Capítulo IV

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-Estás loco.
Sergio se recostó en el asiento, saboreadno la indignación de Charles.
-¿Tu crees? Vaya, todo el mundo de las finanzas piensa lo contrario.
-Eso es por que eres tan inteligente que cosigues ocultar tu locura. pero es posible ser un genio financiero y un lúnatico al mismo tiempo.

Sergio fingió que se le resbalaban sus comentarios, aunque le escocían más de lo que quería reconocer.
-Quizá, pero ya conocer mi condición, Charles. Y creo que eso responde a tus preguntas sobre por qué te he elegido de entre todos los miembros del consejo.

Charles abrió la boca, pero no dijo nada.
Todo el deseo que Sergio había estado conteneindo a lo largo de los años estallo dentró de él en ese momento. Imaginó esa boca devorandolo, gritando su nombre presa del placer, mordisqueándolo, lamiéndolo...

Después de haberlo tenido entre sus brazos, todas sus fantasias no habían hecho más que ganar intensidad, a pesar del desdén del príncipe.

Pulverizar su resistencia había dejado de ser una simple decisón nada más y se había convertido en una necesidad para él.

-¿Crees que vana tener en cuenta tu insana exigencia? ¿Crees que estamos en la edad media?
Sergio alargó la mano y se sirvio un vaso de zumo de toronja con tranquilidad.

-Este zumo se parece a ti. Por la riqueza de su sabor, por su dulce amargura.
-Ahórrame los falsos elogios.
-No te ahorraré nada-Le espetó Sergio y se regodeó observando como Charles se sonrojaba por la rabia-¿De verdad crees que pediría algo así si no estuviera seguro de que no voy a conseguirlo? ¿Acaso no sabes que no muevo una ficha hasta no estar por completo seguro de mi éxito?

Charles se mordió el labio para impedir que le siguiera temblando. Sergio lo contempló complacido. Era una delicia verlo así, con su compostura echa añicos, presa de la rabia, el miedo y el deseo.

-Hay algo que, tal vez, tú ignores. Incluso los dioses de las finanzas se equivocan en sus cálculos, antes o después-Respusó furioso-Yo no soy un objeto que Castaldini pueda darte con beneficio. Y te aseguro que no piense ofrecerme como voluntario, como incentivo que endulce el trato.

¿Así que el seguía presentandole batalla? Se dijo Sergio. Tanto mejor, pensó. Después de todos los años que había esperado ese momento, prefería que su redención fuera lenta y tortuosa. De esa manera el placer de la victoria sería aún más.
Y él iba a disfrutar mucho con ello.

-De que te aclare las cosas, principe. Para que te enteres, yo no necesito la corona. La corona me necesita a mí. Desesperadamente. Por eso estas aquí y por eso no te queda más remedio que aceptar mis condiciones y satisfacer mis demandas-Señalo él con total calma y seguridad-Todas mis demandas.

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Aquello no podía estar pasando, se dijo Charles. Era una locura.
Sergio lo observaba con la misma frialdad con la que lo había mirado la segunda vez en la sala de baile, cuando se habían conocido.

-Ya te dije que iba a ser entretenido escucharte. Y lo es-Afirmó Charles, fingiendo serenidad-Crees que eres irremplazable ¿No es así? Bueno, pues solo eres  el tercero en la lista de candidatos.
Sergio le dijo otro trago a su vaso y saboreó el zumo con lentitud.

-El tercero y el último-Puntualizó él.
-¿De verdad te crees indispensable? No em extraña que todos tus millones te hagan creer que eres importante.
-Cuando no son heredados y han sido ganados de forma legal, son un idicador de gran valor personal.

-¿Legales?-Se bruló Charles y, al ver la mirada fiera de él, se dio cuenta que se había excedido. Pero no le importaba en lo más minimo ¿Acaso él se preocupaba por lo que él sentía?-Que disfrutes de tu gran valor personal, señor Pérez. Encontraremos a otra persona, alguien que no se ende con jueguitos cuando le ofrecen algo de incalculable valor como la corona de Castaldini.

El Rey ilegítimoWhere stories live. Discover now