08: Reyes

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Se sentía como un sueño, un maravilloso sueño cálido y perfecto, su sumisión atrayente desataba dulces sentimientos de protección, pero aún algo en mi interior gritaba que no era correcto, ella no era o no debía ser así ¿Mi reina sería tan sumisa? ¿Tan mansa?

Dejaría esas dudas para después, ahora era momento del problema principal, las reinas. Aún que tuviéramos a nuestra compañera, las reinas fueron parte importante de nuestras vidas por más de 3 mil años. Aún que no hubiera amor, habría un sentimiento de pertenencia y amistad que no se podía borrar fácilmente.

La mayoría de las personas pensaban que estábamos sumidos en la locura, ahora comprendía que sí... La lucidez que ella trajo a mi vida fue como un golpe fatal a mi muerto corazón. Por ello me hacía sentir terror el hecho de que ella parecía vivir en un letargo.

—Maestro Aro.— llamo Felix mientras una sonrisa burlesca adornaba su rostro. Se acercó a mi lado y extendió su mano.

iniciando desde aquellos recuerdos muertos de sus inicios como humano, hasta la actualidad como vampiro, secretos y mentiras, vivencias y traumas, dudas y pensamientos, toda su vida mortal e inmortal bajo mi propio control a tan solo un toque de mis manos desnudas e su piel fría. Un nuevo recuerdo del día había aparecido aquella mirada dorada que conocía bien.

Edward Cullen había llegado, sus ojos dorados demostraban su dieta. Asquerosos vegetarianos. el hijo de uno de los pocos hombres que consideraba un amigo

—Quiero ver a los reyes.— Más que una petición fue una orden y me hizo gruñir bajo, por el enojo. ¿Que se cree al dar órdenes?


—Que venga, veamos que quiere el hijo de Carlisle.— Comente mientras tomaba camino a la sala del trono, en el proceso mandando aún guardia inferior a llamar a mis hermanos. 

—¿Mandamos a alguien a cuidar de la reina? — Pregunto Felix mientras se mantenía firme ante mi.

— No, dejen la en la biblioteca contigua a la sala del trono.— Comente mientras mantenía su sonrisa característica.

La locura de un hombre enamorado era algo envidiable, su amada había muerto y el lo usaba de escusa para morir. Edward Mansen Cullen, un don envidiable en un portador poco agradable, un joven con el ego tan grande y el orgullo lo suficientemente inflado como para volar con él. Me preguntó cuántos problemas traerá este muchacho.

—Entonces, mi querido Edward estás aquí para poner fin a tu existencia por la muerte de la querida Bella.— Comenté sonriendo, mantener el estándar políticamente correcto era un hecho.

—Si.—

—Lamentablemente no es algo que esté dispuesto a hacer, mucho menos cuando es algo tan ... Lamentable, e imprevisto ¿Lo has pensado bien?—

—Si.— fue lo único que decía, sonríe, no lo dejaría morir.

—Rechazamos su solicitud, retirese, tenemos cosas mejores que hacer.— fue la orden de Caius quien entre gruñidos parecía querer salir corriendo a enterrarse en el pecho de nuestra compañera.

—Alec, Félix.— llame y mis leales guardias lo llevaron fuera para continuar con los juicios, que sinceramente no me importaban en mi mente estaba la cena programada a las 7pm con nuestra compañera.

Juicio tras otro, el tiempo volaba sintiendo la necesidad de comer y ir con mi compañera, era una maravillosa sensación, aún que lamentablemente tuviera que compartirla.

—Su señoría hemos atrapado a Edward Cullen casi exponiéndose ante los humanos, Alice Cullen y una humana los acompaña.— La voz de Alec anunciando aquello fue tan... Poco reconfortante. Quería acabar todo rápido para ir con mi amada reina, y estos niños aparecen a causar más trabajo y problemas.

—¿¡Una humana!?— Fue el grito enojado de Caius, pero que podría esperar, siempre sería el más temperamental.

—Jane traelos, y asegúrate de que la reina siga en la biblioteca.— Pedí mientras hacía aquella seña de manos. Me preocupaba más mi reina que aquel niño, en todo caso Isabella Swan moriría, para ser inmortal o para siempre, esa era la verdadera incógnita.

No tardarían mucho desde el punto de vista humano, unos cinco minutos para llegar a nosotros, pero para un vampiro tardaron más de lo necesario. Entendía que se debía a la humana pero mi insatisfacción solo aumentaba con el tiempo perdido.

—Mi querida hermana, te pidieron traer a uno, y trajiste a dos y medio, que chica tan brillante.— la voz de Alec me saco de mis pensamientos, sonriendo como siempre los vi entrar, notando a la humana que hasta ahora, no tenia nada de llamativo a mis ojos, tan comun como cualquier otra mujer ¿Que tenía Isabella Swan de atractivo? Cómo para volver loco a Edward Cullen...

—¡Mi querida Bella, parece ser que sigues viva! Que maravilla.— Un pequeño guiño en mis palabras, quería ver si al menos era algo inteligente.

Pronto el joven Edward le explicaría en susurros nuestros dones, haciéndome casi girar los ojos en blanco. Obviamente los escuchamos claramente, con nuestro oido súper desarrollado podríamos escuchar hasta el latido del corazón humano. Incluso a mí querida Reina... Que ahora se escuchaba en la puerta del salón y no en la biblioteca...

Mentalmente adivine su ubicación, por un momento no le tome importancia... Hasta que caí en cuenta ¡¿Que hacía en la puerta del salón de juicios?!

Mire aterrado la puerta inconscientemente mi instinto de compañero se activo queriendo saltar a dónde mi compañera, pero fue muy tarde.

Las puertas de mármol tan gruesas como un noble y grandes como para la entrada de un gigante, se abrieron con una fuerza impresionante, una mujer vestida de negro, con una mirada blanca y bolas de electricidad rodeando las, entraba furiosa a la sala del trono.

Esa mujer no era otra que mi dulce reina.

Dulce Reina (Reyes vulturi)Where stories live. Discover now