Cautiverio

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El goteo de una cañería rota despertó a Seher. La pesadez de sus párpados y un tremendo dolor de cabeza le hacían no pensar con claridad. Notó el frío suelo debajo de ella y empezó a mover su cuerpo engarrotado. Fue entonces cuando se dio cuenta que sus pies estaban encadenados. Y un escalofrio de pánico le recorrió la espina dorsal. La había encontrado. Y trozos inconexos le vinieron a su cabeza.

La droga que inhaló frente a la Mansión Karabey.

Su fuerte forcejeo y el golpe en la cabeza que la dejó sangrando.

Se llevó su mano a la parte posterior de la cabeza y se fijó que de la herida aún salía sangre. No había pasado demasiado tiempo inconsciente pero sí lo suficiente como para que ese monstruo la llevase a algún lúgubre lugar y la encadenase. Se había cumplido su mayor miedo. Él la había encontrado. Y ahora estaba a su merced. Sintió su presencia en esa habitación y se incorporó de inmediato del frío suelo para enfrentarlo. Seher Samir no iba a comportarse como una cobarde. Ya no. Si el iba a matarla, presentaría batalla. No iba a permitirle verla destrozada.

-¡Tú! ¡Cobarde! ¿Te escondes entre las sombras ahora?.- él la vió desde la esquina más alejada buscándole con la mirada. Pese al odio que sentía por esa maldita ramera, le desconcertó la fuerza que irradiabla pese a su miserable aspecto. Bajo la tenue luz de la luna que se filtraba por la pequeña ventana del sótano de ese establo en mal estado, observó su figura que se marcaba bajo ese vestido gris que había sido toqueteado por otro hombre que no era él. Su salvaje cabellera manchada de sangre seguía siendo el mayor objeto de su deseo y su barbilla altiva y desafiante le pusieron duro como el fierro. Llevaba cuatro años buscándola y al fin la tenía a su merced.

-Voy a quebrarte, furcia.- fue entonces cuando salió de la esquina mohosa y se dirigió hacia donde la tenía encadenada.

Seher, vio aparecer al hombre que alguna vez creyó amar y sintió una repugnancia infinita. Los años habían acentuado su maldad y en su rostro amargo pudo apreciar odio puro. Pero se juró a sí misma que no iba a retroceder ante él. Conocía los puntos débiles de ese arrogante narcisista y los usaría.

-Los años no pasan en balde, Bora, tus arrugas reflejan lo que eres en realidad.- ella lo provocó y él se acercó con violencia hacia ella y la cogió con fuerza por esa melena que siempre lo había hechizado.

-¡Eres una ramera! ¿Acaso creíste que ibas a escapar de mí? Eres de mi propiedad. Solo estoy reclamando lo que es mío.- y con dureza le mordió el cuello y estrujó su trasero bajo el vestido de raso haciéndole daño. Pese al odio, esa maldita mujer despertaba su lujuria, y perdido en su sucio deseo, la manoseó sin percatarse del cabezazo que ella le dió rompiendole la nariz.

-¡Maldita puerca! ¡Cómo te has atrevido!.- él se alejó rugiendo de dolor y observó sus manos manchadas de su propia sangre, una niebla negra de odio lo cegó y se acercó de nuevo a esa mujer.- ¡Pagarás por ésto! ¡Págaras por todo!.- y de un golpe la tumbó.

El último pensamiento que tuvo Seher antes de fundirse en negro fue para él. Kerem. Sabía que iba a encontrarla. Y con el reflejo de sus ojos azules y cálidos, entró en la más negra inconsciencia.

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Kerem parecía un tigre enjaulado. Esperaba los resultados de las cámaras de los alrededores de la Mansión para poder ver quién se la había llevado. A su lado, Baran trataba de tranquilizarle y Dilan, aún con su vestido rojo estaba sentada frente a él. Estaba temblando. Acababa de contarle a Kerem todo lo que sabía de ese Bora pero su vacía memoria la tenía frustrada.

-Ella... huyó de él. Es el motivo de porqué estaba en Mardin. Me lo contó en el hospital porque creía que así me protegería. Yo debía saberlo por si alguna vez aparecía...- Dilan se levantó desesperada, su amiga llevaba desaparecida unas horas, pero sabía que ese hombre era peligroso.

KaderWhere stories live. Discover now