Capítulo 1: Parada de autobús

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Vivo en la planta baja de un edificio de apartamentos que podría pasar fácilmente por un set de televisión de los años ochenta

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Vivo en la planta baja de un edificio de apartamentos que podría pasar fácilmente por un set de televisión de los años ochenta.

Cada día, como si estuviera protagonizando mi propia serie cómica, me levanto tarde para ir al colegio. En mi familia, la puntualidad parece ser una cualidad genética que se ha saltado mi ADN por completo.

Mi hogar es un caos matutino constante. Vivo con mi mamá y mi hermano Billy, que es todo un Don Juan, pero solo cuando se trata de salir sin decirme a dónde va. Esta mañana no fue la excepción. Me levanté apresuradamente de mi litera, pero mis piernas decidieron seguir un guión propio y se enredaron en las sábanas, aunque esta vez no llegué muy lejos, ya que me encontré cara a cara con el suelo.

No puedo evitar hacer pucheros mientras evalúo mi dramática caída, muy característico de mí.

"¡Billy, deberías advertirme cuando te vas!", grito mientras recupero la compostura.

No recibo respuesta, pero estoy acostumbrada a eso. Me apresuro a arreglarme, consciente de que ya estoy retrasada.

Mi atuendo académico es un poema grisáceo de aburrimiento estudiantil. Una falda gris ratón que, según las normas, debe ubicarse en una longitud que no ofenda a las mentes más conservadoras, aunque no garantiza que no congele las piernas en el proceso. La camisa blanca, la eterna representante de la monotonía escolar, es la encargada de sellar mi pacto con la mediocridad. La corbata a rayas curvadas en tonos grises y rojos, una pieza que seguramente fue diseñada por alguien que nunca entendió el concepto de alegría. Y para rematar, el saco gris oscuro, que es como un abrazo de tristeza envuelto en tela.

Mi rutina matutina es un desfile digno de una pasarela del tedio. Me visto con la emoción de un zombie que aún no ha consumido su primera taza de café, y camino hacia el colegio con la gracia de alguien que se pregunta por qué no puede tener pijamas como uniforme. Pero claro, eso sería demasiado divertido para el mundo académico.

La parada de autobuses se convierte en mi escenario personal, atrapándome entre la urgencia de llegar tarde y la inesperada entrada en escena. Mientras aguardo, mi mente da vueltas a la aparente coreografía de mi vida, la misma vieja preocupación que me acompaña cada mañana: la llegada al colegio.

Sé que soy una chica guapa, o eso me han dicho, pero mi naturaleza introvertida parece convertir cada paso de mi destino en un desfile de miradas no deseadas. Es como si cada día me convirtiera en la protagonista involuntaria de una película que nunca pedí protagonizar.

Justo en este momento, como si la realidad se estuviera sincronizando con mi ritmo caótico, una chica espectacular se acerca a la parada de autobuses, en compañía de otra persona, probablemente alguien de su familia. Camina en dirección opuesta a la mía, y mi capacidad de preocuparme por el tiempo y el colegio disminuyen rápidamente.

Lleva puesta una sonrisa que podría iluminar hasta el día más nublado. Viste con estilo, pero no de una manera intimidante sino más bien austera, y lo más increíble es que ambas llevan mi mismo uniforme. Esto es una sorpresa para mí porque jamás las había visto por estos lares.

De repente, como si mi vida estuviera siendo dirigida por algún guionista cómico celestial, tropiezo con una piedra invisible en la acera y casi me caigo de narices. Logro mantenerme en pie, pero no puedo evitar sonrojarme.

"Muy elegante, Rebecca", murmuro para mí misma, esperando que nadie más haya notado mi desafortunado encuentro con la invisible piedra.

Pero sencillamente no es así. La chica guapa me mira con una mezcla de simpatía y diversión. "¿Estás bien?", pregunta con una sonrisa amigable.

"Oh, sí, totalmente. Solo me estaba estirando", respondo, intentando recuperar algo de dignidad.

Logro observarla por una breve fracción de segundos que me permiten analizarla mejor, casi minuciosamente. Tiene una presencia realmente única. Es delgada y su mirada es intrigante, casi indescifrable, pero imposible de ignorar. No conozco su nombre, pero eso no impide que quede hipnotizada de sus facciones poco convencionales. Lleva el cabello castaño oscuro de manera simple, pero su peinado perfectamente colocado sugiere un cuidado meticuloso. El uniforme, aunque igual al mío, parece tomar una dimensión distinta en ella.

Mi corazón sigue latiendo más rápido de lo normal, no puedo evitar pensar en lo estúpido pero curioso que está siendo este día.

La chica atractiva y su acompañante se aproximan, y mi reacción instantánea es una mezcla de deslumbramiento y torpeza muy notorios. Trago saliva. Intento mantener la compostura, pero mi ineptitud me delata. "¡Elegancia en su máxima expresión!", pienso sarcásticamente mientras sonrío hacia la nada.

Observo que el autobús se aproxima desde la otra cuadra, y mi corazón gañe al ritmo de la situación. Comienzo a juguetear con la idea de que este día puede tomar un giro inesperado. El reloj avanza, pero de alguna manera, el tiempo parece haberse detenido en la parada.

El autobús finalmente llega, interrumpiendo la breve pero intensa conexión visual con la enigmática chica de ojos profundos. Mi corazón sigue galopando mientras subo, tratando de encontrar un asiento en medio del bullicio de la mañana.

Una vez a bordo, el autobús se convierte en un microcosmos de historias urbanas. Las risas y las conversaciones se mezclan con la música de fondo proveniente de los auriculares de algunos pasajeros. Encuentro un asiento cerca de la ventana, alejado del centro de atención, mi lugar habitual.

El trayecto se vuelve una serie de escenas familiares: el conductor haciendo comentarios con su secretario, algunos rostros conocidos de la escuela que intercambian sonrisas o charlan animadamente... y ella. Sigo con la mirada la figura de la chica misteriosa que ahora está sentada en algún lugar del autobús. Nuestros caminos se cruzaron brevemente en la parada, pero ¿qué más podría suceder en esta parodia surrealista en la que me encuentro? Solo el día lo dirá... o quizás me estoy precipitando.

Continuará...

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Azares del destinoWhere stories live. Discover now