Parte 25 - Ana

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Les pido de todo corazón se tomen el tiempo de leer este capítulo. Está narrado por la madre de Rose cuando era joven. Va a ser muy importante para la historia.

                                                     ANA

La vida jamás fue algo fácil para mí, desde pequeña crecí viendo los innumerables abusos tanto físicos como psicológicos que mi padre le hacía a mi madre. La manera en el que él solo la veía como un objeto de limpieza, o como un robot para cocinar y hacerle todo.

— Marcela, esta sopa está fría, ¿qué carajos tengo que hacer para tener una maldita comida decente en esta casa? — y le aventó el plato, haciendo que toda la sopa caliente cayera sobre el delantal de mi madre.

Ella solo se disculpó de mil y un maneras, volviendo a la cocina. Sentí como la cabeza de mi padre giró hacia mí y todos mis nervios se pusieron de punta, así que solo agaché la cabeza, comiendo.

— Y tú Ana, mejor deberías aprender de eso, que cuando te cases debes de aprender cómo es que hay que tratar a los hombres, por eso luego las andan dejando.

Mordí mi lengua reteniendo toda la repulsión que sentía por esta… bestia que tenía delante.

— ¡¿Me estás escuchando?! — gritó, haciendo que mi cuerpo brincara.

Asentí, sabiendo que si no lo hacía muy probablemente me iba a ganar una bofetada de su parte, mínimo. Cada día rezaba para que algo le pasara a esa bestia inhumana y nos dejara a mí y a mi madre en paz. Pero conforme los años fueron pasando, vi que todo era en vano, bien decía mi abuela “hierba mala nunca muere”

Esa mañana como todas las anteriores me había levantado temprano para comenzar el día yendo al mercado y comprar todo lo que se iba a necesitar para hacer la comida del día de hoy. Mi madre en esta ocasión no había podido acompañarme porque la noche anterior mi padre había llegado bastante pasado de copas y… bueno, ella solo se había atravesado en su camino.

— Ana.

Volteé mientras escogía los jitomates, viendo a esa cara que tanto anhelaba ver todos los días.

— Karl — respondí tratando de arreglar mi cabello.

Era un vecino que hacía algunos años ya, se había mudado con su familia a Tijuana. Desde la primera vez que nos vimos una clase de chispa recorría todo mi cuerpo. Siempre que podía y mi padre no estaba cerca, me acompañaba a mi casa. Y había veces como hoy, que teníamos más tiempo para hablar, con el tiempo supe que yo le gustaba a él, y él a mí. Sin permiso de mis padres, decidimos hacernos novios en secreto.

— Hoy luces muy bonita.

Sonreí, sintiendo como mi corazón latía a mil por segundo.    
                                  
  Después de haber hecho todos los quehaceres de la casa, había quedado de verme con Karl en su casa. Y tal y como lo habíamos planeado, él estaba ahí esperándome con un ramo de flores. Este día se había convertido en el mejor de mi vida, jamás había podido experimentar tanta felicidad.

— Hola.

En la tienda donde trabajaba, alguien con un acento muy extraño entro.

—¿Qué vas a querer? — pregunté recargando mis codos sobre el mostrador. Era un chico, parecía como de mi edad, pero realmente lucía perdido.

—Yo… busco aquí— y apuntó un lugar en su mapa.

Reí.

—¿Seguro quieres ir ahí? Es un lugar bastante caro, y hay otras partes donde puedes encontrar lo mismo por un precio mucho más barato.

Él me miró y sonrió, vaya que tenía una sonrisa muy linda.

—Yo… ahh el español, no muy bien.

Entrecerré los ojos, viendo si se trataba de una broma. Pero él seguía mirándome como un cachorrito.

—¿De dónde vienes? — pregunté.

— Estados Unidos.

—Bueno, suerte. Sí vas ahí te van a estafar.

Él asimiló lo que había dicho y luego comenzó a buscar algo en sus pantalones. Lo miré atenta hasta que sacó un puñado de dinero.

—¿Qué crees que haces? — me lancé sobre él, cubriendo el dinero —¿acaso quieres que te asalten?

—Yo puedo pagar, a ti — volvió a sonreírme y no tuve de otra que relajarme — yo pago y tú acompañarme.
No entendía si este chico era un muy buen estafador, o realmente era todo ingenuo.

— Ay Dios.

— ¿Tu nombre?

— ¿Me estás preguntando mi nombre?

Él asintió con una sonrisa. Bueno ¿qué no le dolerá la jeta de tanto sonreír? Qué tanto bueno había en su vida para que estuviera así.

—Ana, ¿y tú?

—Matthew.

Lo miré y comencé a reír a carcajadas, estuve en un punto donde tuve que doblarme mientras me agarraba mi panza de la risa.

—Jesús… ese es el nombre más gringo que he escuchado.

Él me miró confundido por unos segundos, pero después volvió a sonreírme.

—Bueno, he logrado que tú sonrías.

Después de que de Matthew esperó pacientemente mientras terminaba mi turno en la tienda, comenzamos a hablar. Era un tipo realmente agradable. Después de eso, decidí acompañarlo por todo el mercado, ayudándolo a que al pobre no lo estafaran. Mientras el día iba pasando, cada vez me intrigaba más su vida. Él estaba comenzando su carrera universitaria en negocios internacionales, mientras que yo, con mucho esfuerzo y a escondidas de mi padre, apenas y había alcanzado mitades de prepa.

— Yo te acompaño tu casa — dijo, cediéndome en paso.
Negué con la cabeza.

—Es mejor que ya pidas un taxi a tu hotel. Yo me iré caminando.

Me tomó de la mano y luego silbó, un taxi se detuvo frente a nosotros y Matthew abrió la puerta, ayudándome a subir en la parte de atrás, le dio dinero al conductor y luego me miró al cerrar la puerta.

—Muy peligroso tú sola en calle — me sonrió y luego cruzó la calle para tomar otro.

Sonreí.

Los días pasaron y cada vez sentía que la vida era menos fea. Matthew todos los días de sus vacaciones pasaba a la tienda para verme, luego mientras me esperaba platicábamos, sobre todo. Él comenzaba a enseñarme inglés, mientras que yo en lo que más podía le ayudaba con su español. Luego de que terminara mi turno, siempre íbamos al centro a pasear. Karl había ido con su padre a un rancho a ayudarle ya que debía conseguir el dinero para poder brincarnos al otro lado, y como era un trabajo muy pesado, el dueño había pedido que se quedaran ahí para que lo terminaran pronto. Así que después de mi cumpleaños no había vuelto a verlo.

— Felicidades — Matt me sonrió y levantó su mano.

Sonreí y estreché su mano. Había podido terminar los ejercicios que me había puesto en inglés.

— Gracias — sonreí sinceramente.

Matthew me sonrió de vuelta.

Años que esperaba con tantas ansias, que cada día malo que tenía, cada golpe o insulto que recibía solamente cerraba los ojos esperando este momento. Ya por fin era mayor de edad y todo lo que tenía planeado estaba a punto de cumplirse. Hoy era el día decisivo, Karl y yo estábamos listos para poder brincar al otro lado. Hoy hace mucho tiempo no lo había visto. Antes de despedirme de Matthew, me dejó un papel con la dirección de su hotel, en algunos días se iba a ir y después partí a casa, necesitaba empacar todo.
El día de mi cumpleaños número dieciocho. Todos esos abusos, maltratos, pobreza e infelicidad iban a terminar hoy.

Mamá llegó a mi catre con un pastel muy pequeño en sus manos que seguramente había hecho ella con todos sus ahorros, pero eso no fue lo que llamó mi atención, sino el enorme moreton que cubría su ojo, labio y mentón.
Mordí mi labio inferior soltando algunas lágrimas. Tomé sus manos, igualmente maltratadas y la miré directamente a los ojos.

— Buenos días.

— Ya eres toda una mujercita — dijo sentándose en el borde de la cama.

Ella coloco una mano sobre mi rostro haciendo que me doliera ligeramente mi pómulo que estaba igual que el de ella.

— Lo siento tanto, hija — se disculpó, tratando de mantener las lágrimas en su lugar.

Negué con la cabeza.

— Mamá… te lo juro que todo va a cambiar a partir de ahora. Tú, vas a venir con nosotros. Quiero que empaques todas tus cosas.

Ella me miró muy confundida.

Sabía que era una idea muy descabellada, pero Karl y yo lo habíamos planeado por meses, ninguno de los dos quería seguir viviendo en México. Así que todo en este día estaba ya planeado.

—Mamá, empaca lo necesario. Hoy voy a venir por ti en la noche y vamos a abandonar todo esto. Con Karl hemos estado ahorrando para brincarnos al norte.

Ella asintió.

Me arreglé y lo primero que hice fue ir a la tienda, y sin esperarlo Matthew llegó.

—Supongo que vienes a despedirte.

—Sí, yo me voy esta noches — me sonrió.

—Tal vez y algún día te vea allá.

Sus ojos se iluminaron y asintió, acercándose a mí y sin esperarlo. Me robó un beso. Antes de que yo pudiera reaccionar se fue. ¿Qué fregados había sido eso? ¿acaso él había malinterpretado que lo quería y me iba a ir con él? Reí y sin tomarle más importancia, seguí con mi trabajo.

—Ana.

Levanté mi mirada y mi corazón se aceleró.

—Karl — me abalancé sobre él abrazándolo — te he extrañado tanto.

Tomó mi cara, besándome. Nuestros besos jamás habían tomado este tono, más… pasionales. Su cuerpo se comenzó a acercar al mío.

—Te deseo Ana, hoy por fin empezaremos nuestra nueva vida, juntos.

Asentí llorando.

—Te espero en mi casa en la noche. Mi mamá va a irse con nosotros.

Él asintió.

—Por favor déjame ser el primero en tu vida.

Asentí. No estaba muy segura de lo que venía, tenía miedo que todo fuera igual que como con… pero solamente sabía que lo quería a él en mi vida. Y sin pensarlo mucho, lo hicimos. Entregué mi prueba de amor al amor de mi vida. Y después mucho dolor e incomodidades, todo había terminado .

—Tengo que ir de nuevo a trabajar — me besó — te veo hoy en la noche.

Asentí.

—Descansa un poco en esta bodega, hoy va a ser cansado.

—Sí.

Cerré lentamente los ojos y sin querer, me quedé dormida. Las horas pasaron y cuando un ruido sordo me despertó, la noche había caído. No sabía exactamente cuánto tiempo había pasado, pero la oscuridad me indicaba que era momento de todo. Me levanté un poco adolorida, y caminé hacia mi casa. Al estar a unas cuantas casas, pude ver patrullas de policía cerca de la zona, sin importarme el dolor, corrí, corrí con todas mis fuerzas. Esas patrullas estaban en mi casa.

—Disculpe, no puede pasar — me detuvo un policía.

—¡Es mi casa! — grité apartándolo y entrando.

Todo estaba lleno de policías, y lo primero que se vino a mi mente fue mamá, corrí a su habitación para encontrarme la escena más horrorosa de mi vida: estaba en el piso sin vida rodeada por un charco de sangre.

—Los reportes dicen que el marido la asesinó porque ella empacó sus cosas para irse, y en un ataque de ira le disparó para después dispararse el mismo.

—¡Ahhhhh¡ — el grito que salió de mi alma fue tan desgarrador, que no pude mantenerme más en pie.

Me arrastré por el suelo tratando de tomar su mano, pero dos hombres me tomaron, tratando se sacarme.

—¡Noo, mamá!, ¡mamá despierta! ¡perdóname, fue mi culpa! —grité tratando de llegar a ella — ¡mamá!

Y al salir, me tropecé con algo. Volteé viendo al animal culpable tirado con un hoyo en la cabeza. Mi cara temblaba de furia. Sin pensar en nada, tomé la piedra más grande, y mientras unos policías le tomaban fotos la cuerpo. Estrella la roca sobre su pene, viendo como se derramaba la sangre. Me senté sobre su cuerpo, estrellándola todas las veces posibles.

—¡Hijo de puta!, ¡ojalá y te recuerdas en el maldito infierno bestia!

Un policía me levantó gritándome cosas, pero no quería escuchar.

—¡Te odio! — le escupí y pateé mientras me sacaban de la escena —¡siempre te odie!

Caí de rodillas sobre la calle. Todo mi cuerpo temblaba, y no sabía exactamente cuál era la razón. Unos tacones se colocaron frente a mí, levanté viendo la cara de la mamá de Karl, la cual estaba llena de ira y de lágrimas por igual.

—Señora…

Y antes de que pudiera decir algo más, su mano se estampó contra mi mejilla, volteando mi rostro.

—Tu maldito padre asesinó a mi hijo.

Mi corazón se detuvo al oír eso. No, no podía ser cierto.

—¡El muy animal le disparó cuando se dirigió a tu casa a buscarte!

Y sin más explicaciones ni golpes, se fue.

Ahora todo mi mundo estaba derrumbado. Ya no había nada por lo qué luchar, mi propia vida no valía más que unos cuantos pesos. Ya no valía la pena seguir en esta vida. Así que dispuesta a ver quien era el desafortunado que se atrevía a atropellarme, comencé a andar sin rumbos por las calles mientras la oscuridad me ayudaba a mi plan.

Viviendo con mi mejor amigo (Roomie 1)  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora