó a tomarlo por la cintura —porque es algo que debe hacer solo... si yo lo acompaño sentirá que todo es como antes, un día más, a excepción de que ahora las secretarias creerían que se volvió completamente loco por hablar al aire.

Armando suspiró —de verdad quisiera que todo fuera como antes...

Mario besó su mejilla y acomodó las solapas de su saco —lo sé, cariño... pero ya, no pienses en eso ahora, sé que te irá muy bien, sé que lograrás crear nuevos recuerdos ahí, y que el pasado dejará de doler.

Armando lo miró a los ojos y le susurró —no estoy seguro de eso.

—Armando, ya te espera Marcela afuera —avisó Roberto desde el otro lado de la puerta— ¿estás listo?.

—Ya escuchó a su padre, váyase —Mario tomó sus mejillas y lo acercó a él para darle un último beso corto— se me porta juiciosito, come bien y toma sus pastillas, ¿entendió?.

Armando respiró hondo antes de asentir y salir de su habitación.

[...]

Marcela se tomó de su brazo apenas se abrieron las puertas del ascensor en el segundo piso. Las secretarias cantaron al unísono un saludo para ambos, seguramente les habría sido informada con anterioridad su visita, ambos respondieron el saludo amablemente, y Marcela se apresuró a preguntarle.

—¿Quieres que vayamos a la sala de juntas o al showroom?, no tenemos que ir a ninguna oficina si no quieres...

Armando dió una mirada muy apenas a la oficina de Marcela, cercana a la vicepresidencia, y asintió.

—Vamos al showroom, por favor.

Ella le dedicó una pequeña sonrisa empática y caminó de su brazo hacía el lugar, en donde se encontraban ensayando una coreografía algunas chicas.

—¿Hay un desfile pronto? —preguntó confundido, apenas se daba cuenta que no tenía mucha noción del tiempo.

—Sí, el sábado en la noche presentamos colección y tendremos un desfile grande en el Tequendama, ¿te gustaría ver las prendas?, puedo pedirle a Hugo que nos las muestre.

—Eh, no sé si...

—A ver niñas, ¿qué es esa vuelta?... pónganle ganas! —los interrumpió Hugo quien salió de su estudio para regañar a las modelos.

—Pero no seas tan duro con ellas —dijo Marcela, jugando.

—Ay no, es que sí no les dice uno, hacen lo que quieran, March... —Hugo abrió la boca sorprendido cuando se dió cuenta de su presencia— ¡Armani! —bajó corriendo de la tarima y volteo con las chicas— niñas, recesuá, vayan, vayan.

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