Capítulos que nos cuentan las aventuras y sucesos de los tríos de hermanos. Desde como aquel joven llamado Ace obtuvo su sombrero hasta sucesos que jamas sucedieron, pero que soñamos con que sucedan.
-Sin importar el lugar. Tiempo. Distancia. Sangre...
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Extraños Conocidos (2)
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Tanto Ace como Sabo estaban en la escena del crimen, justo en donde su sombrero había sido robado. Observó cada detalle de la mesa. Se movió alrededor del objeto un sinfín de veces. Tratando de buscar algo. Lo que fuera. Tal vez un espacio que le permitiera robar las cosas. Un hueco debajo de la mesa.
Era imposible que él no se hubiera dado cuenta, que no hubiera sentido aquella presencia.
Sabo se mantuvo a unos pasos de su persona. Ace se le hacía un tipo complicado, gruñón, molesto, indeciso, inseguro, impertinente y sobre todo imbécil. No sabía por qué, pero sentía que Ace era de las personas que no sabían tomar buenas decisiones.
Sin embargo, también se veía amable. Lo sentía. En algunos momentos podía observar como su cabeza se iba a otro mundo, sus pensamientos viajaban a otra galaxia y supuso que se trataba de alguien a quien apreciaba, porque en su rostro se marcaba una sonrisa y sus ojos brillaban.
—Nada. —soltó Ace.
—¿Qué recuerdas? —le preguntó por segunda vez.
—Ya te lo dije.
—Repítelo.
Ace miró hacia el cielo y lanzó lo que parecía ser un gruñido. Tenía ganas de arrancarse el cabello. Hanks era tan exasperante. Tan meticuloso, como si procesara cada palabra suya, no una, tampoco dos veces, sino un millón de veces. Y era agotador.
—Llegué. —volvió a repetir la historia.
—Ujum.
—Tenía hambre.
—Ok.
—Caminé.
—Portgas, por favor, di oraciones más largas, de lo contrario estaremos aquí toda la vida.
—Todo quieres.
—Y nada tengo. —le sonrió.
Era una verdad dolorosa.
Ace miró a Sabo y su sonrisa y negó, frustrado y divertido.
—¿Cómo enamoras a las chicas, Hanks? Porque con el sentido del humor definitivamente no.
—Con elegancia. Soy caballeroso. —caminó alrededor de la mesa, buscando algo. Lo que fuera.
—Voy a fingir que te creo.
Sabo rodó los ojos.
—Y tú, Portgas, ¿cómo enamoras a una chica?
—Siendo yo —sonrió con egocentrismo —. Soy guapo, alto, increíble…
Sabo soltó una carcajada que hizo que Ace se detuviera, cruzó nuevamente sus brazos y esperó a que el ataque de risa del rubio acabara.
—Lo siento. Es que no me había topado con alguien como tú.
