Cuatro

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Armando escuchó los murmullos de los empleados antes de que se cerraran las puertas de aquel ascensor, y ya comenzaba a sentir una presión en su pecho, antes, hace mucho tiempo ya, estaría subiendo con él a su lado, entre chistes bobos o besos que aprovecharía para robarle.

Un sonido de sorpresa seguido de un —Buenos días, don Armando —grupal, fue la manera en que el segundo piso lo recibió, entonces salió de sus pensamientos y fingió una pequeña sonrisa para las secretarias, antes de seguir el camino hacía el lugar al que iba.

O al que intentaba ir, se detuvo justo a un lado de la vicepresidencia y respiró hondo, o también eso intentó, comenzó a sofocarse de pronto, sintió presión en su pecho y como su garganta se cerraba, puso la mano en su corazón, luego ambas, todo daba vueltas, quería llorar.

Armando parpadeó, y así de repente estaba ¿...en presidencia?, sentado en el sofá de cuero café, con una sombra sobre él, mirando al piso se encontró la razón, subió la mirada lentamente y miró a Daniel Valencia observandolo con un semblante entre sorpresa y confusión. Aunque él debería ser el confundido ¿en qué momento llegó ahí?.

—Armando... ¿estás bien? —preguntó más suave de lo que recordaba era su voz.

—Eh... sí, sí —trató de ponerse de pie pero no tuvo éxito, se tambaleó un poco y sólo logro estabilizarse al tomar el brazo de Daniel.

—No lo estás, siéntate —Daniel ordenó.

Armando obedeció sin querer, no tenía la suficiente fuerza para pelear con el hombre.

—No pensé verte por aquí pronto, ¿puedo ayudarte en algo? —Daniel se sentó a su lado.

Armando pensó en qué o cómo responder, pero no podía, su mente se mantenía frente la puerta de vicepresidencia.

—¡Armando, estás aquí! —Marcela entró y corrió a abrazarlo, emocionada.

Salió de su estado de shock y respiró más calmado al verla.

—Estoy muy feliz de verte aquí, ¿estás bien?.

—Bien pálido —interrumpió Daniel— debería ir a checarse, Marcela, creo que se le bajó la presión.

—Estoy bien —aseguró Armando y se puso de pie, o lo intentó, pues no consiguió más que terminar siendo sostenido una vez más por el mayor de los Valencia.

Marcela se preocupó mucho al verlo.

—Tranquilo, iré por algo de agua, por favor no lo molestes —Armando escuchó como le susurró a Daniel antes de salir de la oficina.

Él solo asintió un poco y miró a Armando detenidamente.

—¿Puedo preguntar que te trajo aquí hoy?, apenas ayer Margarita nos dijo que estabas reacio a siquiera abrirle la puerta.

Armando lo miró confundido y como pudo se separó de él.

—¿Y por qué te importaría saber eso a ti? —solo le bastaron unos segundos al pelinegro para llenarse de ira.

—Armando, solo estoy siendo amable.

—¡Pues no lo seas!, no seas amable conmigo, no necesito tu lástima, Daniel.

Daniel arqueó una ceja, ofendido —mira, Armando, si algo no tengo por nadie es lástima, simplemente estoy  preocupado por ti, me es imposible no estarlo si tu bienestar afecta a mi hermana y a Margarita, que es como una madre para mí. Pero si lo que quieres es que sea un idiota contigo, perfecto, voy a... ¿está sangrando tu nariz?.

Armando frunció el ceño, acercó su mano lento a su nariz y estando por responder, su vista se nubló de repente, lo último que logró escuchar fue un grito de Marcela diciendo su nombre, no supo qué pasó después.

[...]

Beep, beep.

Armando escuchó un pitido y abrió los ojos lentamente, estaba en una habitación completamente blanca. Un hospital, dedujo de inmediato y miró a todos lados, solo para encontrarse con la sorpresiva presencia de Daniel Valencia, sentado en el sofá, sin el saco, con las mangas de la camisa dobladas hacia arriba, y con la cabeza gacha como pensando, hasta que lo escuchó moverse.

—Armando, al fin despertaste,¿cómo te sientes?.

—Algo cansado... ¿qué pasó?, ¿qué haces tú aquí?.

—Marcela está recibiendo a tus padres, acaban de llegar al hospital... Creo que es normal el cansancio, se te bajó la presión y te desmayaste, parece que tienes anemia por deficiencia de hierro, te hicieron una transfusión de sangre por el estado en el que te encontrabas.

—¿Cómo? —Armando estaba confundido, lo último que recordaba era haber estado en presidencia, dió un vistazo a su brazo que efectivamente tenía sondas conectadas— oh no, mi madre debe estar muy preocupada...

—Seguro Roberto debe estar tranquilizandola. ¿Necesitas algo?, voy a ver si ya están aquí para que puedan pasar a verte.

Armando lo miró con atención y negó —no, estoy bien.

Daniel asintió y se puso de pie, tomando su saco que descansaba a su lado.

—Gracias... —Armando dijo casi susurrando.

Daniel se dió medía vuelta, lo miró y asintió antes de seguir su camino fuera de la habitación.

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