Capítulo 15

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Calle.

Día del compromiso.

Llené de aire mis pulmones tintineando la copa ya vacía en mi mano.

Me sentía ahogada.

Iba a salir del campo de visión de todos, pero un rostro que despreciaba se acercó a mi, apreté mi puño al ver su sonrisa.

— Vaya, vaya. — murmuró. — Creí que para recuperar lo que tú papito te ha dado a manos llenas lo harías más discreto.

— No sé de qué hablas, bruja. — me hice la desentendida. — Seguramente tu mente hueca ve cosas donde no las hay.

— Sí, claro, es muy obvio que tú futuro matrimonio no tiene algo detrás.

— Aunque no lo creas, querida, la gente se enamora. — le di un vistazo rápido. — Pero seguramente no sabes de ello, ya que tienes cara de ser una frigida en la cama.

Le di una sonrisa fingida viendo la mandíbula de Evelyn tensa.

— Permiso.

Me alejé de su presencia para perderme dentro de la casa, llené de aire mis pulmones apretando mis manos a cada segundo.

«¿Casarnos? No creo que eso pase»

Tomé mi cabello apartandolo a un lado para abanicarme, tragué grueso recordando su voz, taladrando mi cerebro.

«¿Por qué no? Es algo que puede pasar»

Tomé el pomo de la puerta adentrándome al que parecía el despacho de papá.

«No estás a la altura y no quiero un matrimonio donde mi familia lo critique, sabes cómo son»

Me recargué contra la puerta, observé mis manos temblorosas para apretarlas.

«¿A la altura?»

Cerré mis ojos con fuerza.

«Sí, mi familia no podría aceptar a una niña caprichosa con ínfulas de jinete, sería la burla de todos»

Escuché mi corazón retumbar en mis oídos, temblando.

«¿No quieres casarte conmigo?»

Comencé a caminar en el espacio que lo sentía estrecho, pose mis manos en mi nuca viendo al techo, respirando hondo.

«¿Quién querría?»

Basta. Basta. Basta.

Me tragué las lágrimas que amenazaban con salir de mis ojos.

No debía ponerme de esta forma al recordar sus palabras, debía borrarlo de mi mente, ignorarlo si aparecían esas palabras de nuevo.

Esto era diferente, María José lo era, esto no es algo sentimental, es un negocio, tenía que cambiar, tenía que...

— Sabés que las acciones pueden desplomarse, investiga bien.

La puerta abriéndose me hizo quedar estática en mi lugar.

— De acuerdo. Te enviaré el correo ahora, adiós.

Papá colgó la llamada y al darse cuenta de mi presencia alzó una ceja, guardó su teléfono y ladeó el rostro viéndome con curiosidad.

— ¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar con todos en el jardín?— cuestionó.

— Vine a hacer algo. — mentí.

— ¿En mi despacho?

— ¿Qué acaso escondes un muerto aquí y no podía entrar?— arrojé cruzándome de brazos. — Estaba atendiendo una llamada.

Indeleble || TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora