Capítulo 10

122 10 1
                                    

Santa Fe, 2017

Lloraba en silencio mientras mi novia me abrazaba. Habíamos tenido una discusión porque ella sintió el olor a perfume de mujer en mi ropa. No me dio tiempo de explicar que era de mi hermana y me pego una cachetada, dejándome la cara roja.  Esta vez no pude aguantar las ganas de llorar, aunque pude hacerlo cuando me pego con un fierro de metal, y simplemente lloré. Catalina rápido me pidió perdón y también lloro. Sus disculpas me sonaron sinceras y además, no dejaba de repetir que me amaba. Entonces la terminé perdonando.

—No me gusta verte llorar, Iván.

Tampoco me gustaba llorar e intentaba no hacerlo porque "los hombres no lloran".

—Estoy bien, amor.

—¿Seguro que estás bien?

—Sí, lo estoy.

—¿Y de quién es el perfume? —me pregunto, calmada.

—Mi hermana.

—Perdón, pensé que era una mina.

—No hay ninguna mina, Cata. Yo a la única que quiero es a vos.

—Te amo.

—Te amo más.

Me acerqué a ella para darle un pequeño beso los labios y no tardo en corresponderme, haciendo el beso más intenso. Sus manos subieron por mi espalda por debajo de la remera mientras que la mías estaban en su cintura, apretándola contra mi cuerpo.

—Iván…

—Mmm…

Ella se separo de mí.

—Me tengo que ir o mi vieja se va a molestar.

La mamá de Catalina era demasiado estricta con los horarios. Si ella no llegaba temprano a su casa no dejaba de marcarle al teléfono de mi mamá para preguntarle si estaba conmigo y cuestionar porque todavía no la mando de vuelta. Me parecía una pesada, pero tenía que entender que Catalina era su única hija y tenía miedo de que le pasara algo, además de que se angustiaba sola porque era madre soltera. El padre de Catalina los había abandonado cuando ella tenía cinco años.

—No quiero que te vayas —le dije, besando su cuello.

—Nos podemos ver mañana.

—No puedo.

—¿Por qué no podes? ¿A dónde vas? ¿Con quién?

—Tengo que acompañar a mi mamá a comprar todo el día.

Ella asintió lento con la cabeza.

—Bueno, puede ser otro día.

—No te vas todavía y te extraño.

—Yo a vos también.

Ella me dio un corto beso en la mejilla para levantarse.

—Perdón de nuevo. No quise lastimarte. Sabes que nunca lo haría.

—Se que no fue tu intensión. Fue un accidente.

Mi mamá llamo a Catalina y ella me dio otro beso antes de salir de mi cuarto. Me quedé mirando la puerta, pensando en lo que paso y llevé mi mano a mi mejilla. Un golpe atrás mío me hace darme rápido la vuelta, asustado. Me calme al ver a Lucas en la ventana. Me acerqué a abrirle.

—¿Qué haces acá, Lucas?

—¿Qué te paso en la cara? —me miro preocupado. —Tenés la cara roja y los ojos hinchados…¿Estuviste llorando?

—No…

—Iván no me mientas.

—Sí…estaba llorando.

Margaritas entre Hortensias ; Iván Buhajeruk, SpreenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora